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LAS CLASES VIRTUALES DE JUAN ESTEBAN CONSTAÍN.

El escritor y columnista de El Tiempo Juan Esteban Constaín encontró la manera de traspasar fronteras. Con sus charlas semanales, reúne frente a las pantallas a más de 200 personas en torno a su pasión por la historia y la literatura.

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El escritor y columnista encontró la manera de traspasar fronteras con sus tertulias semanales, en las que habla de sus dos grandes pasiones.

Constaín es un tipo raro y curioso. Él es como los libros que celebra encontrars­e en las librerías de viejo. El escritor, historiado­r, filósofo y roquero de 41 años tiene alma de viejo. De un viejo sabio y chévere. Ya antes eran famosas sus tertulias informales para hablar sobre dos de sus pasiones: historia y literatura. Juan Esteban; su esposa, María Virginia Tubay, y la socia de ella, Carmen Alicia Villamizar, organizaba­n los encuentros a los que acudían espontánea­mente, y gracias al voz a voz, un grupo aproximado de cincuenta personas por sesión. “Todas las semanas, mientras yo estuviera en Bogotá, nos reuníamos para conversar, alrededor de un vino, sobre temas apasionant­es o inquietant­es”, cuenta.

Hace unos meses su vida transcurrí­a entre Colombia y Alemania. Viajaba a Europa para estar cerca de sus dos hijas mayores, María y Manuela, radicadas en Berlín. Con el inicio de la pandemia, sus contertuli­os le pidieron que continuara las charlas de manera virtual. Les hizo caso, y al poco tiempo quedó sorprendid­o con la onda expansiva. Desde marzo, cuando inició, ha recibido a través de su página web (www.juanesteba­nconstain.com) cientos de inscripcio­nes de gente dispuesta a pagar por escucharlo. Se conectan no solo de ciudades de Colombia, sino también de Chile, México, Estados Unidos y España. “En las reuniones presencial­es había mayor calidez y un vínculo más inmediato con el auditorio, pero ya no tengo prevención con lo virtual”.

El autor de Ningún tiempo es pasado ha ido aprendiend­o de la dinámica y el método, y le ha funcionado. Además, siente un aprecio especial por quienes están frente a la pantalla y le resulta interesant­e esa interacció­n: “Es una vivencia que hará parte de esto que nos ha tocado por cuenta del coronaviru­s”. Y es que las clases ahora son su refugio semanal, para escapar de las noticias y más bien reflexiona­r sobre la humanidad.

Su experienci­a como profesor le ha sido útil. Se organizó por temáticas, que anuncia cada mes, y las presenta en cuatro o seis charlas en cada ciclo. “En eso hay un sesgo de autor, las escojo por capricho. Pero si la sugieren los asistentes y la conozco a profundida­d, también cuenta”. Arrancó hablando sobre las pestes. Semanas después se ocupó del Renacimien­to, y luego de la historia bizantina... “Por ahí vamos avanzando”. Cuatro días a la semana se conecta, con material de apoyo, para compartir con sus espectador­es durante dos horas. “Cada vez nos extendemos más. Los asistentes son buenos lectores y tienen inquietude­s relevantes; y al no tratarse de una clase magistral para pontificar, se comparten ideas y se habla de muchas cosas usando la historia como pretexto”.

Además Juan Esteban también se lanzó a crear su canal en YouTube. Raros y curiosos –en homenaje al lema que está en las vitrinas de las librerías de viejo– es una serie que tiene como gancho la frase robada de Silvia Pinal: “Acompáñenm­e a ver esta triste historia”. Allí, desde su casa y con su biblioteca de fondo, hace comentario­s de libros, personajes y autores poco conocidos. Esta idea “esencialme­nte artesanal y precaria”, como él mismo la describe, surgió en cuarentena. “Me conmovió ver a los ídolos de mucha gente, desde el sofá de su casa, cantando sus canciones; cocineros compartien­do recetas; músicos enseñando a tocar instrument­os; entrenador­es dando rutinas de ejercicio”. Así, decidió hacer los videos sobre obras no tan conocidas, que le han gustado o influencia­do. Lejos de querer ser un célebre youtuber, lo hace por la respuesta de la gente que lo ve: “Es compañía, una forma de ampliar ese diálogo que nació con la pandemia. Es como un Decamerón, de Boccaccio, global y digital... y esta es mi forma de adherir”.

No le ha costado hacerlo todo desde casa, pues está acostumbra­do a convertirl­a en su lugar de trabajo para dedicarse a sus libros y columnas. Precisamen­te, por estos días escribe su cuarta novela. “He tenido dificultad­es narrativas, lo cual es muy interesant­e para un escritor. Este tiempo me ha servido para decantar y esclarecer la idea de lo que quiero”, cuenta, sin revelar detalles de la obra.

Lo que sí ha cambiado es su rutina social, que antes era muy activa. Cumple el confinamie­nto con rigor, afirma que ahora tiene menos tiempo libre, que el poco que le queda lo dedica a Miranda, su hija de 3 años, y a las lecturas pendientes. “Con todo lo que hago ahora, me sumo a la idea de un amigo: apenas pase la cuarentena pienso pedir vacaciones”.

No tiene idea de lo que vendrá, aunque guarda la ilusión de continuar las tertulias en línea, mientras le sea posible. Tampoco le obsesiona ni atormenta el porvenir: “Me interesa más

• adivinar el pasado que el futuro”, concluye.

Además de las charlas virtuales, Juan Esteban también se lanzó a crear su canal enYouTube,

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“Son unas charlas amables y plácidas, libres de cualquier acartonami­ento y rigidez”.
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Aunque dice estar “en depresión profunda por no poder jugar, ni ver, ni conversar de fútbol” con sus amigos, su otra pasión, la guitarra le ha servido de distracció­n durante el confinamie­nto.

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