Y pedofilia
Ualmente por Jeffrey Epstein, por fin será como Andrés de Inglaterra, sospechosos de se volvió la cómplice de un pervertido nuevo rico.
cuya high life sedujo con su acento posh de Londres, y las deliciosas fiestas con que entretenía a millonarios, expresidentes, roqueros, grandes artistas y modelos.
La farra terminó y el mal tiempo arreciaría para ella desde ese día en que la testigo la vio tan perturbada en el aeropuerto. Su nombre aparecía cada vez con mayor insistencia en el affaire Jeffrey Epstein, uno de los casos de pedofilia y perversidad entre la élite más atroces en tiempos recientes. Desde 2014, figuraba en las denuncias de mujeres que aseguraban que, siendo adolescentes (hubo una de 12 años), ella las atrajo y las contrató como masajistas para Epstein, quien terminó abusándolas. Algunas veces, alegaban, Ghislaine se unía a las vejaciones contra las víctimas, elegidas bajo un patrón del que se aprovechaba: bellas, de hogares pobres destruidos, necesitadas de trabajo.
Los investigadores hablan de entre 36 y 60 perjudicadas, pero unas pocas han demandado y se vieron recompensadas en julio de 2019, al lograr poner a Epstein ante la justicia tras doce años de lucha. Ghislaine se sintió cercada y su estrategia fue esfumarse, en una aventura de novela, cuenta Mark Seal, en un reciente artículo para Vanity Fair: después de vender la mansión que Epstein le regaló en la Gran Manzana, compró otra en Bradford, Nueva Hampshire, a través de una sociedad que le permitió ocultar su identidad. Cambió su número de te
léfono, lo puso a nombre de “G Max” y usaba seudónimos para sus pedidos a domicilio.
En los últimos años, movió alrededor de 20 millones de dólares entre 15 cuentas distintas. La fiscalía de Nueva York determinó que esta fortuna provino de Jeffrey Epstein, lo que afianzó la tesis de su estrecha filiación con él. Con esa chequera; pasaportes de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, y el dominio de varios idiomas, se sintió a salvo; pero empezaron a lloverle amenazas
Andrés invitó una vez a Ghislaine a la fiesta de cumpleaños de la reina, quien luego no le permitió que la llevara a un viaje oficial.
de muerte y tuvo que contratar escoltas. Evitaba las rutinas por seguridad. Su vida, continuó Seal, se redujo al mínimo: “iPhone, iPad, laptop, ropa casual y una olla a presión barata en la que preparaba las recetas francesas de su madre”.
En agosto del año pasado, Epstein amaneció ahorcado en la cárcel de Nueva York donde permanecía en medio de su juicio. Se cree que se quitó la vida, pero también persisten sospechas de asesinato. Ghislaine nunca fue a visitarlo y cuando supo de su final exclamó: “¡Soy libre!”. Pero no lo es tanto. Muerto Epstein, los ojos están puestos sobre ella, considerada la única que puede aclarar las verdades que él se llevó a la tumba. Su sagacidad para evadir a la justicia le alcanzó hasta el pasado 2 de julio, fecha de su detención en Bradford. No quiso reconocerse acorralada, intentó escapar y la policía tuvo que derribar la puerta, porque se negó a abrirla. Ahora deberá responder por sus excesos.