Odiaba a Diana de Gales
Ghislaine Noelle Maxwell nació en la Navidad de 1961 en Maison-Laffitte, Francia. Sus padres tenían un tipo de relación que ella imitó con Epstein: la madre, Elisabeth Meynard, era la mujer de buena familia que el adinerado, pero sin abolengo Robert Maxwell, usó para colarse en la alta sociedad. Tras sobrevivir el Holocausto (en el que murieron 300 parientes), él emigró de Checoslovaquia a Inglaterra y se convirtió en dueño de un centenar de empresas como el gigante editorial Macmillan y los tabloides Daily Mirror y Daily News. “Quizá más grande que su rival, Rupert Murdoch, Maxwell era un patriarca ampuloso, que cenaba con reyes y presidentes”, cuenta el reportaje de Vanity.
Ghislaine, nombre de origen francés, cuyo significado es “rayo de sol”, según ella misma, era “la chiquita de la casa” y el millonario la consideraba un milagro porque días después de su nacimiento, su hijo mayor, Michael, tuvo un accidente que lo dejó en coma hasta morir, en 1967.
Epstein necesitaba tres orgasmos diarios y Maxwell daba fiestas temáticas como “chulos y putas”, o “cómo hacer una felación”, con abundantes mujeres semidesnudas.
Educada en el Marlborough College y en Oxford University, creció como una “princesa” del jet set y su papá, quien la prefería por encima de sus ocho hermanos, la puso a trabajar en uno de sus periódicos, The European, y como directora de su equipo de fútbol, el Oxford United.
Pero resultó que el pedestal del coloso Maxwell reposaba sobre una farsa. Al tambalear su imperio, malversó los fondos pensionales de sus 32.000 empleados y generó una deuda de 5000 millones de dólares. En 1991, murió ahogado mientras navegaba en su yate, el Lady Ghislaine. Se dictaminó que fue un accidente, aunque circula el indicio de que lo mataron. Así lo creía Ghislaine, que estaba catatónica. La tragedia “la golpeó de una manera que aterraba a la gente”, recordó un informante.
La vida se le volvió un infierno en Inglaterra, porque era tratada como la hija de “el Monstruo”. Por eso se marchó a Nueva York, a instalarse en un apartamento pequeño, ya que los 100.000 dólares anuales del fideicomiso que le dejó Maxwell no le alcanzaban para los lujos de antes. “Nos lo quitaron todo”, le confesó a una amiga.
Quienes la conocen la definen como arrogante, muy insegura y con su identidad anclada en ser hija de Robert Maxwell. Desde que lo perdió, se empeñó en conservar un nicho en el círculo de los multimillonarios. También evocan que no trabajaba y que no sabía qué responder cuando le preguntaban qué hacía. Lo suyo era la vida social y se tornó en una especie de geisha