Julieta Piñeres y Maurizio Mancini
Un amor al que el destino le dio el ¡sí!
Todo comenzó con un encuentro casual. Él quedó fascinado, pero ella, literalmente, no le dio ni el teléfono... A punta de correos electrónicos logró conquistarla y ya llevan más de 15 años juntos. “No fue amor a primera vista. Nunca me imaginé casarme con él. Lo lindo es que nos conocimos muy jovencitos, éramos un par de estudiantes y no sabíamos cómo serían nuestras vidas. Hoy hemos construido una relación que se proyecta y fortalece”. Así comienza Julieta la narración de su historia de amor con el abogado y empresario Maurizio Mancini.
En 2004, ella estaba en octavo semestre de Antropología en la Universidad de los Andes y coincidieron en uno de los bares de moda de Bogotá. Acostumbrada a elogios y piropos, no le paró bolas, porque sus intereses estaban en otro lado. Lo único que recuerda es que él le dijo que en una semana viajaría a Estados Unidos.
Pasaron seis meses y Maurizio regresó al país. La veía en vallas y fotografías de campañas publicitarias, pero nadie le daba razón de ella. Preguntando aquí y allá, consiguió únicamente su correo electrónico. “Me escribía todos los días invitándome a salir y pidiéndome mi número telefónico. Pero yo le dije: ‘No te conozco. Si es el destino, nos volveremos a encontrar e intercambiamos teléfonos’. ¡Y justo, como a la semana, me lo volví a encontrar... ¡Tuve que cumplir con lo dicho!”.
La sedujo su capacidad de soñar y crear. Se descrestó con su inteligencia y buen humor. Y a partir de ese momento se volvieron inseparables, en un noviazgo que duró ocho años. Tenían muchas cosas en común: los dos costeños, él de Barranquilla y ella de Cartagena. “No sabíamos, pero nuestro círculo de amigos era muy próximo. La gente me molestaba y decía que, si no me casaba con Mao, lo haría con otro a los 15 días, porque parecíamos novios eternos”.
Julieta consolidó su carrera como modelo y presentadora de televisión, mientras que Maurizio llegó a la cima como empresario y creador de algunos de los bares y restaurantes más reconocidos de Bogotá. En enero de 2012, la invitó a Nueva York con la disculpa de hacer una gira gastronómica para conocer la oferta culinaria de la Gran Manzana. “Aprovechamos el invierno y fuimos a patinar a la pista de hielo del Central Park. De repente Mao cayó de rodillas. Cuando fui a levantarlo, supe que no se había caído, sino que me estaba esperando para pedirme que me casara con él. Quedé en shock, lloré, lo abracé y le dije inmediatamente que sí”.
Ese año no hicieron nada diferente a planear su matrimonio. Cerraron con broche de oro su etapa de enamorados el 15 de diciembre en Cartagena, una boda a la que asistieron 300 invitados entre familiares, amigos y personalidades del jet set nacional.
Julieta acepta que no ha sido fácil conjugar sus profesiones y horarios tan disímiles. Al principio ella lo acompañaba todas las noches, “pero después de un tiempo el ritmo fue agotador y cuando nació Oliva, hace cuatro años, tuve que adaptarme a nuevas rutinas”. No son una pareja convencional y frecuentemente viven en tiempos cruzados, sin embargo “precisamente esa particularidad nos ha permitido aprender a valorar el amor y compensar al máximo los momentos que compartimos”.