Gina Paola Cazarán
Casanare
La guerra tocó a su puerta. Su padre fue asesinado en julio de 1998 cuando ella tenía 4 años. Junto con su mamá y su hermana mayor fueron desplazadas hacia el departamento del Meta. Las amenazas y los cruentos enfrentamientos del conflicto armado en Casanare les impidieron asistir al funeral. Solo en 2012 pudieron regresar para visitar su tumba.
La viuda, una mujer indígena y campesina, no tuvo tiempo de llorar. Le pesó más la responsabilidad que el dolor. Trabajó como vendedora, en un taller de carros y en labores domésticas. Les inculcó a sus hijas la educación como único camino para salir adelante.
Al terminar bachillerato, Paola hizo una investigación sobre discriminación racial en el Meta, por la que recibió una beca del Ministerio del Interior. Se graduó como psicóloga en 2017 en la Universidad Santo Tomás de Villavicencio, y hoy dirige un colectivo de mujeres afro en el que hace acompañamiento en la transición de reconocimiento de su identidad racial.
“Ya pasé por eso y sé lo que se siente. A los 8 años me bañaba con cloro para blanquear mi piel, y a los 16 me quedé calva de tanto alisarme el pelo. Fui discriminada en el colegio y la universidad. Me decían: ‘¿Por qué no se va a estudiar a otra parte?’, o ‘usted sería linda si no fuera negra’”.
Las circunstancias la transformaron en “una víctima victoriosa”. Con disciplina y voluntad alcanzó lo que se propuso.