La O (Cúcuta)

Víctor Ochoa Cadavid,

Un obispo que siembra árboles y orquídeas

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Es un hombre que analiza, piensa y estructura con detalle; le gusta mantener el orden sin polemizar y no parece desencajar su tono tranquilo ante una grave situación.

Más allá de esa serenidad que proyecta también se encuentra un ser humano cálido, que disfruta de las conversaci­ones familiares, la naturaleza y la tecnología.

Tiene cosas raras, o por lo menos así describe su gusto por plantar orquídeas y sembrar árboles, un pasatiempo que le recuerda que es un hombre de campo.

En su tiempo libre también disfruta de la música clásica, la buena ópera y, de vez en cuando, de los partidos del Atlético Nacional o ‘el verde’, como le dice cariñosame­nte al equipo del que es un seguidor fiel.

Y aunque le gusta el fútbol reconoce que una doble fractura en su brazo le hizo tomar distancia de este deporte cuando solo tenía catorce años.

Ahora, detrás de la formalidad de su cargo como Obispo de Cúcuta, Víctor Ochoa Cadavid reconoce que solo tiene fama de ser un hombre al que le gusta mantener todo bajo orden y bien estructura­do, pero sin calificar como psicorrígi­do.

Sin embargo, también es partidario de que se deben tener algunas ‘salidas del orden’ teniendo en cuenta espacios de diversión que sean saludables.

“En mi juventud, en la época del seminario, no existía esa rumba ni ese desenfreno de hoy en día. Para nosotros, esos espacios eran para estar con los amigos, tomarse una gaseosa, salir, nada, jugar un partido de fútbol o de básquetbol. La vida era mucho más sencilla y sin tantos excesos”.

Dedicó parte de su tiempo al atletismo, en la Universida­d de Antioquia, donde asegura se notaba la inversión que el gobierno colombiano hacía en la educación con la ayuda de Estados Unidos.

Su vocación por el sacerdocio se dio siendo muy joven gracias a monseñor Leonardo Gómez Serna, quien siendo Obispo de Tibú y capellán del Liceo Antioqueño realizó un trabajo con un grupo de jóvenes sobre el acercamien­to hacia la fe de una forma muy serena, alegre y juvenil, que marcó la vida de muchos de ellos.

“De ese grupo de jóvenes que iniciaron su formación, hoy somos siete sacerdotes; creo que la vocación viene de ese encuentro con Dios en la juventud, de un sacerdote que nos habló muy serenament­e y claramente de Dios. Eso nos marcó la vida y el futuro”.

En medio de sus recuerdos, asegura que su decisión fue muy consciente desde el principio, aun sabiendo que cuando se toman estas opciones siendo tan joven hay que repensar la vida.

En entrevista con La Ó habló de cómo es su vida detrás de su cargo como líder de la Diócesis de Cúcuta.

¿Qué se aprende en más de veinte años de servicio en el Vaticano?

Fueron muchos años de enseñanzas y servicio en la Santa Sede, al lado de San Juan Pablo II, del papa Benedicto y de hombres muy grandes que la historia de la Iglesia reconocerá. Es una ciudad de cultura, de arte y el centro del mundo. Allí me formé y pasé la mitad de mi vida hasta cuando me hicieron obispo a los 42 años.

¿Qué enseñanzas le dejó un hombre como Juan Pablo II?

Es necesario tener una fe profunda; era un hombre de mística y de oración, que sabía que el mundo y el destino del mundo estaban en las manos de Dios. Quedó una enseñanza de trabajo, que se gastó hasta el final. No tenía horarios, se levantaba a las 5:00 de la mañana y muchas veces a las 12:00 su luz estaba encendida. Fue un hombre de gran coherencia que sabía escuchar.

Es momentos de estrés, escuchar a veces no funciona, ¿cree que en el actuar impulsivo?

Creo que es una obligación escuchar, pero sin duda hay que tomar decisiones que a veces pueden parecer muy fuertes. Tengo en mi formación el orden que realmente cuesta, pero correspond­e.

Han pasado nueve meses desde su llegada a Cúcuta, ¿cómo describe hoy esta ciudad que le abrió las puertas?

Es una ciudad grande, pujante y con grandes posibilida­des. Me han impresiona­do los espacios culturales, las personas que tienen una gran capacidad, la juventud, pero también creo que hay espacios muy graves. Hay una gran pobreza, una gran desadaptac­ión social de los jóvenes, droga, prostituci­ón e ilegalidad. Cúcuta es como un díptico porque tiene dos grandes realidades, una de gente muy buena, de grandes capacidade­s, pero también veo que la ciudad recoge exclusión.

Usted es filósofo de formación y hay quienes afirman que serlo es tener cierto punto de locura, ¿lo cree?

El elogio de la locura nos puede asustar, pero lo que sucede con la filosofía es que nos pone por fuera de la realidad cotidiana, nos hace pensar y el hacer pensar quita también como la normalidad. Para muchos ser filósofos es ser locos, porque es hablar del ser, el ente, la conciencia, la esencia, pero al final es hablar de la propia vida.

¿Qué significa ser parte de la historia con la fe?

La Iglesia Católica tiene mucho que decir. Pero también tiene un papel muy preciso de llevar a la humanidad por las vías de un hombre que se manifieste en Dios, en una economía nueva, una sociología nueva y unas relaciones de comunidad en los derechos y las realidades. Por eso, la Iglesia defiende a los no nacidos, a la vida humana cuando hacemos un discurso sobre la eutanasia; también estamos defendiend­o la familia, que es el núcleo central de nuestra comunidad, de padres y madres que transmiten la vida, valores humanos y cristianos.

Son tres temas álgidos para la sociedad, ¿no se coarta la libertad de decidir sobre su propia existencia?

Defiende la libertad, pero defender la libertad no es permitir el aborto porque eso es destruir una vida humana; como tampoco la libertad puede llevarnos a destruir la vida humana en el término final de su existencia. La vida humana es sagrada y hay que respetarla; para el dolor hay cuidados paliativos y hay acompañami­ento, que traen gastos, pero es necesario que nuestra sociedad sepa gastar en los niños y los ancianos. Se pretende la libertad o defender una presunta libertad en temas de respeto a la vida.

Siendo un guía espiritual, ¿no es difícil aconsejar o guiar a la familia?

Es uno de los temas más difíciles, además porque soy el niño de la casa y un poco el hijo de mis hermanos. Aunque tengo ya 35 sobrinos y unos cuantos hijos de sobrinos o sea ‘resobrinos’. Es una relación bonita, soy algo así como el tío-obispo, pero más tío que obispo.

¿Cuáles son sus salidas del orden, en medio de sus ocupacione­s como Obispo de Cúcuta?

una afición por las orquídeas, pero aquí no he podido, físicament­e no he tenido la posibilida­d de traer y cuidar maticas. No me queda tiempo. También me gusta mucho sembrar árboles, sobre todo frutales.

¿Tiene fama de ser buen jardinero?

Tengo fama de ser un sembrador de árboles; llevó muchos años sembrándol­os y Cúcuta es hermosa por el verde de sus árboles. Pero veo que empiezan a faltar, en algunas zonas de la ciudad hay huecos de árboles que se han muerto; por eso hay que empezar a sembrar.

¿Cómo se imagina su retiro?

Me imagino leyendo y estudiando. Soy un hombre de libros, eso no lo puedo negar y unos de mucha valía. Soy filósofo por formación, así que me gustaría volver a Immanuel Kant y su crítica de la razón, el libro tal vez más difícil que he leído en mi vida. Me gustaría repasar con calma las enseñanzas de San Juan Pablo II; en literatura colombiana quiero dedicarle tiempo a Tomás Carrasquil­la en obras como ‘La marquesa de Yolombó’, volver a leer ‘Don Quijote de la Mancha’, pero bien leído y en una buena edición.

Miedo, falta de tiempo o desinterés, son algunas de las razones por las que muchos hombres evitan ir al médico; por lo que detectar a tiempo una enfermedad que ponga en riesgo su salud se vuelve una misión casi imposible.

Por ejemplo, el cucuteño César Rodríguez piensa que es una pérdida de tiempo ir a un centro de salud si no existe algún malestar en el cuerpo. Admite que su última visita al especialis­ta fue hace 18 meses, cuando debía ser evaluado antes de ingresar a su nuevo trabajo. Lo hizo porque era un “requisito laboral” y no por iniciativa propia.

Las razones para la doctora Alba Alarcón se centran en “la ausencia de síntomas de alguna enfermedad o el temor a que el médico los inste a cambiar drásticame­nte su estilo de vida: alimentaci­ón, rutina física, etc.”

La especialis­ta se comparte las cifras como un papel motivador para ellos. Las últimas estadístic­as publicadas por la Organizaci­ón Mundial de la Salud, señalan que la esperanza de vida en Colombia, es de 76 años para los hombres y de 83 para las mujeres. “Entre los factores que influyen en esta diferencia se encuentran la medicina preventiva, que para ellas forma parte de su estilo de vida”, indica.

Aquí puede encontrar una lista de algunas patologías comunes en la población masculina y a las que debe prestar atención para prevenir y/o controlar su desarrollo.

Históricam­ente, el matrimonio ha sido considerad­o como una institució­n social, que fomenta un vínculo de amor, respeto, confianza y fidelidad entre dos personas. En el caso particular de Colombia, es habitual que cuando una pareja decide casarse, elija la ceremonia civil o religiosa para formalizar ese lazo ante la sociedad.

Pero existen otras formas para dar el anhelado ‘sí, acepto’. Se trata de los matrimonio­s espiritual­es, que aunque carecen de valor legal, son una tendencia que, desde el año pasado, se ha populariza­do en el país.

Este enlace simbólico es realizado por varios especialis­tas en Colombia. Uno de ellos es el organizado­r de bodas José Brandwayn, quien explica que se trata de una ceremonia energética, perfecta para “aquellas parejas que no se sienten atraídas por una religión en particular, para parejas del mismo sexo o para quienes desean renovar sus votos matrimonia­les”.

Según observa el experto, “todos se preocupan por darle gusto a la familia, por reunirlos a todos, pero se olvidan de lo más importante, de la unión espiritual que conlleva el casarse”. Frente a esta realidad, Brandwayn aconseja a la pareja realizar una ceremonia espiritual, bien sea antes o después de la ceremonia oficial.

La abogada Liliana Pedroza es otra especialis­ta que brinda este tipo de servicios en el que “se busca oficiar un enlace de forma personal, emotivo e íntimo para cada pareja”. Esta alianza es convenient­e para aquellas parejas donde uno o ambos miembros vienen de un divorcio anterior, por lo que no pueden contraer nupcias por la iglesia católica. Pedroza indica que “hay muchos casos de parejas que formalizan legalmente su boda en una notaría, pero desean recrearla en un evento ante familia y amigos y con esta ceremonia lo pueden hacer”. En materia de inversión económica, quienes ofician estas ceremonias manejan un rango de precios que van de 500 a 700 mil pesos, si se efectúa en Bogotá. Si es en el interior, se suman los costos de los viáticos. Aunque los matrimonio­s espiritual­es han tenido gran relevancia en el país, en Cúcuta aún no se organizan estas uniones debido a las creencias sobre el matrimonio civil o religioso, De acuerdo con el cucuteño Yesid Quintero, organizado­r de bodas, es que “en nuestra región las parejas son muy tradiciona­les, y creen es en el formalismo de la unión católica y civil. De hecho, ninguno de mis colegas ni yo tenemos agendado un matrimonio espiritual”. Aunque no descarta que en el futuro, algunos se sientan atraídos por estos rituales simbólicos.

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