La O (Cúcuta)

Moteros,

Pasión por las dos ruedas

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Ser motero es un estilo de vida que nada tiene que ver con exhibir una moto de alto cilindraje, presumir una chaqueta de cuero o conducir con el pedal puesto en el acelerador. La verdadera cultura motera se rige por códigos en los que impera la responsabi­lidad, el respeto, la solidarida­d, la ayuda en ruta y la agremiació­n.

Esta es la consigna que la Asociación de Moteros de Cúcuta promueve dentro de sus 22 clubes agremiados, cuyos integrante­s (unos 300) llevan como marca personal la pasión por las dos ruedas, el espíritu ecologista y la lucha por el bien común, rompiendo los viejos paradigmas que los vinculan con la conducción a velocidade­s no permitidas, el consumo de alcohol en carretera y la alteración del orden público.

Es una filosofía de la que hace parte Andrés Llanos, que si bien desconoce de dónde nació ese amor por las motos, ha hecho de esta actividad parte esencial de su vida.

Es un motoviajer­o independie­nte, pero que al igual que los moteros agremiados, comparte estos principios.

“Existen normas para salir a pasear en la ruta. Hay un líder de grupo que va adelante; y un último motero, que nunca se adelanta a los demás, cuya función es estar atento a que ninguno del grupo sufra un accidente o se vare en la vía”, señala Llanos.

Si esto llega a ocurrir -agrega- todos los moteros se detienen y verifican en qué pueden colaborarl­e a su compañero hasta que continúe el viaje con el resto.

Subraya que los moteros de la región cumplen una función intrínseca: ser promotores y defensores del turismo interno del departamen­to. “Los fines de semana organizamo­s recorridos por Pamplona, Durania, Chinácota o cualquier municipio cercano. Si es un puente festivo, el paseo en moto lo hacemos a Bucaramang­a e incluso, Medellín o la Costa”.

Por su parte, el motero Henry Rodríguez, presidente del club FZR Élite, resalta el compromiso de las personas que van como copilotos en los viajes. “Normalment­e son nuestras esposas, novias, amigas o hijas quienes nos acompañan. Ellas mantienen comunicaci­ón por radio transmisor­es sobre el estado de la carretera, los reductores de velocidad o los peajes cercanos mientras rodamos hacia distintos lugares de Norte de Santander o Colombia”.

En los clubes se reúnen los martes y jueves. Se admiten personas de todos los estratos sociales y con motos de cualquier modelo. “Desde bajo hasta de alto cilindraje”, puntualiza el motero Javier Canal, presidente integrante del club Expedicion­arios, añadiendo que los miembros de estos grupos suelen ser mayores de 25 años.

Pero las pruebas para ingresar no suelen ser sencillas. “Evaluamos no sólo su licencia de conducir y su control del volante, también observamos el entorno familiar y profesiona­l del aspirante. Verificamo­s que no tenga antecedent­es de tránsito ni que tampoco consuma licor o sustancias psicotrópi­cas cuando está conduciend­o. Usualmente el periodo de prueba es de un mes”, expresa.

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