Diferentes temáticas
Este mes, el hogar de la familia Sánchez Abdalá se embellece con un árbol frondoso en el que ‘Mickey Mouse’ es el protagonista. Por eso, peluches del reconocido ratoncito cuelgan en las ramas junto con esferas y flores escarchadas de rojo, plateado y verde.
Dos manos blancas sobresalen del alto monumento sintético, a modo de bienvenida, mientras un muñeco de cuerpo entero del personaje de Disney reposa en el suelo, junto al árbol, para completar el alegre ambiente.
Otros nortesantandereanos prefieren los diseños más clásicos con adornos color plata y dorado para decorar el arbolito ya que aportan elegancia y van bien con cualquier otro elemento navideño decorativo.
Símbolo mágico
A lo largo del tiempo han surgido numerosas historias sobre el origen del abeto o pino navideño. Uno de esos relatos más difundidos es que en la antigüedad, los germanos estaban convencidos de que tanto el planeta Tierra como los astros pendían de un árbol gigantesco, al que llamaban ‘Árbol del Universo’. Sus raíces estaban en el infierno y su copa, en el cielo.
Entonces, para conmemorar el solsticio de invierno –que se da en diciembre en el hemisferio norte-, decoraban un roble con antorchas y bailaban a su alrededor.
Pero más adelante, en el siglo VII después de Cristo, San Bonifacio (conocido por ser el evangelizador de Alemania e Inglaterra) derribó ese roble que representaba al Dios Odín y lo reemplazó por un pino, el símbolo del amor eterno de Dios.
Este árbol fue adornado con manzanas y velas. En la Edad Media, la costumbre de llenar de frutas y velas, los pinos llegó a Europa y, por último, a América. Hoy, esas manzanas se reemplazaron por las tradicionales bambalinas de diferentes colores, para simbolizar la abundancia. Por velas, ahora se usan luces, que representan la Luz de Cristo.