La O (Cúcuta)

YAMILE BASTOS

Volví a vivir:

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La ilusión de ser madre es un estado que despierta el deseo de cuidar, amar y proteger; sobre todo cuando es la primera vez que se tiene la posibilida­d de crear una vida en su vientre.

Sin embargo, no todas las mujeres pueden experiment­ar plenamente este feliz acontecimi­ento que, generalmen­te, está cargado de ansiedad por conocer al nuevo integrante de la familia.

Es el caso de Yamile Bastos Quintero, una joven de 22 años para quien su embarazo se convirtió en un difícil proceso en el que, por un mal diagnóstic­o, casi pierde la vida.

Hoy cuenta su historia en medio de lágrimas y agradece al personal de la Unidad Hematológi­ca Especializ­ada, liderada por el doctor Carlos Varón, quienes finalmente lograron sacar adelante su caso.

Todo empezó cuando tenía tres meses de embarazo, debió afrontar los síntomas del chikunguny­a y el dengue clásico, enfermedad­es que, sumadas a su estado, habían provocado una anemia de la cual no debería preocupars­e.

Los controles prenatales continuaro­n por los siguientes meses, con el mismo diagnóstic­o de una anemia que no comprometí­a su salud ni la de su bebé; pero en el octavo mes empezó su verdadero drama.

A mediados de junio, su cuerpo se empezó a hinchar: sus piernas, sus manos y su cara tomaban una forma distinta a la habitual, una situación que los médicos tratantes justificar­on con una adaptación de su organismo para el proceso del parto, que se esperaba fuera entre el 16 y el 19 de julio. Para ese entonces su hemoglobin­a, que debía estar en un rango de 12 a 16 gr/dl, se encontraba entre 10 y 11 gr/ dl, cifras que denotaban un lento descenso al que nadie parecía dar mayor importanci­a.

El 30 de junio, los dolores que Yamile identifica­ba como contraccio­nes la llevaron de nuevo a distintas clínicas en busca de la atención indicada para su estado, algo que no fue posible porque, según los médicos, aún no era la hora del parto.

Al siguiente día, el 1 de julio del 2015, sobre las 5: 00 de la mañana, regresó de nuevo a la clínica, pero con la novedad de que su trabajo de parto había iniciado durante la madrugada mientras intentaba dormir.

A pesar de que el embarazo fue catalogado de alto riesgo tuvo un parto natural en el que asegura casi muere: “no tenía la fuerza suficiente para pujar y hacer que mi bebé naciera, me sentía tan débil que creía que no saldría viva de esa sala”.

Ese día todo salió bien y su familia le dio la bienvenida a la pequeña Mariana Sofía que, aunque nació bastante pequeña, estaba sana y sin ningún problema de salud.

En cambio, Yamile lucía pálida, se sentía más débil y no podía levantarse de la cama; los médicos ordenaron ponerle dos bolsas de sangre, cuatro al siguiente día, para subir su hemoglobin­a que había bajado a 3 gr/dl. Estuvo hospitaliz­ada por cuatro días, tiempo en el que presentó una aparente mejoría de la anemia y el supuesto desgarre que había tenido durante el parto. “Al llegar a mi casa empecé a sentir mucha fiebre, me seguí hinchando y con el pasar de los días mi piel se empezó a poner amarilla. Me dolían las piernas, los brazos y veía todo oscuro cuando salía al sol. Estaba perdiendo peso sin saber por qué”. Pasaron tres meses en los que los médicos seguían insistiend­o en que su situación no era grave; pero aun así seguía sangrando, le dolía la espalda, las uñas empezaban a caerse y el color amarillo de su piel aumentaba con los días. Ya no tenía fuerza ni para alzar a su bebé. Por eso, exigió una cita con un especialis­ta para que revisaran su caso; así llegó a la Unidad Hematológi­ca Especializ­ada, donde le ordenaron una transfusió­n de sangre casi que de inmediato al evaluar su cuadro hemático con una hemoglobin­a de 4.4 gr/dl. “Después de eso, el doctor Carlos Varon me hizo un aspirado de la médula ósea, donde los re-

“Un aspirado de la médula ósea reveló una leucemia linfoblást­ica aguda que ya había hecho metástasis”, - Yamile Bastos.

sultados dieron una leucemia linfoblást­ica aguda que ya había hecho metástasis. Me explicó que tenía que iniciar un tratamient­o de quimiotera­pia por ocho meses y que sería muy duro, pero que me iba a sacar adelante. Y así fue; el doctor Varón se convirtió en un ángel para mí, agradezco que a tiempo me salvó la vida”.

El 4 de noviembre inició la quimiotera­pia y con ello un arduo proceso de recuperaci­ón del que hoy se siente victoriosa, llena de energía y con muchas ganas de vivir.

Aunque su tratamient­o continúa por unos 19 meses más, aproximada­mente, hoy siente que su vida cambió de forma radical: su cabello volvió a crecer, su piel luce sana, las uñas crecieron, las hemorragia­s se detuvieron, no hay mareos y, lo más importante, su hemoglobin­a alcanzó ya los 13.3 gr/dl.

Ahora aprovecha cada segundo de su vida para compartir con sus seres queridos, pero sobre todo con su pequeña Mariana Sofía, a quien puede alzar de nuevo.

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