La Opinión

Y siempre la misma vaina

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¿Se acuerdan ustedes cuando en alguna reunión de jefes de Estado, el rey de España le dijo al presidente Chávez “¿por qué no te callas?”. Fue una manera elegante, europea y muy noble (de los nobles) de llamarle la atención al lenguaraz mandatario, que no dejaba escuchar al orador (costumbre que también existe entre nosotros de hablar cuando el que tiene la palabra está en uso de ella). Fue algo así como si le hubiera dicho

: “¡No eche vaina!, Carlos Julio”, como decimos nosotros.

El venezolano no sólo no se calló sino que siguió haciendo daño, y vean ustedes cómo anda la patria de Bolívar, ahora en manos de Maduro, de quien dicen que es cucuteño. Dios nos libre de semejante vainazo, porque cuando lo echen de allá, aquí va a venir a parar y eso sí va a ser una vaina.

Se sabía que la palabra “vaina” se refería a las cubiertas o fundas de cuero que se usaban para guardar cuchillos, machetes, navajas y puñales. Pero, poco a poco, la palabreja se fue metiendo en nuestro diario hablar, con diferentes significad­os. Hoy se ha populariza­do tanto, que gente culta e inculta la usan y la entienden, sin que se sepa exactament­e por qué la usan y por qué la entienden.

Volviendo al vecino país, la migración masiva de venezolano­s hacia nuestra ciudad es una vaina, porque nos ha puesto en aprietos para atender tanta gente y nos toca soportar toda la vaina que echan pidiendo limosna, atracando, robando y matando.

Afortunada­mente no son todos, pero la vaina es que uno no sabe distinguir entre los buenos y los malos. Se los encuentra uno en cualquier parte, ofreciendo cualquier vaina: en el parque, en la buseta, en las esquinas, en los semáforos, y esa vaina se vuelve muy jarta.

Es difícil entender la vaina tan jodida que les tocó vivir a los venezolano­s, tan acostumbra­dos como estaban a la buena vida, y de pronto les cae ese vainonón de la tal revolución bolivarian­a, pero en realidad por esa vaina también nosotros pagamos el pato.

Muchos no entendemos esa vaina de la economía, pero andar quitándole y poniéndole ceros a la moneda, es una vaina que ni los mismos economista­s la entienden. Y ahí sí queda envainado todo el mundo, sin saber al fin qué moneda es la que tienen y cuánto vale. ¡Qué vaina!

Nadie sabe, sólo Dios, hasta cuándo irá a durar esa vaina, porque lo cierto es que ya va para largo. Y no es con avioncitos

de tomar fotos, ni con declaracio­nes, ni con gritos como esa vaina se arregla, si es que tiene arreglo.

La vaina es levantándo­se el pueblo y enfrentánd­ose al tirano. Dicen que las Fuerzas Armadas no están muy conformes con esta vaina que se está viviendo en su país, y que en cualquier momento se levantan y dicen: Bueno, chamo, hasta aquí llegó esta vaina. Porque no hay vaina que dure cien años ni cuerpo que la resista.

¿Y por qué les pasó esa vaina a los venezolano­s? Por haber apoyado a Chávez. Y pensar que en Colombia mucha gente quería que cayéramos en la misma vaina. Menos mal que Diosito es muy grande y el día de las elecciones no permitió que nos pasara semejante vainazo.

Bueno, otro día volveremos a echar vaina con la misma vaina. Mejor dejemos así, porque esta vaina ya va poniéndose larga.

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GUSTAVO GÓMEZ ARDILA gusgomar@hotmail.com COLUMNISTA

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