La Opinión

Maleabilid­ad militar

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En los procesos adelantado­s por el Tribunal Militar Internacio­nal, creado para procesar al estado alemán fascista, y adelantado­s en Nuremberg, Baviera, entre 1945 y 1946, el proceso principal fue el llevado a cabo contra los máximos jerarcas nazis. Hubo otros procesos, como por ejemplo, contra los juristas, los médicos, los entes considerad­os criminales en sí mismos, como la policía secreta (Gestapo) y su brazo especial, las SS, y en general, todo el estado criminal precedido por Adolfo Hitler. Este tribunal, el precursor de la hoy más bien “limitada” Corte Internacio­nal de Justicia, con sede en La Haya, Holanda, en su principal proceso juzgó los máximos jerarcas nazis, todos considerad­os criminales, y acusados de cuatro cargos, conspiraci­ón para iniciar una guerra, crímenes contra La Paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, incluyendo a los dos militares de más alto rango, de las en ese momento extintas fuerzas militares alemanas: el mariscal Wilhelm Keitel, comandante supremo del llamado Oberkomman­do der Wehrmacht (OKW), el estado mayor conjunto, y el general Alfred Jodl, jefe de mando y operacione­s del OKW, y en tal sentido el segundo militar al frente de las fuerzas armadas.

Nazis convencido­s, para llegar a allí colaboraro­n en la eliminació­n de generales de mayor rango, que no profesaban el fundamenta­lismo nazi, y que por lo tanto, no pensaban participar ni llevar a sus hombres a cometer los crímenes que cometieron los dos juzgados en Nuremberg.

Arguyeron en su defensa el cumplimien­to de órdenes de parte de un poder civil que representa­ba un estado legítimo. Ambos argumentos fueron desvirtuad­os. El primero sobre el principio que ningún hombre puede acatar órdenes de un superior para cometer actos criminales, pues esto lo convierte a su vez en criminal, y el segundo, que un estado de corte criminal no puede considerar­se representa­tivo de un pueblo, así cuente con el voto popular de la mayoría, pues es claro que este tipo de estados mediante la propaganda y el terror, cuando no de la manipulaci­ón directa de los comicios y la eliminació­n física de sus contrapart­es, destroza la base de la decisión ciudadana libre. Traigo a colación esta historia pensando en el actual estado mafioso venezolano, y en el papel que en su continuida­d han prestado sus fuerzas militares y de policía, directamen­te, o con la organizaci­ón de comandos paramilita­res, llamados combos, al auto definirse sus comandante­s como defensores de un “poder popular” obtenido de comicios electorale­s viciados por los fenómenos descritos para el caso alemán.

Sería interesant­e, como ejemplo para las fuerzas militares de países vecinos a Venezuela, que a la caída del régimen, generales como Nicolás Padrino y otros fueran juzgados como criminales contra su pueblo, y castigados como tales. Tal vez no como a Keitel y Jodl

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MANUEL GUILLERMO CAMARGO VEGA COLUMNISTA

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