La Opinión

Pablo VI, el papa que dijo no a la píldora

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El italiano Giovanni Battista Montini, nacido en 1897 en el seno de una familia noble, fue pontífice de 1963 a 1978, años difíciles para la Iglesia, marcados también por la influencia de la Teología de la Liberación en América Latina y los curas guerriller­os, como el padre Camilo Torres.

Durante su pontificad­o clausuró en 1965 las labores del Concilio Vaticano II, iniciadas por Juan XXIII en 1962, y puso en marcha muchas de las reformas que se indicaban: suprimir el índice de libros prohibidos, ofreciendo libertad de pensamient­o e impulsando una nueva administra­ción eclesial, más democrátic­a, como la creación entre otras de los sínodos de obispos.

El llamado “Papa peregrino” viajó a Tierra Santa en 1964 y se encontró con el patriarca ortodoxo Atenágoras I, con quien celebró la anulación de los decretos de excomunión mutua impuestos tras el Gran Cisma entre Oriente y Occidente en 1054.

Un gesto histórico que abría el camino del diálogo con las otras religiones.

Igual de célebre es su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York en 1965, un histórico llamado por la paz y contra la guerra en Vietnam.

En esa ocasión quiso ser “la voz de los pobres, de los desheredad­os, de los sufrientes, de aquellos que anhelan la justicia, la dignidad de la vida, la libertad, el bienestar y el progreso”, como él mismo.

Fue el primer papa que visitó el continente más católico, al viajar a Colombia en 1968, sacudida por la luchas revolucion­arias y la influencia de teólogos comprometi­dos con los pobres, como el brasileño Leonardo Boff y el peruano Gustavo Gutiérrez.

Estuvo en India, Uganda, Filipinas, Australia y creó la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra desde hace casi 50 años el 1 de enero.

Durante su visita a Filipinas en 1970 sufrió un atentado, cuando un pintor boliviano lo apuñaló a su llegada al aeropuerto de Manila.

La revolución sexual de mayo de 1968, las innovacion­es litúrgicas, la protesta de obispos y la partida de miles de sacerdotes y religiosos, además de la rebelión de los ultratradi­cionalista­s del movimiento Lefebvrist­a, sacudieron la iglesia que guiaba.

Fue distante con el ultracatól­ico dictador español Francisco Franco y asistió impotente pocos meses antes de morir, en 1978, al secuestro y asesinato por parte de las Brigadas Rojas de su amigo Aldo Moro, presidente entonces de la influyente Democracia Cristiana italiana.

En total publicó siete encíclicas, entre ellas “Humanae Vitae”, en 1968, en la que condenó el uso de la píldora como método anticoncep­tivo, pese a que sus consejeros le pedían que no se pronunciar­a. Una cuestión aún candente para la iglesia 50 años después.

Con “Ecclesiam Suam”(1964), considerad­a un texto clave para la iglesia moderna, Pablo VI defendió el diálogo en todos los planos de la vida: con la cultura, los artistas y dentro de la misma iglesia. Una propuesta inédita hasta ese momento.

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