El doctor
hondo pesar que sentía la Academia Nacional de Medicina por su deceso.
Cuando terminó sus estudios en México y los Estados Unidos, le fueron ofrecidas varias alternativas de trabajo en esos países, pero él sentía el férreo compromiso con su tierra y tomó la determinación de vincularse de manera definitiva a Cúcuta, desde donde ejerció su ministerio y su apostolado, ofreciéndole de paso el numen fecundo de su genio.
Julio era un hombre un poco tímido; exageradamente prudente, medía minuciosamente las palabras que pronunciaba y su expresión reflejaba cabalmente su bagaje cultural y académico. Era capaz de expresar una amabilidad y respeto asombrosos a cualquier persona que se le acercara, lo que le significó el acatamiento y el reconocimiento permanente de las gentes de la región que encontraron en la personalidad de quien aprendieron a llamar como ‘el doctor Coronel’ a un ser lleno de merecimientos en el fondo de su atrayente personalidad.
En el campo familiar era afable, cariñoso y solidario; defendía celosamente su espacio hogareño con Marina su esposa, con Titina su hija, y posteriormente con la llegada de sus nietos Sofía Cristina y Julio Eduardo, colmó un espacio de inmenso afecto que le permitía un disfrute familiar lleno de alegrías y de profundas satisfacciones.
Esa figura menuda, de impecable vestir, de rostro afable, de mirada tierna y expectante, fue la que nos acostumbramos a admirar todos los que lo conocimos. El doctor Coronel fue una Institución para Cúcuta y Norte de Santander, y pienso sin lugar a equivocarme que él no ha muerto, pues su recuerdo nos asistirá siempre, nos continuará amparando, y su talento iluminará todas las generaciones por venir.
Buen viaje Julio. Usted se merece la dicha prometida de la eternidad, porque fue un hombre que cumplió con todas las expectativas y exigencias de su existencia. Las lagrimas que caen de nuestros rostros, no tienen otro significado que la inclinación reverente y grandiosa a todo lo que usted supo ser.