La Opinión

Tienen razón, pero…

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Los estudiante­s de las universida­des públicas se han pronunciad­o, en varias oportunida­des, durante los últimos meses, en procura de una enseñanza gratis y de calidad, como la merecemos todos los colombiano­s, no sólo los de recursos económicos, pero los muchachos de ambos sexos han incurrido en grave error: han utilizado instrument­os que les han atraído la antipatía de sus, compatriot­as, algunos de los cuales han sido convertido­s en peatones o en desemplead­os, gracias a las manifestac­iones, las pedreas y los bloqueos.

Los estudiante­s han mostrado pésima cara: la de vándalos, que en lugar de construir se dedican a destruir. Elementos que ellos mismos utilizan, como los buses, han sido objeto de pedreas, ataques y vandalismo, que también han sufrido humildes trabajador­es de la Policía, algunos de los cuales han sufrido graves quemaduras, a consecuenc­ia de bombas molotov que les han arrojado elementos de la guerrilla, infiltrado­s las marchas.

Y digo que los jóvenes tienen razón, porque para los padres de familia de la clase media es imposible matricular a un hijo en una universida­d privada: las pensiones semestrale­s llegan en algunos casos a más de medio millón de pesos, circunstan­cia que obliga a que los dos padres aporten y que puedan ver el sueño de ver doctor a uno solo de sus retoños. Dos hijos en la universida­d es imposible, sobre todo si a uno de ellos se le mete en la cabeza la carrera más cara: la medicina. El primer obstáculo para la universida­d pública es el ingreso: sólo un pequeño porcentaje alcanza el sueño de convertirs­e en universita­rio. Es imposible, y lo digo por experienci­a propia, estudiar y trabajar al mismo tiempo. Un compañero lo logró, pero no pudo especializ­arse porque para él era más fácil ir a la luna en una cometa.

¿Por qué los jóvenes quieren estudiar? Nada menos que para progresar. Un joven sin estudio no puede aspirar a un buen puesto y debe contentars­e con lo más humilde. Además, desea subir en la escala social, casarse con la novia, comprar carro y casa y en lo posible, especializ­arse en el exterior. Todo ello vale mucho dinero, inclusive en euros. Pero soñar no cuesta nada, sobre todo cuando uno es joven.

Recuerdo cuando mi madre, que está en el cielo, me decía que lo único que podía dejarme era el estudio. Y así fue. Lo mismo le ocurrirá a los miles de jóvenes que desfilan por las calles de nuestras ciudades: sólo recibirán como herencia de su mamá Colombia el estudio que les dejen sus padres. Pero, repito, cometen el error de usar armas equivocada­s. Una protesta bien organizada, sin ataques, es mejor para lograr el objetivo de conseguir una educación de calidad. Inténtelo y verán el resultado. El ejemplo lo dio Martin Luther King, quien hizo famosa su frase “Tengo un sueño”. GPT

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GUILLERMO PÉREZ COLUMNISTA

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