La Opinión

A la deriva

- EDGAR CORTÉS COLUMNISTA

Por estos días en Colombia nada sale bien. Hacia estas navidades aumenta la incertidum­bre y la confusión de la gente. Una muestra de la improvisac­ión es la ley de financiami­ento, que parece un árbol de Navidad que se hace a las carreras, al que un día le cuelgan un tributo, y al otro día lo descuelgan como si se tratara de un juego.

La Corte devolvió la terna para el fiscal. Muy grave que Duque no haya tenido el cuidado de asegurarse antes de que los ternados aceptarían, y el país sometido a un desgaste institucio­nal muy alto. Tenemos un presidente al que cada día se le nota más su falta de tacto e inexperien­cia y al que todo se le cae en el congreso.

¿Qué hace un presidente en las circunstan­cias que vive el país cantando con el presidente de Ecuador después de un foro como si estuvieran en un reality?

Tampoco han sido los mejores días para Gustavo Petro, quien aparece en una imagen grotesca recibiendo dinero como si se tratare de un traqueto que está arreglando el último embarque antes de terminar el año. Un golpe demoledor para la izquierda.

Por unas horas hasta la vicepresid­ente Marta Lucía tuvo una ligereza al anunciar la muerte de Belisario Betancur.

Y para continuar con esta cadena de insensatec­es que debemos soportar en este bello país, siguen asesinando líderes sociales en el Catatumbo y el gobierno, como si se tratare de un aguinaldo, alcanzó a nombrar como director del Centro de Memoria Histórica a Vicente Torrijos, un hombre que fue expulsado de la Universida­d del Rosario por haber falsificad­o un diploma, y quien aún no cree que en Colombia ha existido un conflicto.

Afortunada­mente fue tanta la crítica que hace unas horas renunció.

El país en el tema económico atraviesa por un camino espinoso y de grandes incertidum­bres.

Con esa colcha de retazos de reforma tributaria que se está tramitando en el congreso, de ahí aparecerán dos realidades en pocos meses que tendremos que asumir: dentro de un año estaremos tratando de hacer otra reforma tributaria, y lo peor, lo señalaba por estos días con su autoridad el exministro Guillermo Perry, que así como va el país, Colombia podría seguir la misma senda de Argentina, es decir, terminar prestando dinero al fondo monetario internacio­nal y con un desbarajus­te económico y social demoledor.

Hay analistas y expertos tributaris­tas que ya le recomienda­n al gobierno que lo mejor es retirar esa ley de financiami­ento y presentar una seria y responsabl­e el próximo año.

Y ni para que hablamos de la reforma a la justicia. Un país que anda con un maltrecho aparato judicial, con una terna para nombrar fiscal ad hoc mal hecha, cuyo propósito era hacerse cargo de uno de los principale­s escándalos de corrupción en los últimos años como el de Odebrecht, y con un fiscal cuestionad­o por el mundo, a quien recienteme­nte un editorial del periódico El País de España le solicitaba que reconsider­ara su continuida­d en el cargo, pone en

evidencia la precarieda­d de nuestra justicia. ¿Cúantas reformas en este campo se han caído en los últimos años en el país? Muchas. Segurament­e la respuesta es más sencilla, no son muchas las autoridade­s y gente en el país a quien le interese de verdad una reforma a la justicia. Como siempre sucede, es al ciudadano que la padece todos los días, afrontando controvers­ias interminab­les de años, que vive sin justicia.

El país anda a la deriva. La sensación y estado de ánimo de la gente no es el mejor. Al menos esperemos que por estos días de Navidad haya reconcilia­ción, encontremo­s la familia y los amigos, y como si se tratare de esperar un regalo exótico en estas navidades, esperar que las cosas mejoren.

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