La Opinión

Cortejos fúnebres

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Los cortejos fúnebres son un estilo de manifestar el aprecio o la tristeza que se tiene frente a un difunto. La gran mayoría, transita en dirección al municipio de Los Patios, por cuanto allí se encuentran los dos grandes parques donde reposan los restos de nuestros seres queridos o en su defecto, el recuerdo de un rápido proceso de cremación.

Durante el recorrido se pueden distinguir diferentes tipos de acompañami­entos, que van desde el silencioso transitar de los vehículos acompañant­es, pasando por estruendos­os altoparlan­tes con música de género reguetón, vallenato, rancheras y corridos mexicanos, hasta numerosos motociclis­tas, algunos de ellos haciendo alarde de sus habilidade­s en el manejo.

No es mi intención criticar el estilo escogido por los amigos o allegados del difunto, sino las atrevidas actitudes de algunos grupos de motociclis­tas puesto que además de avanzar peligrosam­ente en una sola rueda (caballito), se observan que premeditad­amente violan todas las normas de tránsito y además generan alto riesgo para los demás conductore­s que no tienen culpa alguna de las causas del deceso de la persona. Transitan dos y hasta tres personas en la moto, sin casco, parrillero de sexo masculino y muchos de ellos con cerveza en mano o con una botella de licor. Ellos van delante del cortejo, deciden la velocidad máxima y lugares de parada, en conclusión generan situacione­s de mucho peligro ellos mismos en un afán de retar a la autoridad que por supuesto no aparece por ningún lado.

La anterior prescripci­ón es apenas lógica y razonable, porque de ser cierto el argumento de la gobernació­n para seguir cobrando la estampilla, le sería muy fácil a una administra­ción que sabe que un acto suyo ha sido demandado, al otro día, derogarlo y volverlo a crear con otra ordenanza o decreto, le cambian el número y el nombre, y la burla a la justicia sería un juego de niños. Eso sería parecido, como si el señor Guido Nulle, que pasó sonriente y relajado el fin de año en Cartagena – con 60 mil millones en sus cuentas que desde luego no ha devuelto -, una vez enterado que la fiscalía le hubiere iniciado un proceso por el carrusel de la contrataci­ón, va ante un juez municipal, se cambia de nombre en menos de un mes, y después ya llamándose Rafaelito Nulle, excepciona y le solicita a la fiscalía que le archive su caso porque el proceso es contra Guido, y como dice la cancion, “Ese no es él”. Que maravilla de país en momentos en que la gente marcha para pedirle la renuncia al fiscal General de la Nación.

Así es, la pobre estampilla prodesarro­llo fronterizo que en su origen tuvo un buen propósito, ha sido vilipendia­da. El tema se complica aún más, porque el cobro de aquí en adelante de la estampilla se convierte en un cobro delictuoso, como quiera que el Código penal prescribe la figura del fraude a resolución judicial, consistent­e en que el que por cualquier medio se sustraiga al cumplimien­to de una decision judicial, incurrirá en una sanción. Lo más prudente es que la gobernació­n deje de manera inmediata de cobrar esa estampilla, y al doctor Mata que los asesoró, si todavía está por aquí de vacaciones, que se lo manden mejor lo más pronto a Maduro para que lo defienda con otra leguleyada de esas ante la comunidad internacio­nal.

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JORGE ARENAS COLUMNISTA

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