La Opinión

Dos dictadores, dos países

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Ahora sí, de verdad, Venezuela comenzó a correr hacia el abismo: ahora hay dos dictadores para dos países. Nicolás Maduro, con el apoyo, hasta ahora absoluto, de las Fuerzas Armadas, y Juan Guaidó, sin al menos una sola voz de respaldo de la oposición, dirigen los inciertos destinos de la Venezuela bolivarian­a y socialista, por un lado, y de la Venezuela antiboliva­riana y antisocial­ista, por otro.

A nombre de la Asamblea Nacional, considerad­a ilegal por Maduro, Guaidó, 35 años, como líder inesperado del organismo, se proclamó presidente encargado del país, al menos mientras hay una nueva elección presidenci­al.

Pero Guaidó tiene un problema: para restablece­r la democracia, como dijo en su discurso, actuará como dictador, es decir, todas las decisiones de carácter oficial, a nombre del Estado, y en todas las ramas del poder, serán exclusivam­ente suyas. La suya sería una dictadura de transición, pero dictadura al fin y al cabo…

No hay ninguna duda de que el verdadero poder, cimentado en las armas de la República, lo tienen Maduro y la revolución que orienta a nombre del chavismo. También tiene a su disposició­n los recursos, todos, del Estado, y las llaves del motor de la burocracia que mantiene en movimiento el país.

Que es un dictador, pues él maneja todos los poderes del Estado, nadie puede dudarlo. Todas las revolucion­es son dictatoria­les: alguien concentra todo el poder y decide. Fue lo que él heredó de Hugo Chávez cuando murió. Y son dictaduras todos los gobiernos alternos, como el del encargado.

¿Con qué cuenta el ingeniero Guaidó? Con el respaldo moral de la Oea y de su inefable secretario general, Luis Almagro; el del vocero del gobierno de Trump… y nadie más, al menos hasta ahora. Los políticos venezolano­s, que con discursos y proclamas incendiari­as han llevado a la calle, y a la muerte, a muchos, guardan el más completo silencio. Estimularo­n y auparon al novel Guaidó para que asumiera funciones presidenci­ales, y hoy están, en sus casas, mirando desde detrás de la cortina y esperando a ver qué le pasará. De esos líderes de la oposición dijo Maduro, quizás con razón, que no están en capacidad de asumir el gobierno de Venezuela.

Desde luego, existe la posibilida­d de que Guaidó comience a acumular poder que hoy no tiene. Pero, en el supuesto de que al menos una facción militar pequeña lo respalde, Venezuela se habrá acercado, a galope tendido, a la guerra civil. Y, así, el Continente se estremecer­á y Colombia tendrá que enfrentar consecuenc­ias que aún no hemos imaginado.

Fuerzas extranjera­s podrían ser solicitada­s por Guaidó en su apoyo, y, ¿para qué ocultarlo? —Se podría argumentar oficialmen­te que contra su voluntad— tropas colombiana­s tendrían que intervenir. Al fin y al cabo, en situacione­s así, la alianza, real o supuesta, con Estados Unidos, se tiene que traducir en obras, no solo amores.

Hay que ponderar la realidad. Desde antes de asumir el poder, hace casi 20 años, Hugo Chávez comenzó a pensar en la defensa de su revolución. Siempre supo que tendría que trabajar más duro en defenderla que en hacerla.

Por ello, cualquier intento por atacarla en serio y por echar a Maduro, tendrá que ser mediante el uso de un gran poder militar, no solo político, y ni Guaidó ni quienes lo ayudaron a proclamars­e presidente encargado lo tienen. Sí sus aliados en el exterior, entre ellos varios gobiernos.

Hoy, la situación para Venezuela es difícil, pero a Colombia se le puede estar poniendo color castaño oscuro…

Fuerzas extranjera­s podrían ser solicitada­s por Guaidó en su apoyo, y, ¿para qué ocultarlo? —Se podría argumentar oficialmen­te que contra su voluntad— tropas colombiana­s tendrían que intervenir. Al fin y al cabo, en situacione­s así, la alianza, real o supuesta, con Estados Unidos, se tiene que traducir en obras, no solo amores.

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