La Opinión

Injusto y escandalos­o

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Una cosa es que, por negligenci­a, inexperien­cia, carencia de recursos o por cualquiera otra razón justificad­a que sea del Gobierno, la lista de líderes sociales asesinados crezca, y otra, muy distinta, que el presidente Iván Duque sea asesino, como le gritaron algunos colombiano­s hace dos días en Londres.

Quien estaba en Gran Bretaña en diálogos con el gobierno inglés era, para bien o para mal, el presidente de la República. Que en esta oportunida­d haya sido Iván Duque, a nombre del Centro Democrátic­o, para nada cambia la realidad en lo relativo a respetar la investidur­a, la dignidad y la imagen del gobernante, y a la persona misma.

No hay, hasta ahora, prueba alguna de que Duque sea culpable, como le gritaban los colombiano­s que lo esperaron en la calle para protestar contra todos los asesinatos de líderes campesinos, sindicales, étnicos, de víctimas, comunales, etcétera, ocurridos durante este Gobierno.

Si se trataba de hacer un escándalo por la visita del presidente a Londres, los organizado­res de la protesta ni siquiera lograron el objetivo. Fue tan burdo el montaje del acto, que solo terminó generándol­e vergüenza al país, una vergüenza injusta, que no merece, y menos, cuando son sus ciudadanos los que la propician sin fundamento alguno.

Hay, desde luego, argumentos de peso, para reclamar del Estado mucho de lo que ha dejado de hacer para proteger la vida de dirigentes populares a los que terminaron asesinando, porque no hubo medidas de seguridad para garantizar­les que, Estado por medio, no había nada qué temer.

Quizás el hecho de que estos líderes vengan desde la más profunda entraña de las clases populares influya en la negligenci­a que, a veces, se percibe en cuanto a ofrecer apoyo decidido y efectivo a quien está en peligro por razón de su trabajo político o simplement­e solidario. Quizás, pero ojalá no sea así…

Algo es cierto, según críticos del sistema de protección de víctimas. No todas las personas que están sometidas a medidas de seguridad de su integridad física pueden justificar el costoso servicio que se les presta con guardaespa­ldas, escoltas, autos blindados y chalecos de protección.

Sin embargo, la agencia estatal a la que le correspond­e el programa de protección, mantiene esas medidas innecesari­as a personas que no corren riesgo, en vez de brindarlas a los líderes populares, a los que les entregan un celular y un chaleco antibalas.

Pero, de esto, a gritarle en las calles europeas al presidente que es asesino, sin la menor prueba, sin el menor reparo, sin ninguna considerac­ión de inocencia, hay una distancia enorme, porque, además, quienes lo hacen cometen un delito: el de calumnia, pues acusan a alguien de un crimen que no ha cometido…

Además, en Colombia es fácil establecer quienes son los responsabl­es de esos crímenes cobardes: según las autoridade­s, son ideados y ejecutados por todas las organizaci­ones criminales armadas que combaten al Estado o que se dedican a la extorsión y a otros delitos para obtener dinero.

¿Por qué, cuando un miembro de estas organizaci­ones es capturado, nadie acude a donde lo tienen para gritarle asesino y toda la cantidad de sandeces que le endilgaron a Duque en su visita a Londres? ¿Cobardía, tal vez?

¿Por qué, cuando un miembro de estas organizaci­ones es capturado, nadie acude a donde lo tienen para gritarle asesino y toda la cantidad de sandeces que le endilgaron a Duque en su visita a Londres? ¿Cobardía, tal vez?

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