Consideraciones sobre la barba y los barbados
Tengo una amiga que se muere por los hombres con barba, según me lo confesó. Y, en verdad, yo no sé qué les verá a los barbados. Y lo digo no por envidia ni por resentimiento por yo haber salido lampiño. No. Lo digo porque recuerdo las enseñanzas de mi mamá cuando veía a alguien con barba larga: “Ese tipo es un cochino, en su barba deben acampar piojos y pulgas. A usted ni se le ocurra algún día, cuando le salga barba, dejársela crecer, porque cojo un cuchillo y se la afeito”. Mi mamá no tuvo necesidad de cumplir sus amenazas, porque nunca me salió barba suficiente como para que creciera y descendiera pecho abajo.
Cada quien tiene derecho a dejarse crecer lo que le crezca. Yo, que soy creyente hasta más allá del Credo, me inclino ante la barba del Padre Eterno, que nos creó, y ante la barba de Jesús, que murió por nosotros, y ante las alas del Espíritu Santo, que nos ilumina.
Los patriarcas y profetas del Antiguo Testamento tampoco me caen mal por sus barbas. No me imagino al pobre Moisés, sin barba, rompiendo piedras en busca de agua para darles de beber a los hebreos. Ni al borrachito de Noé, sin barba, caído de la rasca, mirando llover y llover, desde su arca.
Hay barbas famosas como la de Marx y la de Fidel Castro, culpables de los estragos que ha hecho el socialismo, donde quiera que lo han ensayado. Muchos científicos, investigadores, escritores y artistas han lucido sus barbas como parte de su personalidad.
Eso está bien, o estuvo bien. Lo que no entiendo es la posición de mi amiga y de otras mujeres, que se enamoran de tipos barbados, y a nosotros, los limpios de corazón y de mejillas, ni siquiera nos miran.
Cuando yo estaba en el colegio, los más grandes nos aconsejaban a los que les seguíamos, que nos afeitáramos todos los días, en seco, para que rápido ingresáramos al combo privilegiado de los barbados. ¡Mentiras! Yo vivía con los cachetes rojos, de tanta afeitadera, y jamás pasé de los dos o tres pelos que siempre me han acompañado.
En cambio fui bigotudo. En la universidad era reconocido desde lejos por mi bigote poblado, basto y ancho. Algunos me llamaban bigote´brocha, otros me señalaban como el de bigote mazamorrero y no faltaban los que le decían perversidades, groserías y obscenidades a
son nulos, conforme a la jurisprudencia del Consejo de Estado y de la Corte Constitucional.
Si el VAR se hubiese impuesto en el año 2007, el convenio de desempeño entre el Ministerio de Hacienda (¿la nación?) y Municipio de Cúcuta y EIS CÚCUTA SA ESP habría sido declarado nulo por cinco causas y en últimas por “offside” , pues reconoció una deuda prescrita que era de otra entidad. Ahora nos toca demandarlo y sentarnos a esperar una eternidad.
Si el VAR hubiese existido en el 2003 el Contrato de las Escombrera de Cúcuta, no se habría llevado con tanta fortuna más de diez mil millones de pesos en 16 años de los cuales tiene que devolver por ahora unos cuatro mil; Gracias a Jorge H. Moreno y al suscrito coadyuvante, que obtuvimos el fallo favorable en primera instancia.
Porque en ese proceso, el abogado de la alcaldía, de la curaduría 1ª y de la Contraloría municipal están a favor del contratista, miren el expediente, pese a que el Señor alcalde está contra FUNAMBIENTE.
Si el VAR hubiese existido en el 2007 no habrían podido firmar los “Otro Sí” números 1, 2, 3, 4, 5 entre EIS CUCUTA SA ESP “el operador de hecho” del acueducto y alcantarillado de Cúcuta. Un pitazo los habría anulado, por violar el contrato 030 de 2007 y la ley.
Si el VAR hubiese existido en el 2010, las dos ordenanzas que crearon el acueducto metropolitano de Cúcuta las habría anulado por violar la Constitución y la ley, pues cuando salga el fallo de las altas cortes ya el nuevo gobernador habrá contratado y terminado la reformulación del proyecto del Cínera y el Presidente Simón Gaviria Muñoz habrá puesto la primera piedra del embalse multipropósito de “Cínera”. +
Si como dicen Humberto y Gustavo: ¡Que viva el VAR!, porque la Justicia es lenta y… terrible.