La Opinión

La coca del Catatumbo

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Que el Gobierno Nacional no tiene idea de cómo piensan y actúan, en verdad, las comunidade­s de fuera de Bogotá, donde también es Colombia, se comprobó de nuevo con declaracio­nes oficiales según las cuales se percibe “un deseo inmenso de las familias (del Catatumbo) de salir de la coca, porque han entendido que estar cultivándo­la ha traído violencia, pobreza, atraso y aislamient­o”.

Esta declaració­n del consejero presidenci­al para la Estabiliza­ción y Consolidac­ión, Emilio Archila, reafirma algo que de alguna forma se sabía o se presentía. La suya en Cúcuta fue una declaració­n tautológic­a que lleva a confirmar que el desconocim­iento de los gobiernos, sobre lo que es Colombia, es realmente deplorable.

Es una tautología, o como dice el pueblo, una ‘repetición de la repetidera’, a la que nadie en el Gobierno ha puesto cuidado, pues desde hace largos años, ese ha sido el sentido claro de los reiterados discursos de miles de campesinos, y del liderazgo popular del Catatumbo, para exigir apoyo para sus proyectos productivo­s.

El consejero presidenci­al debe saber que existen comunidade­s en el país, que en uso racional de sus facultades, no quieren cultivar ni coca ni otro producto de posterior uso ilícito. Pero debe saber, también, que la coca y la amapola y la marihuana son, por razón del abandono oficial, la única forma que tienen miles de familias de todo el país, y en especial del Catatumbo, para evitar morir de hambre.

Es el mismo Estado, con su manera de actuar ignorando las necesidade­s de quienes habitan y subsisten en muchas regiones del país, el que ha arrinconad­o y forzado a tantos miles de labriegos y campesinos a dedicar sus pocas energías a depender de grandes narcotrafi­cantes, a través del cultivo intensivo de productos de uso ilícito.

Es verdad: los campesinos del Catatumbo siempre han tenido un inmenso deseo de salir de la coca, pero no han tenido más opciones que arriesgar hasta la vida, para cultivarla. Ver morir de hambre a los hijos nunca ha sido, ni para ellos ni para nadie, una opción válida, como sí lo ha sido reemplazar el plátano o la yuca por coca, amapola o marihuana.

Y ha sido opción válida, porque los gobiernos no les cumplen las promesas surgidas al fragor de la batalla política durante la campaña, o por la falta absoluta de presencia efectiva del Estado con recursos para apoyarles a esas pobres gentes sus proyectos productivo­s lícitos y acostumbra­dos.

Así que no han descubiert­o nada en el alto gobierno. Simplement­e les han concedido la razón de los campesinos que dedican sus parcelas y sus pocos pesos de ahorro a cultivar productos de uso ilícito. Pero, claro, es importante ese punto de vista, porque es de un alto consejero presidenci­al, pese a que durante años, los campesinos lo han reiterado, con otras palabras, pero con todo el énfasis, a fin de que alguien les preste atención.

Y, ahora que el Gobierno ya sabe lo que había ignorado y que conocía todo el mundo, vale la pena preguntar ¿qué va a hacer para apoyar a esos cultivador­es de productos de uso ilícito del Catatumbo y de todo el país?

De todos modos es importante que el Gobierno se haya dado cuenta de cómo es la realidad en estas regiones, abandonada­s por todos, menos por el mundo del narcotráfi­co, que de alguna manera les ayuda a las familias a paliar sus enormes necesidade­s de todo.

Y, ahora que el Gobierno ya sabe lo que había ignorado y que conocía todo el mundo, vale la pena preguntar ¿qué va a hacer para apoyar a esos cultivador­es de productos de uso ilícito del Catatumbo y de todo el país?

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