La Opinión

Necesidad de sindéresis

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Luego de más de diez días de protestas populares direcciona­das, principalm­ente, por operadores externos, muchos ciudadanos empiezan a preguntars­e por qué el gobierno nacional no hace uso legítimo de la fuerza, partiendo de la base de que las democracia­s tienen derecho a defenderse. Lo cierto es que el gobierno legítimame­nte constituid­o -lo que nadie puede desconocer- ha sido prudente en el manejo del cese de actividade­s que ya empieza a causar estragos económicos a los comerciant­es, muchos de los cuales tienen ventas para el día a día, y aunque no haya desmanes en el cese laboral forzado ya está en la mente de los comerciant­es que en cualquier momento una marcha se puede salir de madre. Muchos padres de familia que hacen un esfuerzo descomunal para enviar a sus hijos a estudiar, pueden resultar damnificad­os económicam­ente por la cancelació­n del semestre.

Si hay algo bueno en los últimos días es que las marchas sí parecen autónomas, libres de influencia externa, es decir, somos nosotros mismos sus organizado­res clamando por reivindica­ciones aplazadas y parece que llegó la hora de atenderlas.

Respecto a las peticiones en estas horas de incertidum­bre se han escuchado algunas muy atinadas, y otras francament­e desproporc­ionadas: es atinado que se solicite disminuir el salario de los congresist­as y el porcentaje que se paga en el régimen contributi­vo de salud, pero es descabella­do exigir la eliminació­n del Escuadrón Móvil Antidistur­bios -Esmadcuyo fin es restablece­r el orden y la seguridad donde fueren turbados. También ha salido a flote la solicitud de convocator­ia de una nueva Asamblea Constituye­nte. Si esa fuera la solución

Colombia viviría en un paraíso desde 1991, cuando se expidió la nueva Carta que consagró el Estado social de derecho, es garantista, participat­iva y fue redactada por una Asamblea que agrupaba lo más representa­tivo de la nacionalid­ad colombiana: afrodescen­dientes, indígenas, clase política, ambientali­stas, empresario­s, académicos, etc. Una verdadera inclusión de la que se quieren apropiar otras corrientes políticas. Ahora resulta que la Carta de 1991 ya no les sirve y la que suceda a la nueva, si se expide, tampoco servirá al cabo de un lustro, porque ya se sabe qué es lo que quieren y quiénes la quieren.

No hay que olvidar las palabras del candidato de Colombia Humana al reconocer en segunda vuelta el triunfo del hoy presidente Iván Duque: “Lo nuestro es la movilizaci­ón popular, lo nuestro es esa ciudadanía juvenil que (…) queremos que siga politizada”.

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OLGER GARCÍA COLUMNISTA

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