La Opinión

Trancones, medallas y Bolívar

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El calor arreciaba, los trancones arrancaban madrazos y los invitados llegaban tarde. De nada le valieron al obispo su cachuchita morada (perdón, el solideo), ni su carisma de cura intelectua­l, porque los trancones no lo dejaron llegar a tiempo. Lo mismo pasó con el alcalde y el gobernador, que entraron al recinto, rojos de la vergüenza por la tardanza, ellos de ordinario tan imbombos, que nada ni nadie los enrojece.

Afortunada­mente, una violinista, como caída del cielo, por su belleza y las melodías que le arrancaba a su instrument­o, hacía las delicias de los que iban llegando, de manera que fue ella quien salvó la situación. Yo la comparé con un ángel que se había escapado de los ensayos celestiale­s para la noche del 24, que ya estaba cerca.

Pero, tímido como soy, no me atreví a interrumpi­rle su concierto para decírselo.

Hay que reconocer, en honor a la verdad, que algunos y algunas llegaron a tiempo (más cumplidos que novia fea) y se fueron acomodando cerca de las viandas y del vino. De algo les tenía que servir la madrugada. Madrugada, tampoco, porque la cita era a las 4 de la tarde.

Estábamos inaugurand­o la remodelaci­ón del salón Santander, de la Academia de Historia del departamen­to, que estaba como una moza estrenando vestido, zapatillas y peinado. Moza es muchacha, según el diccionari­o de la Real Academia de la Lengua.

Desde que uno llega, ve los cambios significat­ivos. Afuera, donde antes se sentaban marihuaner­os a meter vicio, ahora reverdece un jardín, obra de Corponor. Goyo todos los días manda una cantimplor­ita con agua para el riego, y unas paletadas de tierra negra con abono.

En la puerta, un aviso gigante dice Academia de Historia de Norte de Santander, para que nadie tenga el pretexto de decir que no sabe dónde queda y no encontró la sede de los historiado­res.

Adentro, los estantes de libros llegan hasta el techo, y así, el espacio se amplió; el piso es reluciente con baldosas que parecen espejos; las columnas son ahora de granito; las paredes estrenan pintura; las luces son de las modernas, no sé si es un aporte de Centrales Eléctricas, cuyo gerente es miembro honorario de la Academia. Hay nuevos bustos, nuevas placas, nuevas retratos, nuevas cajas para los archivos. Todo, todo es nuevo. Lo único viejo son las escrituras y

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GUSTAVO GÓMEZ ARDILA COLUMNISTA

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