Trancones
algunos académicos que dormitamos a la hora de los discursos.
El artífice de este milagro se llama Luis Fernando Niño, quien es el actual presidente, y no se sabe si atracó a alguien o se alió con algún prestamista, que también los hay en los alrededores. A su lado, la primera dama de la Academia, su esposa Jénnifer, no le pierde patada y es su estímulo, su consejera y la que le mete pellizcos de cuando en cuando, si el presidente trata de descarrilarse. Por algo dicen que detrás de todo hombre grande (mide casi dos metros) hay una gran mujer.
Empezó, pues, la función aquella tarde de viernes 20 de diciembre. Sonaron los himnos, el Obispo bendijo, pero le faltó el agua bendita, el presidente dio las gracias y el académico Ciro Pérez habló sobre Simón Bolívar. Porque ese era el pretexto, conmemorar un año más de la muerte del Libertador. Por la mañana, el académico Mario Villamizar Suárez había enviado un mensaje lastimoso, por redes sociales: “Murió Bolívar”. Muchos tuvimos que preguntar cuál Bolívar. Afortunadamente se trataba de Simón Bolívar, el que murió hace un jurgo de años en San Pedro Alejandrino.
El verdadero motivo de la reunión era inaugurar las nuevas obras, y repartir a manotadas medallas, que le agradecimos al señor Presidente. Los expresidentes, los colaboradores, el director de la biblioteca, los amigos, en fin. Hasta yo, un humilde ex secretario, llevé del bulto. Me traje mi dorada medalla. ¿Por qué? No lo supe, pero me emocioné casi hasta las lágrimas, de modo que tuve que zamparme varios vinos para calmar la emoción.
Excelente la reunión, excelente la violinista, excelentes las medallas y excelentes los poemas de Fernando Chelle, poeta uruguayo, que ahora nos acompaña en la Academia. Ojalá Luis Fernando siga invitándonos a esas sesiones con medallas y todo. Aunque me toque comprar una cajita de pomada brasso.