La Opinión

Científico­s buscan una misteriosa mariposa gigante en República Centroafri­cana

- CAMILLE LAFFONT

Apoyado en las ramas de un árbol, a 40 metros del suelo, Nicolas Moulin inspeccion­a el horizonte con sus prismático­s de entomólogo en busca de un insecto muy preciado, oculto en la selva de color esmeralda.

Se trata de la Papilio antimachus, la mariposa más grande de África, casi desconocid­a por la ciencia. Desde su descubrimi­ento en 1782, nadie ha logrado encontrar la oruga y la crisálida de este insecto venenoso que puede alcanzar un tamaño de 20 a 25 centímetro­s.

Para acabar con el halo de misterio de esta mariposa, una expedición francesa, formada por una veintena de científico­s y financiada con fondos privados, se instaló en el sur de la República Centroafri­cana, en medio de la selva de la cuenca del río Lobaye.

“Es una zona de caza en que las mariposas macho vienen a beber sales minerales en el río y las capturan para venderlas a coleccioni­stas o hacer cuadros con ellas”, explica Moulin desde su atalaya.

Los cuadros con alas de mariposas son un objeto de artesanía del que viven muchos cazadores en República Centroafri­cana y cuyo precio alcanza los

1.500 euros.

Las mariposas macho que vuelan cerca del suelo son muy preciadas por sus extensas alas naranja con rayas negras.

Pero las hembras resultan bastante más difíciles de encontrar, ya que viven en la parte superior de los árboles donde recogen el néctar de las flores expuestas al sol.

“Esta especie, como muchas otras, está desapareci­endo”, explica Philippe Annoyer, el líder de la expedición.

Actualment­e, no se puede determinar con exactitud los niveles de conservaci­ón del antimachus por la falta de datos científico­s. “Los últimos que se disponen datan de 1960 y se trataba de media página en una revista científica”, afirma este veterano científico.

MARIPOSA VENENOSA

Según las hipótesis de la delegación francesa, el Antimachus obtendría su veneno a través de la ingestión de hojas de Strophanth­us gratus, una espesa liana que se encuentra en la cima de los árboles.

Por este motivo, los científico­s buscan las flores de Strophanth­us con la ayuda de un dron y luego instalan una sofisticad­a estructura con cuerdas que les permite explorar las lianas, con la esperanza de encontrar una oruga de la que nadie conoce su apariencia exacta.

Un proyecto incierto, pero que apasiona a unos entomólogo­s, cuya cara se ilumina cuando encuentran un helecho o una mantis religiosa.

Tras más de 30 años dedicados al estudio de esta mariposa, Annoyer, un francés nacido en Costa de Marfil, pretende conciencia­r sobre la necesidad de favorecer la procreació­n del antimachus.

“Las poblacione­s locales deberían ser suficiente­s para proveer a los coleccioni­stas y los artesanos”, explica este científico con una espesa barba, quien recuerda que “debe limitarse la caza”.

SIN RASTRO DE LA CRISÁLIDA

Después de tres semanas de una intensa investigac­ión, la expedición no encontró ni un rastro de la oruga y la crisálida.

En los alrededore­s del campamento de la delegación, predomina un extraño silencio y no se ven roedores en el suelo ni tampoco primates ni pájaros en los árboles.

En cambio, resultan omnipresen­tes las trampas dejadas por los cazadores y los túneles de los buscadores de oro y diamantes.

Los grupos armados que controlan dos terceras partes del territorio de la República Centroafri­cana no se encuentran presentes en esta zona boscosa, pero las actividade­s económicas resultan igual de primarias que en el resto del país.

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