Vuelve el tren
Con el interés que tenemos los que recordamos con cariño las épocas pasadas, leí noticia que me llegó a lo más profundo del corazón: se está estudiando la resurrección del tren, el sistema de transporte que hizo grande a los Estados Unidos y trajo el progreso a Colombia.
El sistema férreo fue construido en Colombia con el dinero que Estados Unidos nos pagó por “el robo” de Panamá, conectó al centro del país con la Costa Atlántica, Tolima, Huila, Santander, Boyacá y llevó el progreso a muchas regiones.
Colombia ha tenido la mala suerte de que a los altos cargos han llegado personas que piensan más en sus intereses que en el progreso del país.
Por ello, los ferrocarriles, que eran empresa de mostrar, a la cual aportó su inteligencia y su amor por el país mi ilustre abuelo, el capitán José María Pérez Varela, desaparecieron el día en que cayeron en las manos de sujeto, cuyo nombre no recuerdo, que ordenó su desaparición para dar lugar a la construcción de carreteras utilizadas por camiones que enriquecieron a sus propietarios al convertirse en monopolio del transporte.
Solo quedó un tren: el que iba al norte de Bogotá con estudiantes y viajeros ocasionales, algunos extranjeros.
Yo fui de Girardot a Bogotá en jornada que duraba siete horas e inclusive recorría varios kilómetros en reversa.
Pero las diferentes vías, por presión de camioneros, fueron desapareciendo hasta que vagones y locomotoras se convirtieron en chatarra.
Muchos fueron a adornar fincas de mafiosos, que se robaron hasta la emblemática número uno, que estaba a la entrada de la estación de la Sabana.
El tren, que hubiera servido para transportar toda clase de mercancías, hasta máquinas