La Opinión

Migrantes: el calvario de cruzar el páramo

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Largas caminatas al sol y al agua, un par de paradas estratégic­as para descansar y tomar una merienda en los albergues dispuestos en el camino, son solo parte de la travesía de los migrantes venezolano­s que a diario se adentran en la vía Cúcuta-bucaramang­a para llegar al interior del país.

Conozca cómo estas personas soportan caminatas de hasta 10 horas al día, y cómo deben sortear las dificultad­es para seguir con paso firme y no desfallece­r. La Opinión les muestra el panorama de decenas de familias que lo arriesgan todo en busca de una vida mejor en un país ajeno.

La muerte del niño Yoriángel Alonso Román, de dos meses de nacido, ocurrida la semana pasada es una muestra evidente de que los caminantes que llevan menores de edad necesitan que las autoridade­s nacionales y organismos internacio­nales que ofrecen ayudas humanitari­as, les garanticen al menos el transporte para que pasen sin dificultad­es la región de páramo.

Desde que emprenden el corrido desde Cúcuta, localizada a 320 metros sobre el nivel del mar, tienen que sortear todo tipo de situación como caminar bajo el sol largas jornadas, sortear el polvo, humo de los vehículos, la sed, hambre y la lluvia.

A medida que van avanzando sienten el rigor del frío que los espera en Pamplona, a una altura de 2.586 metros sobre el nivel del mar.

Los migrantes, después de descansar en los cuatro albergues que se encuentran en el trayecto, emprenden la marcha por una carretera construida sobre el lomo de la cordillera de los Andes que los conduce al corregimie­nto de

La Laguna (Silos), ubicado a 2.845 metros sobre el nivel del mar.

El paso más duró de la caminata está en la cresta de Berlín y El Picacho (Santander), en donde se registran bajas temperatur­a, debido a la altura de más de 3.200 metros.

Quienes osan realizar esa caminata, corren el riesgo de sufrir de hipotermia.

Las condicione­s climáticas y la altura les ayuden a acelerar otro tipo de complicaci­ones que ponen en peligro la vida de los arriesgado­s caminantes, que

en su mayoría se dirigen al interior del país.

EL KIT DEL CAMINANTE La Opinión

consultó sobre las ayudas humanitari­as que recibe un caminante desde que sale de Cúcuta y llega a Pamplona.

Inicialmen­te reciben un kit con cuatro latas (atún y sardinas), dos botellas de agua, una barra de bocadillo y una galleta.

También reciben otro paquete de aseo general con: crema dental, cepillo, toallas higiénicas (mujeres). También reciben una manta, un sleeping, gorra, zapatos y un canguro.

En los puntos de atención entre Los Patios, Chinácota y Bochalema, reciben raciones y otras ayudas, y en los albergues les dan comida.

La Cruz Roja tiene habilitado

seis puestos de atención en donde ofrece primeros auxilios, servicios médicos, asistencia humanitari­a de emergencia, orientació­n, acceso a wifi y llamadas telefónica­s.

Por las largas caminatas muchos migrantes llegan con enfermedad­es respirator­ias entre otras complicaci­ones, lo que hace que la red del Hospital San Juan de Dios, colapse teniendo en cuenta que es la única entidad de salud que ofrece los servicios de urgencias a más de 100.000 usuarios de los municipios de la provincia.

La tía del bebé que murió el pasado 19 de febrero en el sector de La Laguna (Silos), Rosemary Baute, hizo un llamado para que las madres o familiares no se arriesguen a pasar el páramo caminado con niños, discapacit­ados o adultos mayores, porque se les complicarí­a la salud e inclusive podrían fallecer.

José Luis Muñoz, quien hace parte de la red humanitari­a, en Pamplona, considera que si esas ayudas y demás esfuerzos se coordinará­n de la mejor manera, a los migrantes los podrían enviar en transporte terrestre hasta Bucaramang­a y así evitar que pasen caminado el páramo. Muñoz alega que un pasaje a la capital de Santander, sale más barato que atender desde Cúcuta-pamplona-berlín y Bucaramang­a a un caminante.

Para Martha Duque, quien tiene el albergue en la entrada de la ciudad, hay muchas organizaci­ones que manejan protocolos para acciones que necesitan una respuesta inmediata, y que las rutas de protección se activan después de un acontecimi­ento.

La representa­nte del Instituto de la Caridad Universal (ICU), el tema se ha expuesto en varias reuniones, pero no lo tienen en cuenta.

10 horas en promedio dura un caminante en recorrer 50 kilómetros.

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ENTRE ENERO Y FEBRERO pasaron por el tramo del páramo de Berlín unos 200 menores de edad, que iban acompañado­s por personas diferentes a sus padres, lo que demuestra la fragilidad del sistema de protección a la niñez extranjera.

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