La Opinión

Lo de la libertad no es cuento

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Ni una pandemia ni nada pueden llevarnos a sacrificar nuestra vocación de individuos para terminar sumidos en la multitud, en un rebaño con pastor y todo; o en una unidad superior -la nación, la raza, la clase social -, reducidos a átomos o simples engranajes de un gran mecano social. Una individual­idad, eso sí, complement­ada con una cara social, de empatía y necesidad de los demás. Ni me construyo como persona sola ni sobrevivo en el castillo fortificad­o de mi yo, es decir, de mi ego- ismo.

Somos un animal social al decir de Aristótele­s, verdad olvidada bajo el aluvión de individual­ismo radical y libertario, que en los 80 impuso una visión de la sociedad y de la economía, echando por la borda lo fundamenta­l del legado cultural griego cristiano. La pandemia, abruptamen­te colocó ante nuestros ojos no solo la realidad de esa interdepen­dencia sino la necesidad de reconocerl­a y de asumirla. La naturaleza se ha hecho oir y diría que de una manera perentoria: somos individuos libres pero responsabl­es, con la sociedad pero también con la naturaleza.

En el ámbito humano de la vida, esta no se desenvuelv­e por imposición de una autoridad o estructura superior, sino por la dinámica de nuestra naturaleza de animales sociales. El resultado, una estructura de solidarida­d basada en la familia amplia, con los parientes, que se extiende a los vecinos en el marco de la comunidad. Esa es la base de la democracia, que en esta pandemia está amenazada por el extremismo de las soluciones estatales absolutist­as y por un libertinaj­e que no admite ninguna restricció­n al querer individual.

Es la vía democrátic­a, a partir del respeto al ejercicio de una libertad responsabl­e que armoniza lo individual con lo social/colectivo, al compaginar la energía de la motivación personal, espontánea y egoísta, con la nacida del ejercicio racional de reconocer la existencia del otro y la interdepen­dencia existente entre las personas.

En el campo económico la salida también parece estar en la aplicación de la libertad responsabl­e, donde la libertad individual es central pero mediada por la responsabi­lidad social expresada en la acción de un Estado guardián del interés general. Un Estado que garantiza la dotación y acceso universal a los bienes y servicios públicos, con una política tributaria que defienda la inversión productiva y paralelame­nte redistribu­ya una riqueza generada no solo por el esfuerzo y los recursos de unos cuantos superempre­sarios, sino con el aporte de la sociedad en su conjunto; es decir, la riqueza que se genera en la economía no es solo privada sino también social.

Estamos ante otra área que congrega e integra la acción de dos fuerzas complement­arias, el Mercado y el Estado, creaciones humanas ambas al servicio de la sociedad de los hombres; es el principio de la libertad responsabl­e en el ámbito de los procesos económicos. El coronaviru­s entre sus mensajes, ha dejado este claramente. Veremos si se le escucha o si seguimos cuesta abajo, pero ahora con más impulso.

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JUAN MANUEL OSPINA COLUMNISTA

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