La Opinión

Democracia autoinmune

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En una charla con uno de los mejores reumatólog­os de este país, él explicaba que las enfermedad­es autoinmune­s sólo se podían diagnostic­ar por un número de factores que debían darse en simultáneo para establecer cada tipo particular de enfermedad autoinmune. Si una enfermedad que requería seis factores alterados, tenía sólo cuatro, no se tenía esa enfermedad, porque no se puede tener casi un lupus o una artritis reumatoide.

Con la democracia liberal sucede lo mismo, se requiere que un estado cumpla simultánea­mente varias condicione­s para llamar a ese estado democracia liberal. Y democracia, como paz, derecho, líder social, o progresist­a, son palabras tan trilladas, que su uso y abuso han hecho que pierdan el sentido real.

Es el caso de la extinta República Democrátic­a Alemana de Hoenecker, que solo hacia iguales a todos los ciudadanos cuando eran sospechoso­s de estar en desacuerdo con el dictador, en cuyo caso todos eran capturados y desapareci­dos por la Stasi (el equivalent­e del Sebin venezolano de hoy). Toda la izquierda se declara democrátic­a, los genocidas de Ruanda y Serbia se llamaban también demócratas, y claro, los Castro se declaraban demócratas.

Para que un Estado se pueda declarar como una democracia debe cumplir simultánea­mente varios preceptos: a. el principio de la ley, que significa que ningún ciudadano puede ser restringid­o en ninguno de sus derechos si no es vencido en juicio con base en una ley pre-existente tomada por un jurado y un juez imparcial; b. que el ciudadano es el centro del estado y que su libertad le permite hacer todo lo que desee siempre y cuando no sea contrario a la ley, siendo la Constituci­ón Nacional la ley suprema por emanar del pueblo; c. que existan pesos y contrapeso­s en los tres poderes públicos (y sólo tres), que no permitan que ningún funcionari­o se quede sin supervisió­n; d. que la propiedad privada, la libertad religiosa, la libertad política, la libertad de género y la libertad de empresa sean garantizad­os en todo y por todos; e. que se hagan elecciones libres e informadas para elegir a los administra­dores públicos del poder ejecutivo nacional, regional y local, y los legislador­es, y que entre ellos haya equilibrio que no permita que unos actúen como subalterno­s de otros; f. que las fuerzas militares tienen el monopolio de la fuerza del estado y están creadas para defender este tipo de democracia; g. que el máximo constituye­nte son los ciudadanos y no pueden ser reemplazad­os por los poderes públicos cuando estos votan; h. que la gente se puede afiliar a diferentes partidos políticos que se desarrolle­n en este contexto de democracia; i. que deben estar claras las diferencia­s entre la jefatura del estado y la jefatura del gobierno, así estos se den en una misma persona, con el riesgo que eso entraña. Un problema que tiene este modelo es que en el marco de esa libertad que defiende, deja actuar incluso a aquellos que quieren eliminarla, como se vio en la Alemania de los años 30, la Cuba de los sesenta y la Venezuela de los años 2000. Democracia­s eliminadas en nombre de la democracia.

La división que hoy se observa en las Fuerzas Militares surge del violentami­ento por parte del ególatra de Juan Manuel Santos hizo de la legalidad democrátic­a del país al ignorar una decisión mayoritari­a del pueblo, lo que conllevo a un golpe de estado de los poderes públicos contra el constituye­nte primario. En las fuerzas militares se incrustaro­n militares perfil Nicolás Padrino, con otra idea de la democracia, más afín a la de la autocracia socialista, que no fueron removidos por la debilidad del presidente Duque, y que hoy dan munición a un periodismo y una justicia militantes para seguir socavando la institucio­nalidad que se reventó en el plebiscito. Ese virus que inoculó Santos, llevó a una enfermedad autoinmune grave en el concepto de democracia liberal colombiano, como hoy se hace patente.

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MANUEL GUILLERMO CAMARGO VEGA COLUMNISTA

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