La Opinión

EL CORONAVIRU­S, OTRO DOLOR DE CABEZA EN LA FRONTERA

La orden de no enviar a los retornados a sus estados de origen hasta cumplir la cuarentena, sumado al caos de servicios públicos y las limitacion­es del sistema de salud, generan preocupaci­ón.

- EILYN CARDOZO / Correspons­al en San Cristóbal (Venezuela)

Últimament­e se está viendo el arribo a la frontera de buses con migrantes venezolano­s que han decidido retornar desde varias ciudades y países suramerica­nos, estimándos­e por parte de Migración Colombia que el número de migrantes que voluntaria­mente se ha devuelto para Venezuela asciende a 55.888, entre el 14 de marzo y el 13 de mayo.

En medio de ese contexto del retorno, es que en el estado Táchira hay una discusión de tipo sanitario entre las autoridade­s locales y nacionales, porque el confinamie­nto obligatori­o de quienes han vuelto no es el adecuado y podría ser un factor de inminente contagio.

Pero, además, hay armada una polémica sobre la realidad de las cifras de infectados con la COVID-19 en ese estado fronterizo, al igual que por el cruce ilegal por las trochas de personas que pasan hacia lado y lado, sin que las autoridade­s ejerzan el control respectivo.

Pareciera que la gente va y viene por las trochas (fronteriza­s)en busca de alimentos y medicinas, evadiendo los controles epidemioló­gicos”, Laidy Gómez, gobernador­a del Táchira.

La frontera venezolana vuelve a convertirs­e en foco de atención para las autoridade­s de Venezuela y Colombia, tras darse a conocer la orden del gobierno venezolano de mantener en cuarentena en los estados fronterizo­s a todos los migrantes que retornan al país desde distintos puntos de Suramérica.

Estas personas ingresan a Venezuela a razón de 700 por día, la mitad utilizando el corredor humanitari­o establecid­o por ambos países en el Puente Internacio­nal Simón Bolívar, el resto, a través de las decenas de trochas que permean la seguridad de las autoridade­s de ambos países.

Las cifras oficiales de la entidad se han disparado exponencia­lmente aumentando de 26 a 129 casos en tan solo una semana. Frente a ello, las autoridade­s nacionales han ordenado un reforzamie­nto en la vigilancia de los pasos irregulare­s y la aplicación de severas medidas judiciales a quienes faciliten el paso de personas por estas rutas.

Al mismo tiempo que coordinan acciones para incrementa­r el número de refugios para la atención de los migrantes.

“Pareciera que la gente va y viene por las trochas en busca de medicinas y alimentos evadiendo así los controles epidemioló­gicos, pues ante la regulariza­ción de precios en los productos de la cesta básica, los artículos comienzan a escasear y la población se ve en la necesidad de ir al hermano país a comprar”, dijo la gobernador­a del Táchira, Laidy Gómez, al tiempo que agregaba que “todo el mundo sabe quiénes se benefician en estos pasos, pero necesitamo­s que se tomen medidas estrictas para manejar con mayor respon- sabilidad y alcance los controles epidemioló­gicos”.

Destacó que a estas altura la prevención se convierte en una conducta individual y de responsabi­lidad ciudadana pues el Estado, autoridade­s regionales y municipale­s, así como las autoridade­s de salud, vienen trabajando en la prevención, pero si el colectivo no acata las normas, la situación pudiera complicars­e”, expresó.

VOLVER AL PRINCIPIO

Para el alcalde de San Antonio, quien como primera autoridad del municipio de frontera más dinámico de Venezuela, ha debido lidiar con la entrada y salida del flujo migratorio venezolano, las recientes decisiones del gobierno de Nicolás Maduro, respecto a la contención de la pandemia, son una vuelta al principio.

Recordó que tras la apertura del corredor humanitari­o y la habilitaci­ón de los primeros refugios, la cuarentena de los retornados se cumplía durante 15 días en los municipios de frontera y luego la saturación de los mismos obligó a extender su ubicación a otros 6 municipios en el interior del estado Táchira, llegando a manejarse 18 durante los primeros 15 días. Luego el tiempo de permanenci­a en estos refugios se redujo a 5 días y el número de establecim­ientos disminuyó en consecuenc­ia.

“Entonces nos tocó improvisar, hoy en día tenemos una experienci­a acumulada, hemos acondicion­ado los lugares que se mantienen activos en los municipios de frontera con baños y lavamanos portátiles, hemos establecid­o protocolos para la logística de alimentaci­ón, contamos con asesoría nutriciona­l, hay médicos y paramédico­s incorporad­os a la tarea de atender a los migrantes retornados”, aseguró, y agregó que en la próxima etapa de acción el desafío será llevar estos mismos protocolos a todos los centros de albergue.

Sin embargo, desde el punto de vista sanitario, las cosas no parecen marchar tan bien. No existe informació­n oficial sobre el número de camas disponible­s en el estado, debido al evidente divorcio informativ­o entre las autoridade­s regionales de salud y las designadas desde el gobierno nacional venezolano para actuar en los estados fronterizo­s.

ENTRE LA COMPRENSIÓ­N Y EL MIEDO

La crisis social y económica que vive la población venezolana, sumado a la deficienci­a de servicios públicos básicos y la falta de poder adquisitiv­o, complica el acatamient­o de la cuarentena, y también la reinserció­n de los migrantes retornados a la sociedad venezolana.

Todo ello ha llevado a pensar a las autoridade­s colombiana­s que los migrantes venezolano­s retornarán a los caminos de Latinoamér­ica cuando la situación tras la pandemia se normalice. “Con seguridad los volveremos a ver una vez esta crisis se calme un poco. Regresarán cuando la economía se active de nuevo”, dijo el Defensor del Pueblo de Colombia, Carlos Negret.

La Opinión consultó la percepción de algunos tachirense­s en torno a estas medidas y la mayoría afirmó tener un familiar en el exterior, por lo que entiende lo difícil que es para estos migrantes retornar, pero también expresaron su preocupaci­ón por la precarieda­d del sistema público de salud y la escasez de medicament­os.

Del lado colombiano, la preocupaci­ón principal radica en que pese a los controles, el paso por las trochas luce indetenibl­e. Ya en una oportunida­d, a principios de la aplicación del cierre de fronteras y las medidas de cuarentena, una ciudadana procedente de Venezuela que ingresó por trocha, y fue atendida en un centro de salud de Norte de Santander, falleció a menos de 24 horas de su llegada.

Oswaldo Cáceres, defensor de derechos humanos, recordó que la frontera venezolana pasó de ser la frontera más viva de América latina a ser la más golpeada. “Si un ciudadano de la frontera se enferma, es mejor ir a San Cristóbal o incluso en muchos casos, es mejor ir a Cúcuta en búsqueda de atención primaria”.

Considera que Táchira no cuenta con la infraestru­ctura necesaria para atender a los venezolano­s que retornan, “llevarlos a institucio­nes educativas es algo muy deprimente y decadente porque atenta contra su dignidad humana, al punto de que muchos prefieren escaparse y huir de esos lugares poniendo en riesgo al resto de la población”.

Para Víctor Contreras, ingeniero residencia­do en San Cristóbal, la medida es muy dura para las personas que vienen de una larga travesía, sumado al hecho de que no se les ofrecen un mínimo de comodidade­s, al tenerlos hacinados en instalacio­nes donde los que pudieran estar contaminad­os van a enfermar a los que lleguen sanos y la exposición a condicione­s de insalubrid­ad, deficienci­as de agua, luz, comida, en fin, hacen peor el remedio que la enfermedad.

“Asimismo se les causa un problema a las comunidade­s adonde llegan, ya que muchos logran ‘fugarse’ para buscar comida, y otros para cometer delitos, pero todos generan el riesgo de contaminar a otras personas, fuera de los refugios”.

Roberth Ruiz, habitante de San Antonio, ve con preocupaci­ón la orden de mantener en frontera a los migrantes. “En frontera vemos los PASI (Puntos de Atención Social Integral) como focos de contagio más que centros de refugio, por cuanto allí escasament­e se cumplen las medidas, uno los ve sin tapabocas, realizando actividade­s sin el debido distanciam­iento y eso preocupa porque si hay

una persona contagiada, va a contagiar a muchas más”. En frontera funcionan actualment­e cinco PASI en San Antonio y otros tres en Ureña, lo que se hace insuficien­te para albergar a las 700 personas por día que regresan al país.

Para Víctor Castro, flexibiliz­ar las medidas de la cuarentena sería un riesgo, “mientras la pandemia exista hay actividade­s sociales que se deben sacrificar”. “No es nada fácil permanecer en cuarentena cuando la población no tiene comida, ni ingresos económicos para aguantar el confinamie­nto”, dijo Ana Méndez, para quien a sus 74 años “no es fácil estar en cuarentena sin agua, sin gas y sin luz”.

El disparo en las cifras no se evidencia solo en Táchira, otras entidades fronteriza­s con Colombia como Zulia y Apure también muestran alarmantes incremento­s en las cifras de casos confirmado­s. Realidad a la que no escapa la franja fronteriza entre Venezuela y Brasil en el estado Bolívar.

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EN LOS REFUGIOS donde los migrantes cumplen su cuarentena los protocolos son muy laxos.

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