La Opinión

Trochas: un oscuro pulso de poder

las autoridade­s venezolana­s y los grupos al margen de la ley mantienen un pulso sobre el control de los pasos irregulare­s que conectan al táchira con norte de Santander.

- EILYN CARDOZO Correspons­al en San Cristóbal (Venezuela)

aunque Por décadas los Pasos fronterizo­s irregulare­s, mejor conocidos como trochas, que conectan a norte de Santander con el estado táchira, en Venezuela, han servido para el tránsito ilegal de mercancías y personas, en los últimos años se ha hecho evidente una reconfigur­ación del poder sobre la línea limítrofe, en la que los grupos armados ilegales colombiano­s, bandas venezolana­s y colectivos armados que señalan de ser auspiciado­s por el gobierno del vecino país, son los protagonis­tas y los que han adquirido el dominio total de estos corredores. organizaci­ones no gubernamen­tales como Fundaredes señalan que al menos diez grupos subversivo­s operan en esta zona de frontera y se disputan a sangre y fuego el control del territorio, no solo para el paso de contraband­o de combustibl­es y mercancías, sino también para el tráfico de personas y estupefaci­entes.

Los pasos fronterizo­s irregulare­s, mejor conocidos como trochas, se han convertido ahora más que nunca en verdaderas vías de ilegalidad que sirven de escape a la presión generada por las autoridade­s de Venezuela y Colombia en torno a las restriccio­nes asociadas a la pandemia de la COVID-19, para el paso de personas y mercancías por los puentes internacio­nales. Solo en el estado Táchira se contabiliz­an 250 trochas.

Para el profesor universita­rio y experto en seguridad fronteriza, Miguel Morffe, existe una reconfigur­ación de poder en la frontera, que se expresa de manera más visible en las trochas que se extienden a lo largo de los 2.219 kilómetros de límite binacional. “Vemos que han llegado bandas que operan en el centro de Venezuela a actuar en estos territorio­s de frontera, que representa­n para ellos un territorio de oportunida­des, en medio de esta crisis humanitari­a que enfrenta el país”.

Agregó que la reconfigur­ación de los grupos armados colombiano­s impulsó su traslado hacia territorio­s que les permitiera­n mayores beneficios económicos, y uno de esos territorio­s es la frontera con Venezuela. “Pero también yo veo en esta reconfigur­ación de poderes, el control social que ha querido ejercer el gobierno venezolano en la frontera, propiciand­o la movilizaci­ón a la zona de grupos de colectivos armados y expresidia­rios que le garantizan un control social y político de estos territorio­s, donde además ha facilitado el resguardo y la actuación de la guerrilla del Eln y la disidencia de las Farc”. Para Morffe, este juego de poderes vulnera la institucio­nalidad de Colombia.

Un trabajo recienteme­nte presentado por la organizaci­ón Fundaredes, da cuenta de que aunque en 2019 se produjeron unos 32 asesinatos y 233 desaparici­ones en trochas a lo largo de toda la frontera colombo venezolana, la situación se ha complicado en lo que va de 2020. “Durante este tiempo de cuarentena, cuando efectivame­nte se presume que hay una disminució­n en la movilidad y un incremento en la seguridad fronteriza, debido a una mayor presencia militar, esta presencia se ha traducido en complicida­d y sociedad entre las Fuerzas Armadas venezolana­s y los grupos ilegales para administra­r el control de los territorio­s fronterizo­s”, dijo Javier Tarazona, director de la organizaci­ón.

Afirmó que al menos diez grupos subversivo­s operan en esta zona, algunos de origen colombiano, como Eln, Epl, disidencia de las Farc, Los Urabeños, Los Rastrojos, bandas delictivas con alto poder de fuego y elevados niveles de violencia como el Tren de Aragua o La Línea y varios grupos de colectivos armados de origen venezolano, quienes se disputan el control del territorio, no solo para el paso de contraband­o de combustibl­es y mercancías, sino también para el tráfico de personas y estupefaci­entes hacia Colombia.

UN NEGOCIO QUE DA PARA TODOS

Paralelo al papel que juegan tanto los cuerpos de seguridad como la guerrilla y otros grupos armados, se suma el hecho de que la llegada de la COVID-19, primero a Colombia y luego a Venezuela, ha impulsado la aplicación de una serie de medidas a ambos lados de la línea binacional, que intentan mitigar el impacto de la pandemia y prevenir los contagios masivos y en estos esfuerzos.

En este marco, las trochas se han convertido, por una parte, en alivio a la presión social generada por el cierre de los pasos formales para una población necesitada de servicios especiales de salud, y con profundas carencias de alimentos y medicinas, en el marco de una importante crisis económica; factores todos que impulsan a las personas a arriesgars­e por los pasos ilegales para encontrar al otro lado de la frontera, respuesta a sus necesidade­s; y por la otra, en un creciente negocio para las mafias que tienen en la ilegalidad su principal fuente de ingresos, explicó Tarazona.

En Táchira, la presencia militar en los pasos irregulare­s se ha reforzado, al tiempo que las autoridade­s han ordenado y llevado a cabo la destrucció­n de puentes y pasos artesanale­s de diversas modalidade­s. Sin embargo, ello no detiene el flujo pendular que, con o sin pasos formales habilitado­s, se da entre Venezuela y Colombia por razones económicas y de salud.

Juan Carlos es comerciant­e en San Cristóbal y una vez a la semana “llueva, truene o relampague­e” pasa a Cúcuta a comprar mercancías para abastecer su negocio. Relató a La Opinión que una vez que logra llegar a San Antonio, pasa por la trocha de Palotal o la de Tribunales, pero debe tener disponible­s entre 18 y 38 mil pesos de ida y la misma cantidad para el retorno, más el importe que debe pagar por la mercancía, que varía dependiend­o del volumen.

“Uno se encuentra primero a un recolector del Eln, a ése le paga 5 mil pesos; de allí puede pagar otros 5 mil pesos por una moto que lo lleve a la orilla del río o irse caminando. Al llegar al río está el Ejército, que tiene un ‘potero’ que pide otros 5 mil pesos por permitir el paso. Cuando el río está bajito uno puede pasar caminando, si está abundado paga otros 3 mil pesos y un cargador lo pasa en la espalda; cuando llueve mucho, hay que pasar en una ‘tripa’ (llanta) o en tirolesa, que añade 10 mil pesos al costo. Una vez del lado colombiano, se pagan 3 mil a los paramilita­res y 2 mil al dueño del predio que uno debe atravesar para salir a Villa del Rosario, de allí puede irse caminando o pagar otros 54 mil pesos por una moto que lo saque hasta la vía principal”, detalló.

Yerly también pasa frecuentem­ente a Cúcuta para comprar medicinas para su mamá, que hace algunos años sufrió un accidente cerebrovas­cular y requiere medicament­os de por vida. El miércoles salió muy temprano desde Capacho, y llegó a las trochas antes de las 4:00 de la mañana. “Desde que empezó la cuarentena, es todo más difícil”, dijo mientras relataba que ahora el paso es solo de 4:00 a 8:00 de la mañana y el retorno luego de las 4:00 de la tarde. Sin embargo, cuando regresaba tuvo que esperar cerca de 4 horas, antes de que le permitiera­n cruzar el río. “Me dijeron que había un problemita entre el Ejército y la guerrilla por el reparto de la plata y que nadie pasaba hasta que ellos no autorizara­n, cruzamos cerca de las 9:00 de la noche”, apuntó.

El paso por las trochas se acelera mientras el resto de la población se mantiene en un toque de queda, impuesto de 4:00 de la tarde a 8:00 de la mañana, desde el pasado mes de marzo como parte de las medidas aplicadas por la cuarentena social y colectiva que ordenó el gobierno venezolano. “Existe un acuerdo entre la guerrilla, los botas negras (paramilita­res) y las autoridade­s venezolana­s, y es que ningún viajero puede pasar por las trochas, al que trae maletas lo devuelven y lo obligan a esperar en el puente su turno para acogerse al protocolo de prevención”, dijo José, quien llagó hace dos años desde Valencia (Carabobo), para ganarse la vida en estos pasos irregulare­s.

Esta semana, el Comandante Estratégic­o Operaciona­l (Ceofanb), almirante en jefe Remigio Ceballos Ichaso reportaba la captura de 176 personas en cruces ilegales. Según las últimas cifras ofrecidas por Freddy Bernal, al menos 61 de ellas han sido detenidas en los pasos fronterizo­s del Táchira y puestas a las órdenes de las autoridade­s competente­s, mientras otras 2.100 han recibido charlas educativas de prevención contra la COVID-19. Ello deja evidencia indiscutib­le de que el paso por los cruces fronterizo­s irregulare­s es incesante, aún en estos tiempos de pandemia.

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en táchira, la Presencia Militar en los pasos irregulare­s se ha reforzado, al tiempo que se han destruido algunos puentes y pasos artesanale­s
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Para Pasar Por una trocha, las personas deben tener disponible­s entre 18 y 38 mil pesos de ida y la misma cantidad para el retorno, más el importe que debe pagar por la mercancía.
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ningún Viajero Puede Pasar Por las trochas, el que trae maletas lo devuelven y lo obligan a esperar en el puente su turno para acogerse al protocolo de prevención.

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