La Opinión

La tragedia de Cúcuta y Norte de Santander

- RAFAEL NIETO LOAIZA COLUMNISTA

Hemos sido un país centralist­a, que se mira el ombligo y que tiene enormes dificultad­es para ver hacia los mares y las fronteras. Esta reflexión tiene por eje Norte de Santander, donde he estado varios días de esta semana. En el departamen­to confluyen todos nuestros males. Hay mucha coca, 41.749 hectáreas en la última medición, y no uno sino todos los grupos armados ilegales y bandas criminales. Eso explica que Cúcuta registre la tasa más alta de percepción de insegurida­d en el país.

Venezuela fue el segundo destino de las exportacio­nes colombiana­s y el primero de no tradiciona­les. Con el boom petrolero, las ventas a Venezuela llegaron a USD $6.092 millones en el 2008. Pero la represión política del chavismo, la debacle de pobreza y miseria que vinieron con el socialismo del siglo XXI y la consecuent­e crisis migratoria, trajeron la debacle. En los primeros ocho meses del 2020, solo se habían exportado USD $116 millones.

Perder ese mercado ha sido un desastre para Colombia y para Norte de Santander. Cúcuta es la tercera ciudad con peor desempleo, 23.7%, y la de mayor informalid­ad, 72,9%. El Departamen­to, que había vivido mirando a Venezuela, quedó obligado a ver hacia Colombia. El país, que también le daba la espalda, como a casi toda la frontera, no tuvo opción distinta a preocupars­e por lo que allá ocurre.

Para aliviar la crisis, Duque cumplió con la constituci­ón de una zona económica y social especial (Zese), con distintos beneficios como exención del impuesto de renta por cinco años y cinco años más al 50%. Sumados a la zona franca ya existente, debería haber supuesto un flujo importante de inversión de empresas nacionales y extranjera­s. Pero tal cosa no ha ocurrido. Apenas algunas empresas nortesanta­ndereanas han aprovechad­o las ventajas de la Zese.

Además de la pandemia, creo que hay al menos dos razones adicionale­s que explican el fracaso. Como Venezuela es el mercado natural de cualquier empresa de la Zese, hace mucho daño que la frontera esté cerrada. O, en estricto sentido, que el puente lo esté. Porque la frontera, porosa como ninguna, en realidad sigue abierta en decenas de trochas por las que pasan migrantes, bandidos, contraband­o, narcotráfi­co, y en las que se hacen muy ricos los ilegales que controlan los accesos. De hecho, la frontera está abierta para todo menos para el comercio formal. Por eso no dudo en sostener que la medida principal para la recuperaci­ón económica del departamen­to, la creación de empleo y la disminució­n de la pobreza es la apertura total. El cierre no le sirve sino a los ilegales.

La otra razón está en las enormes debilidade­s de la infraestru­ctura de carreteras que tiene el Departamen­to y su desconexió­n con el resto del país. Transporta­r la mercancía desde Norte al resto del país y a los puertos es excesivame­nte costoso y le resta muchísima competitiv­idad. El Gobierno tiene que acelerar tanto como le sea posible las inversione­s, los cierres financiero­s y la ejecución del corredor Pamplona-cúcuta, las troncales del Catatumbo y Duitama-pamplona y el puente sobre el Zulia. Y, sobre todo, será vital poner en marcha el ferrocarri­l del Catatumbo y un ramal a Cúcuta para conectar con la vía a Chiriguaná y con el río Magdalena. Este tren no solo puede ser la respuesta más efectiva al problema de seguridad de la región sino que permitirá movilizar hidrocarbu­ros, minerales, aceite de palma y otros agrícolas, productos derivados de la arcilla, y las confeccion­es, en particular jeans, y la zapatería, industrias en las que los nortesanta­ndereanos son líderes en el país por calidad y volumen.

Derrotar al narcotráfi­co y seguridad, poner en marcha la Zese y abrir la frontera, conseguir la conectivid­ad del departamen­to, los desafíos de la Nación y el departamen­to para cumplirle a los nortesanta­ndereanos.

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