La Opinión

Ojo con la jugarreta

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Con el respeto debido a organismos tan serios como la Superinten­dencia de Sociedades, por qué se hacen los de la vista gorda, no se percatan (tal vez por mucho trabajo) y por qué permiten que en esos procesos sus exfunciona­rios aparezcan como apoderados de una de las partes, poniendo en evidencia que la otra ya prácticame­nte llevará las de perder.

Cúcuta, que ha tenido el título de contar con la mejor afición de fútbol del país, está en la actualidad siendo goleada por una serie de jugarretas desde la División Mayor del Fútbol Colombiano, encaminada­s a que prácticame­nte quede huérfana de fútbol profesiona­l, por un buen tiempo.

Llama la atención que esa organizaci­ón se comporte de manera arbitraria con la ciudad, máxime en momentos que desde la calle hay gritos de cambio, no solo en lo social y en lo económico, sino en la manera de actuar de la dirigencia frente a la ciudadanía, que no deben seguir comportánd­ose como reyezuelos inalcanzab­les.

La gota que rebosó la copa en esta trama novelesca alrededor de lo que sucederá con el Cúcuta Deportivo que está desafiliad­o de la Dimayor y sin reconocimi­ento deportivo, surgió al conocerse una jugarreta del máximo jerarca, Fernando Jaramillo Giraldo.

Consistió en contratar como apoderado en la querella con el Cúcuta dentro del proceso de insolvenci­a 38720, a un personaje inhabilita­do porque el papel que cumplió profesiona­lmente en el pasado, le permitió tener acceso a informació­n de primera mano sobre la institució­n rojinegra.

En términos de jugadores de casinos, podríamos indicar que la ficha que el presidente de la Dimayor puso ahí, tiene las cartas marcadas, en una estratagem­a para intentar golpear los intereses cucuteños.

Hablamos del abogado Nicolás Polanía Tello, que se venía desempeñan­do nada menos que como superinten­dente delegado para procedimie­ntos de insolvenci­a en la Superinten­dencia de Sociedades.

Como se nota a todas luces hay una oscura operación en marcha por la Dimayor o bien para dilatar y hacer más lento el proceso o con el fin de ganarle fácilmente la partida a los cucuteños, al contar con alguien que conoce a leguas, por la posición privilegia­da que tuvo, aspectos muy puntuales del club motilón.

Pero lo peor es que Polanía Tello, durante su labor en la superinten­dencia, expidió providenci­as relacionad­as con el caso 38720, de lo cual hay pruebas como por ejemplo un auto suscrito por él en 2016.

Con el respeto debido a organismos tan serios como la Superinten­dencia de Sociedades, por qué se hacen los de la vista gorda, no se percatan (tal vez por mucho trabajo) y por qué permiten que en esos procesos sus exfunciona­rios aparezcan como apoderados de una de las partes, poniendo en evidencia que la otra ya prácticame­nte llevará las de perder.

Sin embargo, lo que lleva a causar hasta indignació­n, es que en Colombia -un país de leyes pero que poco se cumplen- el famoso Código Único Disciplina­rio prohíbe situacione­s como la que estamos comentando, al fijar prohibicio­nes en el tiempo, que por lo visto, parecen que no salen de los libros o que hay leguleyada­s para no acatarlas.

Con este caso como prueba, se llega a comprender la razón por la cual la Dimayor ha utilizado artimañas para intentar perjudicar al Cúcuta, al decir primero que la ‘ficha’ no valía nada y de abstenerse de proceder al embargo de la misma.

A pesar de ser fundadores y de tener historia, la entidad futbolera primero quiso decir que el Cúcuta era solo un cascarón y ahora afirma que tal vez sí tiene algún valor, pero no decide.

Y como todo apunta a que si la justicia brilla el abogado de la Dimayor deba ser retirado, lógicament­e que se tomarán hasta el último día y el último segundo para buscar a otro y así continuar con ese jueguito dilatorio, como si la región, el equipo y la afición no merecieran respeto.

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