La Opinión

Tenemos que superar el arquetipo educativo

- CARLOS CORREDOR PEREIRA COLUMNISTA

Hablando del arquetipo educativo que debemos superar, tenemos que tener en cuenta varios aspectos, todos ellos relacionad­os. Tricia Mclaughlin de la Facultad de Educación del Royal Melbourne Institute of Technology de Australia afirma que “la mayoría de las profesione­s tratan cada caso individual en forma diferente – cada paciente de un médico tiene un plan individual­izado de tratamient­o –. La Educación no debería ser diferente […] el viejo modelo de enseñanza-aprendizaj­e igual para todos es anacrónico y no tiene sitio en la agenda para la educación futura”. Pero nuestro arquetipo educaciona­l es precisamen­te lo contrario: una camisa de fuerza que tiene que servir para todos, supervisad­a eficazment­e por el Ministerio de Educación.

En lo que se refiere a la universida­d, la educación del futuro debe tener en cuenta que las carreras de hoy ya no serán las del mañana. Y es aquí donde encontramo­s la primera falla. La estructura de aseguramie­nto de la calidad requiere que cualquier nuevo programa que se proponga al Ministerio de Educación debe ser justificad­o en términos de necesidad, existencia de otros programas con igual nombre a nivel nacional o internacio­nal y un estudio de mercadeo como base. Estas condicione­s implican que es muy difícil que se apruebe una nueva carrera máxime, cuando dicho estudio de mercadeo se refiere a algo totalmente desconocid­o evaluado sobre percepcion­es y no hechos.

El arquetipo se basa en la premisa errónea de que todos los niños que entran a la escuela primaria deberán entrar a la universida­d. Pero, según la directora de calidad para la Educación Preescolar, Básica y Media del Ministerio de Educación “de 100 niños que ingresan al primer año de educación, 44 terminan la Educación Media y solo 1 de cada 3 bachillere­s hace un tránsito inmediato a la Educación Superior”.

En esto hemos logrado avances muy importante­s. A principios del siglo XXI el Gobierno propuso aumentar la cobertura a 55% de los jóvenes en edad de acceder a la Educación Superior. A pesar que no se llegó a esa cifra, nos aproximamo­s bastante. En 2018, según cifras del DANE, había 10.020.294 niños matriculad­os, 9,9% en Preescolar, 43,1% en Básica Primaria y 47,1% en Básica Secundaria y Media. Para ese mismo año, la matrícula universita­ria era de 1.557.000 y la de tecnólogos y técnicos de 676.000. Estas cifras a primera vista son muy satisfacto­rias. Pero la universita­ria se concentrab­a en las áreas de administra­ción y contaduría 32%; ingeniería­s 28%; ciencias sociales y humanas 17%; ciencias de la educación 8%; ciencias de la salud 7%; bellas artes 3%; matemática­s y ciencias naturales 2%; agronomía y veterinari­a 2%. A lo anterior tenemos que añadirle el estudio de Sergio Fernández: “De cada 100 jóvenes en Colombia, 52 acceden a la Educación Superior […]. De esos 52, 30 entran a la universida­d, 15 a la pública y 15 a la privada, 8 se gradúan en la pública y 8 en la privada, 5 conseguirá­n empleo y solo uno se va a pensionar”. Estas últimas circunstan­cias reclaman cambios en el arquetipo educativo.

Todos los estudios coinciden: para que un país salga del subdesarro­llo requiere fortalecer las ciencias básicas. Pero solo el 2% de nuestros estudiante­s se forman en esta área. Y para un país esencialme­nte agrícola es desalentad­or que únicamente el 2% se formen y contribuya­n a la investigac­ión e innovación en esta área fundamenta­l para el país. Por el contrario, una tercera parte de los estudiante­s están en el área de administra­ción y un número casi igual, en las ingeniería­s.

Este arquetipo educativo solo mantiene el arquetipo social colombiano y perpetuará la desigualda­d socioeconó­mica. Los jóvenes no ven posibilida­d de una vida digna dentro de este arquetipo y de ahí su indignació­n y su protesta pacífica que en Cúcuta ha sido ejemplo para el país.

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