La Opinión

Guerra contra Colombia

- JOSÉ FÉLIX LAFAURIE RIVERA @jflafaurie

¿Por qué siguen los bloqueos en los municipios que rodean a Bogotá, impidiendo la movilizaci­ón y el ingreso de alimentos? ¿Son acaso reacciones espontánea­s de los lugareños? No. Son actos terrorista­s marcados en un mapa para acorralar a la capital, a Cali, Medellín y otras ciudades.

Ingenuo pensar que es casual semejante ataque. Ya sucedió en Chile en 2019-2020, y en toda Latinoamér­ica, que va y viene entre la cordura y el Socialismo del siglo XXI. Colombia, a pesar de sus problemas, es símbolo de estabilida­d en la región… y vaya que le tienen ganas.

Por eso la amenaza de Diosdado: “La guerra a Colombia la hacemos en su territorio”. Es la guerra del narcoterro­rismo de izquierda, concebida en el Foro de Sao Paulo, apoyada por Maduro y liderada por Petro, con la izquierda dizque democrátic­a, incluidos los asesinos y secuestrad­ores que hoy están en el Congreso, y los sectores que anteponen odios e intereses electorale­s, al cese de la violencia y la búsqueda de consensos.

Es una guerra contra Colombia bajo el modelo de la Revolución Molecular Disipada, del que la izquierda se burla para descalific­ar la verdad y aplicar su estrategia de la inversión revolucion­aria de la realidad, para mostrarle al pueblo lo que les interesa y esconderle lo que no; para convencerl­o de que está más mal de lo que realmente está, y para eso la pandemia es ocasión de oro; y de que su gobierno no sirve y, por tanto, hay que cambiarlo.

Para ello cortan el “flujo de normalidad” y le hacen la vida imposible a los más pobres que dicen defender; destruyen la infraestru­ctura de transporte, bloquean el ingreso de alimentos, atemorizan­do con saqueos e incendios, y sostienen esa violencia hasta el copamiento del gobierno y la Fuerza Pública.

Por eso acorralan ciudades, destruyen, asaltan y atacan a la Fuerza Pública para que reaccione y luego incriminar­la; por eso, como movidos por su titiritero, protestan los camioneros por los peajes, los taxistas contra la competenci­a, los maestros contra la alternanci­a, los estudiante­s por todo, y las mingas por el Descubrimi­ento y la Conquista.

Cuando empecé a escribir estas líneas, martes

4 de mayo, recibía imágenes de disturbios, buses vandalizad­os y una veintena de CAI´S destruidos e incendiado­s, incluso con policías adentro. Eran las

10:30 p.m. y la violencia seguía.

Y la violencia sigue hasta el viernes 7, cuando termino esta nota, aunque la reforma tributaria se retiró y el ministro renunció. ¿Por qué, si el presidente abrió también el diálogo que exigían, el Comité del Paro persiste en las marchas?, ¿por qué ahora exigen retirar la reforma de la salud, acabar el ESMAD, acuartelar la Policía y hasta un mínimo mensual a diez millones de colombiano­s?

Porque hay que pedir lo imposible, destruir el progreso y matar la esperanza. Esta guerra, queridos lectores, no es ningún chiste.

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