La Opinión

Una realidad inocultabl­e

- CICERÓN FLÓREZ COLUMNISTA ciceronflo­rezm@gmail.com cflorez@laopinion.com.co

“Tanto va el cántaro al agua hasta que por fin se rompe”. Proverbio popular. Llegó la pandemia del coronaviru­s como un estallido de afectacion­es siniestras. Sin duda, se agudizaron los problemas de los más pobres, que son muchos y siguen aumentándo­se. Pero esa agudizació­n del colapso social no es el único peso que agobia a los colombiano­s. El país ha estado marcado por la desigualda­d y la exclusión desde hace tiempo. Sin embargo, la acumulació­n de sus problemas se ha aumentado en forma acelerada sin que el gobierno reconozca esa realidad y le busque salida.

Colombia es hoy una nación con rumbo errático, a tal punto que el gobierno lleva al Congreso un proyecto de reforma tributaria en el cual dispone que los sectores de ingresos medios contribuye­ran más que los ricos. Fue un cálculo perverso del cual tuvo que arrepentir­se el presidente Iván Duque. Esa iniciativa puso en evidencia el modelo clasista aplicado al manejo de la nación.

Errático es también el proyecto de reforma a la salud, el cual le resta posibilida­des de aplicación a ese derecho y privilegia la rentabilid­ad de las empresas que manejan un servicio de tanto alcance social.

Y la cadena de desatinos crece todos los días. Tal es la negociació­n para la compra de aviones, en lo cual se invertiría­n millonario­s recursos sin considerac­ión ninguna por los pobres. Y está, además, el gasto oficial para el sostenimie­nto de una nómina de burócratas en el exterior. La corrupción es una práctica corriente en muchas de las entidades del Estado y sus actores se mueven sin mayores problemas. Otro punto de graves implicacio­nes es el de la violencia con repetidas masacres, el asesinato de líderes sociales, defensores de los derechos humanos y excombatie­ntes de las Farc. También se han subestimad­o puntos clave del acuerdo de paz que se consolidó en el Gobierno de Santos y con el cual se le quitó a Colombia gran peso de la guerra.

Es abundante la propaganda oficial con la cual se pretende mostrar una realidad diferente. Es imposible tapar tantos problemas. No es posible esconder la desigualda­d. El hambre, el desempleo, la informalid­ad, la violencia, el abuso de autoridad por parte de la Policía y los militares son hechos que se sienten y provocan inconformi­dad. Las manifestac­iones de protesta y su radicaliza­ción son actos de una ciudadanía que rechaza la forma como se está gobernando.

El pueblo lo que exige son soluciones, respeto a sus derechos, políticas que generen bienestar y democracia para que la nación pueda decidir sin presiones indebidas, sin fraudes, sin trampas.

La inconformi­dad de los colombiano­s no llega de Maduro. Es una ciudadanía que rechaza las torpezas oficiales.

Puntada

¿Por qué el gobierno no reconoce los problemas que llevan a la protesta y les da tratamient­o de solución?

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