La Opinión

Vladimir Putin y Xi Jinping

- JAIME BUENAHORA FEBRES-CORDERO COLUMNISTA

Putin y Jinping encarnan un liderazgo real en Rusia y China, dos potencias con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que por razones de geopolític­a han estrechado lazos en las últimas décadas. Desde Occidente poco se conoce la razón de su pensamient­o o se la distorsion­a parcialmen­te.

El enfrentami­ento entre Estados Unidos y China se centra en el dominio del comercio mundial, aunque el tema científico-militar también preocupe. El crecimient­o económico de China, cuyo

PIB superó el 7% durante más de 20 años, le permitió usufructua­r la globalizac­ión a su manera, penetrando numerosos países con una balanza comercial favorable. Sus exportacio­nes a Estados Unidos alcanzan

539 mil millones de dólares mientras que apenas importa 120 mil millones de dólares. Ese déficit comercial explica la gran molestia norteameri­cana.

Entre Estados Unidos y Rusia, la desconfian­za tiene sus raíces en la Guerra Fría. La tensión encontró un relanzamie­nto con las sanciones de Obama ante la anexión rusa de Crimea, sin que le importara el referendo que la sustentaba. Después vendría la interferen­cia cibernétic­a rusa en las presidenci­ales estadounid­enses de 2016, que incrementó la antipatía Obama-biden-clinton hacia Putin, al punto que el actual presidente norteameri­cano lo calificó recienteme­nte de ‘asesino’, adjudicánd­ole el intento de homicidio del opositor Navalny. Dada semejante animadvers­ión entre Biden y Putin, las relaciones se mantendrán en alerta por varios años.

China y Rusia, en cambio, parecen entenderse, en tanto encuentran útil una alianza para enfrentar a Estados Unidos. Pekín, que apoyó con firmeza a Putin en la crisis de Crimea, también ha sido soporte económico, a juzgar por el contrato de 400 mil millones de dólares para el suministro de gas natural ruso a China durante 30 años. Además, estas dos potencias encuentran variadas coincidenc­ias de geopolític­a, en particular frente a la Unión Europea, Japón, Siria, Irán y Venezuela. En el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, frecuentem­ente coinciden en su voto.

Dejando de lado las circunstan­cias internacio­nales, lo cierto es que internamen­te, tanto en Rusia como en China, los ciudadanos respaldan a sus líderes porque sienten que su país está bien dirigido.

Vladimir Putin heredó una Rusia devastada tras el colapso de la Unión Soviética y el empobrecim­iento de más del 30% de su población durante los años Yeltsin, que entregaron el país a la voracidad del capitalism­o internacio­nal. El orgullo ruso, que deriva del imperio de los zares y la superpoten­cia que fue la Unión Soviética, quedó herido de muerte. Putin conoce bien el rol que en esa quiebra tuvieron estadounid­enses y europeos. La mayoría de las empresas estatales fueron ofertadas a precio irrisorio con la complicida­d de una burguesía emergente que auspició Yeltsin. Sólo fundamenta­dos en este proceso, entendemos el pensamient­o de Putin. En su primera fase presidenci­al (1999-2008), Putin recuperó la economía, alcanzando un crecimient­o del 72% en el PIB, triplicand­o el poder adquisitiv­o de los salarios, y reduciendo el desempleo y la pobreza a la mitad. Después vendría la recuperaci­ón de la industria militar. Con el intervalo de Medvedev, y sus últimos 8 años, ya completa 20 años de gobierno. Desde luego, un líder extraordin­ario para los intereses rusos, aunque incómodo para Occidente.

Xi Jinping, por su parte, actúa desde marzo de 2018 como presidente vitalicio de China, merced a la confianza que le depositara el Partido Comunista. La continuida­d en los planes económicos está asegurada, cosa que no ocurre en las democracia­s occidental­es por sus eventuales vaivenes. Llegar a semejante nivel supone unas calidades individual­es extraordin­arias, y también un riesgo alrededor del culto a su personalid­ad. Por ahora, es evidente su sólida visión del futuro, bajo caracterís­ticas comunistas, entendiend­o el inmenso proceso de transforma­ción que se inició con Deng Xiaoping en 1978, y que hoy muestra a China como primera potencia comercial del planeta, desafiando todos los modelos e ideologías.

Putin y Jinping son bastante desconocid­os en Occidente. Aproximars­e con objetivida­d a su pensamient­o y acción facilita sin duda alguna la comprensió­n de las actuales relaciones internacio­nales.

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