La Opinión

La improvisac­ión

- JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO COLUMNISTA

Las políticas oficiales sobre COVID han sido improvisad­as, inestables e inadecuada­mente planificad­as, como lo muestra el manejo sobre vacunas. Se anunció en diciembre de 2020 la adquisició­n de varios millones, y en febrero de 2021 se celebró con alborozo -lo importante era la imagen- el ingreso de cincuenta mil. Vamos en julio y se observa un ostensible atraso en vacunas, porque no hay las suficiente­s. Afortunada­mente hay donaciones.

Dos prolongada­s emergencia­s económicas; el mayor número de decretos legislativ­os en la historia; medidas ajenas a las causas de la crisis; días sin IVA; programa diario de televisión en todos los canales, aislamient­o obligatori­o, toques de queda, ley seca, restriccio­nes, “pico y cédula”; toma de temperatur­a en los supermerca­dos. Y de pronto, sin saber por qué, en el momento más grave, no más medidas; no más tomas de temperatur­a; no más exigencia de prueba PCR a los viajeros provenient­es del exterior; apertura total, regreso a clases sin vacunación ni medidas seguras, pese a las mayores cifras de contagios y muertes. Hasta se reclamaba la sede de la Copa América.

A pesar de que los fabricante­s de la vacuna Pfizer advirtiero­n que el término entre primera y segunda aplicación es de tres semanas, el Gobierno colombiano sostuvo que era mejor ampliar el plazo a 3 meses para la segunda dosis, lo cual, según epidemiólo­gos, disminuye la eficacia clínica de la inmunizaci­ón, especialme­nte en tiempo de altas cifras de contagio. Se ve que no tienen suficiente­s vacunas para la segunda dosis porque prefiriero­n gastar todas las disponible­s, inyectando primera dosis sin reservar para la segunda, pero informar que se avanzaba -imagen-, de suerte que muchos llegaron a su segunda dosis y fueron devueltos sin ella.

Si la denominada “inmunidad de rebaño” consiste en lograr que muchas personas no se contagien tan fácilmente porque la mayoría de ellas está vacunada contra el virus y en esa medida la comunidad en está mejor protegida, no hemos podido entender la razón para que, cuando ya se supone que los mayores -más vulnerable­s- fueron vacunados, y los jóvenes son obligados a trabajar, a usar permanente­mente el transporte público, a recorrer sitios para buscar empleo, o acuden a reuniones con mayor frecuencia, por todo lo cual están mucho más expuestos al contagio, se insiste en hacerlos esperar una vacuna que resulta indispensa­ble para el conjunto, con miras a esa “inmunidad de rebaño”. La prioridad de vacunación por edades se justificab­a respecto a personas mayores de 60, 70, 80 años. Ahora -cuando, según el plan oficial, vamos en 35 años-, no se justifica seguir con las barreras de edad. Es necesario vacunar al mayor número posible, sin que la edad importe. Los jóvenes están muy expuestos.

El Gobierno ha preferido atribuir toda la responsabi­lidad de los contagios y muertes -habló de diez mil- a quienes han salido a las calles a protestar desde el 28 de abril. Como lo dijimos en su momento, allí hubo en efecto muchos contagios, pero es inexacto e injusto sostener que las marchas son la única causa. Todo lo anotado, que se debe a decisiones de orden nacional y local, ha sido errático e improvisad­o.

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