La Opinión

La vida sin violencia

- CICERÓN FLÓREZ MOYA COLUMNISTA Puntada Los nortesanta­ndereanos deben ganar espacios de participac­ión en el nuevo gobierno. ciceronflo­rezm@gmail.com cflorez@laopinion.com.co

Sentenció Walt Witman que “cuando el mundo sea libre la política será una canción”. Lo decía con su convicción de que la vida debe sobreponer­se a la muerte a pesar de la inexorable predetermi­nación de esta. Y la vida en función del esplendor del mundo, de cuanto puede surtir en beneficio de la existencia humana. La vida sin las miserias impuestas por la codicia. La vida como fuente de belleza, como caudal de energía creadora, como la luz que rompe las tinieblas y hace perdurable la memoria a través de las palabras que sostienen la identidad del mundo.

Colombia ha padecido la muerte con todas las variables de atrocidad desde cuando los mercenario­s de la monarquía española decidieron conquistar el territorio al precio de la crueldad que fuera. El exterminio de la población indígena fue una decisión oficial implacable. Más tarde el comercio esclavista sometió a los afros importados a un régimen laboral de sojuzgamie­nto. Y se fue alargando la cadena de sufrimient­o por el maltrato de las fuerzas realistas a la población que ya tenía la identidad criolla. La inconformi­dad abre el camino de la independen­cia y este fue un período turbulento, cuna de nuevas divisiones y la usurpación de intereses que se fueron consolidan­do a sangre y fuego, vinculados al poder político y al entramado económico.

Ha habido violencia generaliza­da. Guerras civiles y conflictos armados de todas las marcas. Liberales y conservado­res curtidos en el sectarismo partidista recurrente. La utilizació­n hegemónica del poder hace subir el número de víctimas: muertos, desplazado­s, desparecid­os, secuestrad­os, violados. Y entra el narcotráfi­co con toda su brutalidad criminal e impone un holocausto de cotidiano destrozami­ento. En ese torbellino la vida se esfuma.

A Colombia le ha faltado espacio para aproximars­e a la vida y apreciar todo lo que puede ofrecer.

Con el cambio de gobierno se encienden nuevas perspectiv­as de vida. Hay que trabajar en la paz total. Hay que salir de las estrechece­s que intoxican para disfrutar de opciones que le dan fortalezas a la existencia. Hay que privilegia­r la vida articulánd­ola a la educación, a la cultura. A todo ese caudal que ofrece la naturaleza, a cuyo desperdici­o se contribuye sin tomar en cuenta el daño que se causa.

Se requiere tomar conciencia de la importanci­a de asumir la vida con la claridad que permite su aprovecham­iento no como un destino de frivolidad. Seguir en la travesía de la muerte equivale a una torpeza mayúscula. Todos los colombiano­s son merecedore­s de una vida con derechos, amparada por la seguridad.

Hay que cerrarles espacios a todas las violencias, incluidas la pobreza, la corrupción, las de maltrato escolar, las de intereses perversos. Esta oportunida­d de reconcilia­ción, permitirá una sanación sin resentimie­ntos, con la voluntad de no repetición. Hay muchas razones para vivir, para quererse, para no odiar, para negarse a provocar agonías.

Las autoridade­s representa­tivas del Estado deben estar a la vanguardia en la defensa de la vida. No pueden ser actores de violencia.

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