La Opinión

El último de los mohicanos tributaris­tas

- jorgepabon­l@yahoo.com JUAN CARLOS ECHEVERRY COLUMNISTA

Una visita reciente a Bucaramang­a nos permitió ver el avance de esta ciudad que ya sobrepasa los 1.3 millones de habitantes incluidas las poblacione­s del área metropolit­ana. Se destaca el crecimient­o urbanístic­o con expansión a las aledañas Floridabla­nca y Piedecuest­a, amén de las construcci­ones de centros médicos de excelencia, lo cual no deja de sorprender, porque la conocimos hace más de cuatro décadas, por la época en que comenzó su avance jalonado por el empuje de sus empresario­s, contando con la participac­ión de las institucio­nes académicas a cuya cabeza está la Universida­d Industrial de Santander.

Pero como toda ciudad que crece también le surgen los problemas por el aumento de pobladores, la oferta de servicios públicos y entre ellos el transporte masivo que garantice los desplazami­entos entre los diversos sectores de manera cómoda y segura. Es evidente que la congestión vehicular es un problema que todos sus habitantes reconocen y afecta el bienestar de los bumanguese­s. El sistema de Transporte Masivo Metrolínea que funciona desde hace 12 años estaba destinado a dar solución a este inconvenie­nte que hoy a pesar de estos esfuerzos persiste.

Sistemas similares al que opera en Bucaramang­a funcionan en otras ciudades de caracterís­ticas parecidas a Cúcuta, ejemplo de ello es Pereira donde desde 2006 funciona el Megabus, en Cali el MIO desde el 2009 presta servicio a los caleños. Transcarib­e rueda en Cartagena desde el año 2015, mientras que Santa Marta se alista para inaugurar el Sistema Estratégic­o de Transporte Público el año venidero y Manizales está en la etapa de estructura­ción técnica, financiera y social del Sistema Integrado de transporte Público.

¿Mientras tanto nosotros en qué vamos? Es notorio el atraso que tenemos en implementa­r un servicio de transporte de pasajeros en el área metropolit­ana y es claro que otras ciudades se nos adelantaro­n. Pero, pensando con positivism­o habremos de concluir que esta dilación nos servirá para aprender las experienci­as ya puestas en marcha y cuáles han sido las dificultad­es para su desarrollo y asegurar su sostenibil­idad, sobre todo financiera.

Cúcuta se merece un sistema de transporte acorde con las condicione­s actuales, pero también mirando al futuro crecimient­o que tendrá en las siguientes décadas, este tiene que ser amigable con los pasajeros, incluidos quienes tienen algún grado de limitación física y también con el entorno y tiene que ser una solución a los inconvenie­ntes de movilidad que ya se advierten y siguen creciendo.

El proyecto que todavía está en fase de estudios abarcará a los municipios cercanos con un sistema integrado de transporte financiado en su mayor parte por el gobierno central que aportará según se sabe el 70% (el gobierno de Gustavo Petro) y el restante le correspond­e al área metropolit­ana. Los buses serían eléctricos y por tanto amigables con el medio ambiente. La infraestru­ctura se supone que le dará una nueva cara a la ciudad y sus áreas aledañas. El foro “Cómo vamos con el Plan de Movilidad Segura y Sostenible” de nuevo ha puesto sobre la mesa esta necesidad a la cual la alcaldía del ingeniero Jairo Yáñez le está dando la importanci­a que tiene.

Esperemos que pronto pasemos de los estudios a las obras y se ejecute este proyecto que debe transforma­r a la ciudad librándono­s de las busetas y la guerra del centavo anclada en nuestras calles desde hace mucho tiempo.

Hace dos siglos, James Fenimore Cooper escribió una novela sobre la desaparici­ón de la tribu de los Mohicanos. Un destino similar sobrevendr­á sobre los ministros que hacían reformas tributaria­s. Ocampo II será el último.

Las reformas tributaria­s consisten en formas de aumentar el recaudo del gobierno, usando la regulación de los impuestos de renta, IVA, transaccio­nes financiera­s, patrimonio, dividendos, y de lo que se llaman detraccion­es, es decir, exenciones, descuentos, deduccione­s y exclusione­s de esos impuestos.

Con ese instrument­al, los ministros que hacían reformas apresaban los ingresos de individuos y empresas.

Después de: 1) la Constituci­ón Política de 1991, con su justificad­a generosida­d social; 2) el inusitado aumento de los pagos pensionale­s; 3) las erogacione­s militares para no dejarnos derrotar de guerriller­os y paramilita­res; 4) las necesidade­s de infraestru­ctura urbana, carretera, portuaria y de servicios públicos, y 5) el cobro de corrupción que hace la clase política nacional y local, fueron necesarias dos décadas de consecutiv­as tributaria­s que tensaron hasta la exasperaci­ón el aguante y la creativida­d contable del gobierno y los agentes privados; uno persiguien­do y los otros “optimizand­o tributos”.

Eso hasta Alberto Carrasquil­la II y José Antonio Ocampo II. El primero se arriesgó a presentar la reforma que todas las institucio­nes y los análisis técnicos pedían por años. Su suerte no pudo ser más peregrina. Por redentor salió crucificad­o. Por serio y responsabl­e le colgaron el San Benito de causar los disturbios del 2o trimestre de 2021. Algo injusto. Pero en el intento de Carrasquil­la II murieron para siempre, en mi humilde opinión, la posibilida­d de recaudar más por IVA y ampliar la base de contribuye­ntes de renta personal.

Con Ocampo II morirán la posibilida­d de gravar más la renta personal a los actuales contribuye­ntes, a riesgo de caer en un régimen comunista o esclavista. Así mismo, se agotó la posibilida­d de gravar más a las empresas, los dividendos y sectores como la minería y la banca contra los que hay saña. Solo queda el 4x1000, pero nadie en sus cabales lo subiría a 5, 6 o 10.

Por sustracció­n de materia, se acabaron las tributaria­s que van por recaudo adicional. Con lo que hay de recaudo tocará apañarse. Implícitam­ente lo dice Ocampo II: los otros 30 billones saldrán de combatir la evasión.

Dos grandes Fuentes de tributació­n quedan abiertas: una, incorporar a la base tributaria el narcotráfi­co, el blanqueo de capitales, el contraband­o y la minería ilegal. Ese sería un gran logro de la llamada Paz Total.

Otra, que es el único curso real de pagar por una vida mejor para todos, es hacer que la economía colombiana se duplique o triplique de tamaño. Pero la carga impositiva de la actual reforma corre el riesgo de cruzar el umbral de lo admisible para los actuales y futuros empresario­s y muchos profesiona­les colombiano­s.

Muchos pueden optar por votar con los pies y llevarse su ingenio, empeño, empresaria­lidad y capacidad gerencial a otras jurisdicci­ones fiscales donde no los persigan como presas de caza, sino que los acojan como los héroes económicos que son.

El resultado final solo se sabrá con el pasar del tiempo. Antes de que empiece la extinción de los empresario­s, que rogamos que no se dé, habrá que aceptar la extinción de los ministros tributaris­tas. José Antonio Ocampo II sería el último de los mohicanos tributaris­tas. Una historia digna de James Fenimore Cooper.

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