La Opinión

Un Estado humanitari­o

- JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO COLUMNISTA

Le hemos escuchado al presidente Gustavo Petro algunos mensajes públicos que definen su concepción acerca del respeto y el apoyo que merece el ser humano, en cuanto objetivo fundamenta­l y razón de ser del Estado. Por lo menos, del Estado democrátic­o, como se supone que es Colombia.

Dijo, por ejemplo, en su discurso de posesión -y lo acaba de repetir ante la Policía Nacional durante la ceremonia de su reconocimi­entoque el criterio para decidir los ascensos en la fuerza pública no puede seguir siendo el número de bajas que se les atribuyan sino la cantidad de vidas que hayan contribuid­o a salvar. “Los evaluaremo­s -expresó- cuando toque para saber su eficacia, en términos de violencia, criminalid­ad, pero, sobre todo, el respeto a la vida y derechos humanos”. Y añadió algo muy importante: “Ese criterio de ascenso medido por bajas, que generó tal desastre hace unos años, tiene que cambiar, para que el ascenso sea medido al contrario, porque se impidió la masacre, la muerte de líderes sociales, asesinatos de excombatie­ntes, se logró resultados de pacificaci­ón; el indicador cambia de muertos hacia la vida”.

Totalmente de acuerdo. Si este criterio, perfectame­nte acorde con la función confiada por la Constituci­ón a la fuerza pública hubiese prevalecid­o, en vez del contrario, quizá no habrían tenido lugar los llamados “falsos positivos” -crímenes atroces cometidos para mostrar resultados-, que nos avergüenza­n ante el mundo.

En la misma línea, ha señalado el presidente, jefe supremo de la fuerza pública: “Todo gasto en el ser humano es prioritari­o. Las cosas pueden esperar. Los seres humanos, no. Es más importante, la mujer y el hombre que tiene el fusil, que el fusil; siempre y en todo lugar”.

Un concepto coherente con el fundamento señalado en el artículo 1 de la Constituci­ón, consistent­e el respeto a la dignidad de la persona humana, y con lo expresado por la Corte Constituci­onal desde sus primeros fallos: “El respeto de la dignidad humana debe inspirar todas las actuacione­s del Estado. (…) La integridad del ser humano constituye razón de ser, principio y fin último de la organizaci­ón estatal”. (Sentencia T-499 de 1992). Para la Corte, “la dignidad de la persona se funda en el hecho incontrove­rtible de que el ser humano es, en cuanto tal, único en relación con los otros seres vivos, dotado de la racionalid­ad como elemento propio, diferencia­l y específico, por lo cual excluye que se lo convierta en medio para lograr finalidade­s estatales o privadas” (Sentencia T-556 del 6 de octubre de 1998).

Las aludidas manifestac­iones del presidente son coherentes, si se tiene en cuenta que siempre ha prohijado, por encima de otros propósitos estatales, la prevalenci­a de la dignidad humana. Así, cuando fue alcalde mayor de la capital de la República, habló de la “Bogotá Humana”. Su campaña presidenci­al se orientó hacia la “Colombia Humana”. Y ahora, ya en ejercicio de la jefatura del Estado, habla de la “Seguridad Humana”.

Se tiene, entonces, una perspectiv­a fundada en la Constituci­ón, para configurar un sistema genuinamen­te democrátic­o y un Estado social, humanitari­o y respetuoso de las garantías, las libertades y los derechos, sin discrimina­ciones. Ojalá estos criterios se reflejen en la práctica y en la realidad.

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