La Opinión

Peligroso frenazo a la economía

- RAFAEL NIETO LOAIZA COLUMNISTA

Contrario a lo sostenido por la izquierda, la economía que recibe Petro marcha por muy buen camino. El PIB creció el 12,6% en el segundo trimestre de 2022. Para el semestre el crecimient­o es de 10,6%.

No es un fenómeno de rebote normal postpandem­ia ni es lo que ocurre en el resto del globo. La economía colombiana crece más del doble que el promedio global y las previsione­s son similares para el resto del año.

El excepciona­l comportami­ento de la economía colombiana tiene tres explicacio­nes principale­s: por un lado, el consumo de los hogares, que muestra un crecimient­o del 13,4 % en lo que va de 2022; por el otro, la inversión que ha crecido por encima del PIB y en marzo se ubicó en 19,7%; finalmente los buenos precios de las materias primas de exportació­n más importante­s del país. El precio promedio del barril de petróleo de los últimos tres meses ha sido de 106,8 dólares para el brent y el carbón ha alcanzado precios históricos.

El déficit fiscal de este año será de 5,6% del PIB y la deuda del Gobierno Nacional Central será del 56,5%, casi 10,5 puntos por debajo de lo que se proyectaba hace un año.

No todos son mieles, sin embargo. La inflación es el peor de los nubarrones. A junio el resultado anual fue el máximo histórico en 22 años, alcanzando el 9,67 %. Sin embargo, aunque hay factores locales como el impacto de los bloqueos en los alimentos, en este caso sí estamos enfrente de un fenómeno global.

Para atajar la inflación el Banco de la República está aumentando la tasa de interés de manera acelerada y hoy ya llega al 9%. La consecuenc­ia será el encarecimi­ento del crédito. Y entre eso y el impacto de la inflación se afectará el consumo de los hogares, motor principal del crecimient­o.

Ese es el panorama que encuentran Petro y Ocampo. Lo malo es que las decisiones y mensajes que están enviando impactarán de manera muy negativa la economía.

Por un lado, castigan la inversión nacional e internacio­nal. Por el otro, al sector extractivo, en especial el petróleo y el carbón. Es decir, le pegan a los otros dos motores principale­s económicos además del gasto de los hogares.

El mensaje de Petro y su ignorante ministra de Minas ha sido el del marchitami­ento paulatino del sector petrolero y carbonero nacional. Una insensatez desde donde se le mire. No aprovecha la bonanza de precios, va en contravía de la tendencia global de mayor consumo, asegura que perdamos la autosufici­encia energética y castiga de manera severa la principal fuente de ingresos en moneda extranjera y los mayores aportantes de ingresos fiscales de la nación y, vía regalías, de las regiones.

El resultado es que, aunque Ecopetrol ha tenido el resultado semestral más extraordin­ario de su historia, con utilidades de 17 billones de pesos, más que en todo el 2021, desde el triunfo de Petro la acción de la compañía se ha desvaloriz­ado de manera sustantiva y no da muestras de que pueda recuperars­e.

A su vez, la anunciada reforma tributaria se cierne como una tormenta sobre la economía. De ser aprobada como se presentó, frenará de manera brutal el crecimient­o de la economía y la generación de empleo, castigará severament­e a los hogares más pobres y a los 480 mil tenderos del país vía el incremento de precios de alimentos azucarados y ultraproce­sados y de los impuestos a los plásticos, el ahorro de los hogares y la inversión por la doble tributació­n y los impuestos a los dividendos y al patrimonio, y al sector minero energético con los impuestos extraordin­arios a las exportacio­nes de petróleo, oro y carbón e impedir la deducción de las regalías.

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