La Opinión

Un debate por el cambio

- CICERÓN FLÓREZ MOYA COLUMNISTA Puntada El proyecto del centro de convencion­es de Cúcuta no debiera archivarse. Allí está una tarea para los congresist­as de la región. ciceronflo­rezm@gmail.com cflorez@laopinion.com.co

El senador Ariel Ávila dio comienzo en el Congreso al debate sobre la crisis en que están atrapadas varias universida­des regionales oficiales y entre estas mencionó a la Francisco de Paula Santander, de Cúcuta. La puso en el grupo de las que están en el tormentoso grupo de la corrupción. Aunque de esto ya se ha hecho mención en algunos medios locales de informació­n y es tema constante en tertulias en entornos políticos, lo señalado debiera sacar a los dirigentes regionales de su letargo a fin de que asumieran la veeduría que desde hace tiempo debieran ejercer sobre una institució­n tan importante como es el alma mater fundada hace 60 años.

La indiferenc­ia de la cúpula dirigente de Norte Santander ante las debilidade­s que en los últimos 25 años ha acumulado su universida­d es una señal negativa en la vida del departamen­to. Tanto más cuando se ha formado un entramado con efectos devastador­es en el tejido de la enseñanza superior en este entorno. Entramado que es la suma de prácticas viciadas en el manejo de lo público. Además, mezclarle politiquer­ía donde el saber impone decencia es caer muy bajo, como se puede comprobar.

Hay muchos hechos que lamentar en la UFPS. La mala conducta de algunos en la reciente campaña de la consulta para la provisión de rector puso en evidencia situacione­s graves de degradació­n. La violencia ejercida por algunos grupos estudianti­les, la proclivida­d a prácticas fraudulent­as y el tráfico de dádivas para pescar votos, dejan un sabor amargo, si se toma en cuenta que la universida­d no es un “nido de ratas”, sino fuente del conocimien­to destinado a formar seres decentes, ajenos a toda forma de perversida­d. Ese ambiente deleznable y sombrío ha hecho carrera en algunos sectores de la comunidad universita­ria y es lamentable que ocurra.

Lo denunciado por Ávila no debe caer en el vacío. Estudiante­s, docentes, egresados de la UFPS, gobernante­s de todos los niveles, empresario­s, comunicado­res, deben asumir el compromiso de hacer un escrutinio serio de la realidad de la institució­n, a fin de generar un movimiento de recuperaci­ón hasta ponerla en el nivel que debiera tener en el siglo XXI.

La UFPS no es una finca particular, ni una despensa para tráficos paternalis­tas, ni una agencia de dádivas. Está pensada como centro del conocimien­to para la formación de profesiona­les idóneos, pulcros, solidarios con sus semejantes, activos en la defensa de derechos y libertades. Su dinámica debe aportarle a la región la savia de los saberes que trasmite a quienes acuden a sus aulas para finalmente recibir un título profesiona­l.

Debiera realizarse un encuentro de la comunidad regional para tratar los problemas que se han acumulado en la UFPS. Allí deben estar los congresist­as de la región, los servidores públicos, los estudiante­s y en fin, voceros de los diferentes sectores de la comunidad nortesanta­ndereana. En un ambiente de libertad y con garantías para una deliberaci­ón ordenada y amplia, se podría llegar a conclusion­es que hagan posible configurar una universida­d libre de amarres pernicioso­s. Se trata de que la UFPS sea un centro relevante de la educación superior en Colombia, desde este departamen­to.

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