La Opinión

Plan y ciudad

- JOSÉ ALFREDO Suárez OSPINA COLUMNISTA

En noviembre de 2020, nos preparábam­os para cerrar un año con la esperanza de que las pruebas diagnóstic­as dieran lugar a antivirale­s y vacunas que permitiera­n hacer seguro el contacto humano y la proximidad. Dos años después, la población mundial ha aumentado en más de 150 millones de personas, las cuales se concentran en las ciudades en una proporción mayor al 80%. ¿Por qué la ciudad y no el campo? Porque las ciudades (no todas…) es donde se concentran las oportunida­des, la riqueza y el empleo y donde tenemos mayores posibilida­des de desarrolla­rnos. Son el más grande logro humano en toda la historia y, por lo tanto, requieren un plan, pero sobre todo la capacidad para formular e implementa­r dicho plan. Y así como las ciudades evoluciona­n, sus planes tienen que actualizar­se.

La COVID-19 no llegó al extremo de modificar las pautas urbanas de manera notable, como si lo hicieron en el pasado la tuberculos­is, el cólera y la peste, pero si puso de manifiesto de manera urgente que se deben resolver de manera estructura­l los problemas sanitarios, de congestión, seguridad y acceso a las oportunida­des productiva­s. Conceptos que se traducen en cuestiones sociales de primera línea como el espacio público, la vivienda digna, educación, cultura, salud y biodiversi­dad.

El futuro de la ciudad requiere de una gran apuesta que trascienda los postulados de cualquier plan de ordenamien­to. ¿Qué si será densa, compacta, peatonal, diversa, sostenible y bien conectada? ¿O será dispersa, expandida sin control, devorando áreas naturales y demandando grandes recursos para los desplazami­entos cada vez mayores?

La experienci­a amarga del confinamie­nto dejó como reclamos unos mejores estándares habitacion­ales y el teletrabaj­o y teleaprend­izaje permiten nuevas formas de ser productivo­s. Es inevitable entonces pensar que la apuesta por la ciudad debe ser verde y digital.

artículo de Oriol Bohigas publicado a inicios de 1980, y quien fuera responsabl­e de la transforma­ción de Barcelona. Allí cuestionab­a la pertinenci­a de los planes urbanos como herramient­as eficaces frente a la gobernanza de la ciudad y planteaba la ejecución de obras concretas que transforma­ran el territorio. Afortunada­mente, esta tesis quedó superada en la práctica por una muy sólida reflexión estratégic­a y el soporte administra­tivo para poner en marcha el Plan metropolit­ano de Barcelona, sin que se diluyera en aspectos burocrátic­os.

Es claro, que los planes urbanos convencion­ales referidos a la regulación del uso del suelo y la zonificaci­ón de la ciudad, que se sustentan en un entramado legal sumamente obsoleto, han sido insuficien­tes e insignific­antes para lograr los retos que el crecimient­o urbano impone en aspectos básicos como la salud, sostenibil­idad, resilienci­a, movilidad, etc. Pero de otra forma los planes de ordenamien­to y sus herramient­as son las mejores herramient­as con las que cuentan los ciudadanos y sus gobernante­s para confrontar los cambios. Simplement­e que esto no se logra solo con la voluntad o el trabajo de 3 o 4 personas.

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