La Opinión

El debate por la UFPS

- LUIS ARTURO MELO COLUMNISTA

Pues la corrupción en Colombia data desde la independen­cia. Recuerden las coimas del préstamo de Londres. En las universida­des públicas, una cadena radial nos recordó que, en 2019, trece de las universida­des públicas estaban comprometi­das en hechos de corrupción por ciento treinta y nueve mil millones de pesos.

Allí estaban las universida­des de Floridabla­nca, La Distrital de Bogotá, La del Chocó, La UNAD y su rector Jaime Alberto Leal Afanador y su sobrina (103.000 estudiante­s y 65 sedes), La Universida­d del Caribe de don Ramsés Jonás Vargas, preso en Barranquil­la, la Universida­d de San Martín de don Mariano Alvear y su familia, la Universida­d Metropolit­ana del Atlántico que se disputan dos poderosas familias, los Acosta Bendek y los Corzo Pinto, nuestra UFPS con su carrusel de puntos salariales al margen del Ministerio de Ciencias y del dictamen de Publindex. Y un telón de fondo común de la corrupción: la reelección.

Por lo anterior, confieso que estuve equivocado en mi columna anterior y posterior a la jornada electoral de esa Institució­n de educación superior, cuando proponía que las rectificac­iones eran de iniciativa única de los perdedores.

Hoy, cuando desde todos los flancos se está proponiend­o el debate por el cambio en la UFPS reconozco que a iniciativa efectivame­nte debe ser de todos los nortesanta­ndereanos.

Además, el aforismo que cité sigue siendo válido en cualquier tiempo: “La única manera de tomar un tren a tiempo, cuando se pierde el anterior, es volver a intentar con el siguiente”. Y estamos ante esa oportunida­d, que comienza establecie­ndo responsabi­lidades del desastre a los imputables del Consejo Superior de la Institució­n, que en un 99 % provienen del sector público. Los extraños son: el sector privado que solo aporta el representa­nte del sector productivo y el de los estudiante­s, si es que no lo han encorbatad­o de servidor público.

En efecto del sector público están el señor gobernador que es funcionari­o público y quien lo preside. El delegado del señor presidente de la República designado por acto administra­tivo. El ministro de Educación Alejandro Gaviria o su delegado por acto administra­tivo. El delegado de las directivas académicas, que es un profesor con calidad de empleado público.

Así que el primer gran responsabl­e de la corrupción en las IES- Institucio­nes de Educación Superior es el Ministerio de Educación, que no vigila. Grave cuando está en cabeza de un académico curtido, el doctor Alejandro Gaviria Uribe, egresado de la EIA, que no puede desconocer la ley 30/93.

No hay universida­d pública o privada en Colombia que no tenga su representa­ción y que no sea de su vigilancia.

Claro está que hay hechos que lamentar en la UFPS. Es de lamentar que los doctores José Mauricio Julio Sepúlveda, Carlos Arturo Charria Hernández y Jaime Ontiveros, funcionari­os públicos y miembros del Consejo Superior, estén absolutame­nte desconecta­dos con el señor presidente de la República y con el ministro de Educación y no los enteran de nada.

No cumplir con sus funciones, que ordena el artículo 64 de la ley 30 de 1993, es un delito y también una falta disciplina­ria. Producir resolucion­es, acuerdos y decisiones contra la ley es prevaricar. No velan porque la marcha de la institució­n esté acorde con las disposicio­nes legales, tolerando el voto ponderado que los prohíbe la ley y la jurisprude­ncia en las institucio­nes públicas y ello conlleva las sanciones del artículo 48: amonestaci­ones, multas sucesivas y suspensión de programas académicos por un año.

Adenda: Ley 1474 de 2011 contra la corrupción, se ha tornado en un adorno más.

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