La Opinión

Palabras para coronar a una reina

- ÓSCAR DOMÍNGUEZ COLUMNISTA

Tampoco este 14 de noviembre fui llamado por Raimundo Angulo para coronar a la nueva Señorita Colombia. Como no deseo dejarlo enmochilad­o del todo, comparto ese remedo de discurso que tengo listo hace varios años por si me llaman.

Majestad: Eres un sueño de tacón alto, una beldad de a puño, suspiro reprimido de santo. Estornudo de una manifestac­ión de dioses. En tu cuerpo jamás se oculta el sol. Estás hecha contra los apagones de la estética.

Con tus colegas de cintura de avispa le has mejorado el currículo al mar que, como en el verso del suicida Lugones, “brama alrededor de tu cintura” por estos días.

En la guerra de “colas” de la Heroica ganaste por varias letras. Eres una amazona que cabalga sobre el mar.

Tu cuerpo es un soneto al revés. Los dos certeros tercetos arriba y los dos cuartetos atrás, en el afrancesad­o “derrière”, que es donde la espalda pierde su nombre para convertirs­e en colina por partida doble.

En el Ecuador de tu cuerpo se “mece altanero” el ombligo, centro de tu universo, que notifica las 24 horas del día por dónde pasa el meridiano, el vespertino y el nocturno de la belleza.

Cuando te despiertas con tus encantos alborotado­s pareces “una mentira con los ojos azules”, diría el maestro Guillermo Valencia. Tan linda eres que provoca creer en Dios. O en todos los dioses. Eres tan bella que haces daño, diría pirateando a un poeta francés (Cocteau, creo). Verte no da sueño, diría con otro bardo, el argentino más citado.

Esta noche de tu elección en Locombia todos somos voyeristas sin sueldo.

Desde una óptica musical te nos pareces a un bolero escrito a partir del número 90-60-90. Desde una óptica periodísti­ca, la rotativa de las bellas es la demoledora pasarela donde los hombres le dan de comer al ojo.

Desde cuando tuvo uso de razón, tu ángel de la guarda rompió sus votos de castidad perpetua. Le doy la razón a tu ángel de la guarda del que he sabido que suele espiarte a través de la cerradura (…)

Segurament­e se copió del que cantó el poeta Ciro Mendía: “Siempre cuando la amada resolvía/desnudarse y al lecho irse cansada/ el Ángel de la Guarda, qué bobada/ de la alcoba al momento se salía/”.

Miras como si tuvieras manos de pianista. O dedos de acróbata. Después de tantas veladas demoledora­s como las que te han tocado estos días, tus músculos faciales de la risa están que entran en cese indefinido de actividade­s. Has sacado todo un Ph. D. en sonrisas como si te empeñaras en demostrar que tu cara no es tierra fácil para la tristeza.

Cuando llegues a la tierra prometida de tu almohada esta noche, descarga todo lo que tengas por dentro. Y prepárate mañana para posar temprano para la prensa con las palenquera­s en las playas de Cartagena. Y recarga baterías porque te espera el Banquete del Millón del 24. Es el único día del año que el padre Diego Jaramillo, presidente de la Fundación Minuto de Dios, peca con las ganas.

Mándales el primer suspiro de tu reinado a los alebrestad­os en armas de la guerrilla que nada que silencian sus fierros, incluidos los “farquianos” que volvieron a las andadas. En el caso del ELN tienen el oleoducto convertido en un queso gruyere. Extraña forma de hacer la revolución “matando lo que más se ama”. Disparan, no conversan.

No tienes sueños, majestad, los sueños te tienen a tí. Las perturbado­ras como tú tienen el físico de un atleta del decatlón. No estás hecha de carne y hueso, sino de misterio y asombro.

Termino estas palabras diciéndote con cero originalid­ad: si no existieras tendríamos que intentarte. O inventarte. Hortensias para Valentina…

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