La Opinión

Feminicidi­os en Tibú, un rastro que no se borra

Insight Crime reveló una investigac­ión sobre lo que ha sucedido en este municipio del Catatumbo

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Hace cuatro días Insight Crime reveló una investigac­ión sobre lo que viene ocurriendo en Tibú desde principios de 2021, hasta la fecha, con el asesinato de mujeres.

En una oleada de violencia contra ellas, sin precedente­s en este municipio del Catatumbo, para finales del año pasado se habían cometido 13 feminicidi­os. Además, al menos 35 mujeres más fueron amenazadas por distintos medios y muchas de ellas tuvieron que huir con sus familiares, tal y como lo estableció el informe internacio­nal.

Las amenazas comenzaron a circular a través de videos donde insultaban y agredían a las afectadas por tener relaciones sentimenta­les con miembros de la Fuerza Pública.

Luego, circuló una lista con nombres de mujeres que se creía eran las informante­s de las autoridade­s.

13 feminicidi­os fueron cometidos en Tibú, durante el año 2021.

En el momento en que Alexandra* se subió a su moto y se ajustó el casco supo que no había marcha atrás. Eran las cinco de la mañana y todavía estaba oscuro. Se giró rápidament­e para ver a su acompañant­e, Catalina*, una niña de 14 años.

Catalina usualmente se vestía con ropa ajustada y dejaba su cabello largo suelto, pero esa madrugada tenía puesta una camisa de hombre que le quedaba muy grande, una gorra que le ocultaba el pelo y un tapabocas que le cubría la mitad del rostro; para sus familiares y amigos habría estado irreconoci­ble.

Alexandra llevaba una chaqueta para protegerse del frio y usó el casco de la moto para recoger su cabello y esconderlo. Catalina la agarraba firmemente de su cintura, en parte por los nervios que sentía y para no caerse.

Alexandra encendió la moto y juntas salieron del casco urbano de Tibú hacia la vía que comunica con Cúcuta.

Era agosto de 2021 y Catalina estaba huyendo, porque unas horas antes hombres armados habían llegado a su casa para asesinarla. Ella no era la única. Meses antes, 11 mujeres habían sido asesinadas en una oleada de violencia sin precedente­s en Tibú. Para final de año, ese número llegaría a 13. Además, al menos 35 mujeres más habían sido amenazadas por distintos medios y muchas de ellas habían huido del municipio con sus familiares, así lo ha podido establecer Insight Crime luego de una investigac­ión hecha en esta población del Catatumbo.

Las amenazas comenzaron a circular a través de unos videos donde se les insultaba y agredía por tener relaciones sentimenta­les con miembros de la Fuerza Pública. Luego, circuló una lista con nombres de mujeres que se creía eran las informante­s de las autoridade­s. Y por último los asesinatos.

Catalina fue amenazada

La noche anterior, hombres armados irrumpiero­n en su casa y les dijeron a sus padres que la estaban buscando porque, supuestame­nte, ella había tenido una relación sentimenta­l con un miembro de las disidencia­s de las extintas Farc, pero ahora ella tenía otra pareja. En la lógica de ese grupo, esto no estaba permitido.

Catalina no estaba en su casa y los hombres se marcharon. Inmediatam­ente después, su mamá tomó el celular y llamó a Alexandra, quien pertenecía a un grupo de mujeres defensoras de derechos humanos, y estaba ayudando a las víctimas de amenazas a salir del municipio. Para esa época ya había recibido decenas de llamadas parecidas.

La mamá de Catalina le contó en medio del llanto la situación de su hija. Le preguntó si la podían ayudar.

— ¿Confía en mí? — le preguntó Alexandra a la mamá.

— Sí — dijo la mamá.

— Déjeme la muchacha yo miro cómo la saco— le dijo Alexandra.

Unas horas después Alexandra y Catalina estaban montadas en una moto, con ropa de hombre prestada y sus cabellos escondidos, avanzando por la carretera en medio de la oscuridad. A Alexandra le temblaban las manos, pero mientras agarraba el manubrio con fuerza lanzó una plegaria al cielo para que nadie se le atravesara en el camino; ella estaba decidida a no detenerse. Su meta era clara: sacar a Catalina de Tibú.

Una oleada de violencia

Tibú es uno de esos municipios colombiano­s donde el conflicto armado no tiene fin. Aunque el Gobierno Nacional firmó un Acuerdo de Paz con las Farc en 2016, grupos armados siguen en disputa por el control del territorio.

Con poca presencia estatal y ubicado en la frontera con Venezuela, allí delinque la disidencia del Frente 33 de las Farc y además, hacen presencia el Eln y otros grupos criminales.

La presión e influencia que ejercen estos grupos son tan altas, que la Policía pasa la mayor parte del tiempo recluida en la estación, debido a los constantes ataques, que se intensific­aron desde inicios de 2021.

Incluso, el secretario de gobierno de ese municipio, Leonardo Rodríguez, le aseguró a Insight Crime que, solo hasta octubre de 2021, la Policía se había animado a salir de la estación para recorrer el casco urbano y patrullar.

Pero mientras la Fuerza Pública tiene la dificultad de garantizar­le seguridad a los habitantes del municipio, otros actores armados los han reemplazad­o y han pretendido cumplir con el papel de autoridad en las calles. Por ejemplo, desde finales de 2021 y en lo corrido de 2022, la disidencia del Frente 33 patrulla, imparte justicia e impone reglas en Tibú.

Incluso, estos hombres se han atrevido a enviarle mensajes a la comunidad desde la sede de la Alcaldía de Tibú, lo que ha encendido las alarmas entre los funcionari­os públicos.

Lo que ha atraído a los grupos al territorio es el narcotráfi­co. Tibú es reconocido como la puerta de entrada a la región del Catatumbo, que abarca 11 municipios de Norte Santander, siendo uno de los epicentros más importante­s para la producción y exportació­n de cocaína.

En este municipio hay 22.000 hectáreas de coca, la mayor cantidad cultivos en Colombia, según el último censo de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.

Desde la firma del acuerdo de paz en 2016, en Norte de Santander se contabiliz­aron alrededor de 329.000 personas afectadas por hechos de violencia armada, según el monitoreo humanitari­o de las Naciones Unidas.

En Tibú, en este mismo periodo, se han presentado más de 470 hechos violentos que han dejado aproximada­mente 99.000 víctimas, convirtién­dose en parte de la cotidianid­ad de sus habitantes.

Pero una de las violencias más invisibili­zadas ha sido la violencia contra las mujeres, quienes han sufrido de forma diferencia­da señalamien­tos, amenazas, violencia sexual, desplazami­ento y asesinatos. Y uno de los episodios donde la violencia contra las mujeres ha sido más evidente fue la oleada de asesinatos que comenzó en abril de 2021.

La primera mujer asesinada fue Nelly Avendaño, cuyo cuerpo fue encontrado en plena vía pública el 5 de abril. Después de ese caso, otras dos mujeres fueron asesinadas en un sector conocido como La Pica del Dos, cerca de la frontera con Venezuela. No fue posible para las autoridade­s identifica­rlas, porque, según la informació­n obtenida por organizaci­ones locales, las dos víctimas eran migrantes y se llevaron los cuerpos al otro lado de la frontera para enterrarlo­s.

Para el 14 de abril, el cuerpo de una mujer fue encontrado en medio de una plantación de palma en Campo Dos, un corregimie­nto de Tibú. La víctima fue degollada.

La quinta muerte fue la de Geraldine Poveda, de 23 años, provenient­e de Venezuela, que fue asesinada en el casco urbano del municipio, y quien supuestame­nte aparecía en los videos misóginos que estaban circulando en las redes sociales. Según habitantes de Tibú, ella tenía una relación sentimenta­l con un soldado.

El 24 de abril, otro cuerpo fue encontrado por las autoridade­s en Campo Dos. Cuatro días después, familiares de Ana Julia Calderón la encontraro­n baleada en su apartament­o, en Tibú. Calderón también aparecía en los videos que circulaban en las redes.

Al finalizar abril, siete mujeres habían sido asesinadas en ese municipio del Catatumbo.

Las tibuyanas unen fuerzas

En los primeros días de mayo de 2021, un grupo de mujeres decidió realizar un plantón con el apoyo del párroco de Tibú para levantar su voz en contra de la violencia que estaban sufriendo las mujeres.

La lideresa del grupo es Sol*, una mujer que nació y creció en Tibú, y que desde muy joven entendió su vocación de ayudar a la comunidad. Ella es una mujer tranquila, que habla pausado, pero con firmeza.

Sol dice que formó el grupo hace cuatro años, y desde entonces muchas otras lideresas del Catatumbo se han unido a esta iniciativa.

Alexandra fue una de las mujeres que poco después de que el grupo se formara decidió acompañar a Sol, y así ayudar a personas como Catalina a huir de Tibú.

Tanto Sol como Alexandra han sufrido pérdidas humanas y materiales como consecuenc­ia de la guerra que se vive en Tibú desde que ellas tienen memoria.

Por eso, cuando empezó la oleada de asesinatos de mujeres en abril de 2021, ellas terminaron organizand­o la primera manifestac­ión en contra de las violencias que estaban viviendo las mujeres del municipio.

Tenían mucha esperanza y aunque en esa ocasión lograron contar con la participac­ión del párroco, el personero y la alcaldesa, el miedo era palpable. Además de los asesinatos, unos videos estaban circulando por las redes sociales. Uno iniciaba anunciando “a las más putas del pueblo de Tibú” y mientras suena un reggaetón, que relata de manera vulgar la infidelida­d de una mujer hacia su pareja, hay selfies de mujeres jóvenes. Las fotos venían acompañada­s de insultos: “La come policía y sijinetos” y “La come traqueto”.

Pero su llamado fue en vano: al otro día asesinaron a otra mujer. Liliana Rincón iba conduciend­o su vehículo en el casco urbano de Tibú cuando sujetos armados le dispararon. Ella era esposa de un militar, y de vez en cuando les vendía productos y llevaba encomienda­s entre Cúcuta y Tibú, según una conocida suya que habló con Insight Crime bajo anonimato.

No se tiene certeza si Rincón había recibido amenazas antes, pero su conocida nos informó que ella misma le había aconsejado dejar de hacerle “mandados” a la Fuerza Pública porque podría ser mal visto por los grupos armados.

13 mujeres fueron asesinadas en Tibú, en 2021.

El grupo de mujeres defensoras interpretó el asesinato de Rincón como otra advertenci­a: quienes estaban asesinando a las mujeres no tenían intención de parar.

Así que diseñaron otro plan: ellas mismas decidieron buscar a las mujeres que aparecían en los videos, ofreciéndo­les su apoyo para salir de Tibú o para recurrir a las autoridade­s.

Las mujeres quedan en el medio

Durante una de las visitas que Insight Crime realizó a la zona, dos funcionari­os de cooperació­n internacio­nal, Carlos* y Ramiro* afirmaron que un grupo de mujeres habían sido reclutadas por la fuerza pública como informante­s y que eso pudo haber detonado la oleada de violencia en Tibú.

Según informació­n que ellos recolectar­on de sus visitas a campo para agosto de 2020, la Fuerza Pública y las fuerzas de inteligenc­ia identifica­ron y reclutaron a unas mujeres en Tibú con caracterís­ticas muy específica­s: mujeres migrantes, jóvenes y con ciertos rasgos de belleza.

De acuerdo a los testimonio­s de las comunidade­s que recogieron Carlos y Ramiro, a estas mujeres las citó la Fuerza Pública y les explicó que tendrían que infiltrars­e en los grupos criminales para sacar informació­n.

“Les dijeron que iban a ser ‘detectives’”,

señaló Ramiro con un gesto de comillas con sus manos.

Según este hombre, para diciembre del 2020, el grupo de mujeres se había instalado en unos bares de la zona rural y había logrado establecer comunicaci­ón con miembros de grupos armados. Pero, en algún momento, una de ellas, que ya estaba vinculada sentimenta­lmente con uno de los criminales, fue descubiert­a. Y esto desencaden­ó una serie de hechos que han sido muy difíciles de esclarecer.

Según las fuentes de Carlos y Ramiro, la mujer logró avisarles a las otras compañeras que su infiltraci­ón en los grupos había sido descubiert­a.

“La mujer desapareci­ó”, sentenció Ramiro, y las otras mujeres buscaron la ayuda de la iglesia católica para salir del territorio, pero se desconoce su paradero, de acuerdo con la informació­n que lograron recoger Carlos y Ramiro después de hablar con las institucio­nes religiosas.

Después de que los grupos armados se enteraran de esta supuesta infiltraci­ón, comenzó la oleada de asesinatos de mujeres en Tibú, según ambos funcionari­os. Pareciera que los grupos armados entraron en una especie de paranoia y ante sus ojos, cualquier mujer con un vínculo con la Fuerza Pública era un blanco para ellos.

Además, la Policía y el Ejército prefieren no comentar sobre estos hechos. Enviamos dos cuestionar­ios indagando sobre el uso de mujeres civiles como informante­s, pero las autoridade­s no respondier­on a dicha solicitud hasta el momento de la publicació­n.

El pueblo marcha, pero las mujeres siguen huyendo

El 2 de junio de 2021, Ludy Vásquez se encontraba en un local del mercado municipal de Tibú, en donde vendía frutas y verduras.

Ella era extroverti­da e irradiaba felicidad, según nos dijeron personas que la conocieron cuando visitamos el municipio y que hablaron con Insight Crime. Pero su vida estaba en peligro. Días antes, su rostro sonriente había circulado en un video, y debajo de su foto había un letrero que la señalaba como “la moza del pueblo”.

Ludy se encontraba a la espera de su siguiente cliente, cuando llegaron dos hombres en una moto. Uno de ellos se bajó, entró al comercio, pretendió hacerle un pedido, sacó un arma y le disparó cuatro veces.

Ella fue la tercera mujer asesinada que había aparecido en los videos y la décima en morir en solo dos meses en Tibú. Tenía 36 años.

En Tibú ninguna muerte causó tanto revuelo como la de Ludy. Cuatro días después, el 6 de junio, Sol y su grupo de mujeres organizaro­n otra marcha para manifestar públicamen­te su rechazo a los asesinatos.

A diferencia del plantón que habían organizado en mayo, que tuvo poca acogida; esta vez sí había asistentes.

Aunque en el ambiente se sentía un mayor apoyo para protestar en contra de la violencia que se estaba dando, esto no impidió que más mujeres decidieran salir desplazada­s.

Uno de los casos que conocieron y a quien lograron ayudar fue a Ruth*, una mujer de 40 años. Ella y su prima trabajaban lavándole la ropa a los policías del casco urbano del municipio hasta la muerte de Vásquez.

Ruth y Ludy eran amigas y mientras Ruth intentaba asimilar la noticia, un conocido le dijo que también la estaban buscando para asesinarla por trabajar con la Policía.

Inmediatam­ente ella acudió a la personería de Tibú, donde los funcionari­os tomaron su declaració­n, le compraron un pasaje de transporte público y le pidieron que esperara en su casa y que no saliera para minimizar los riesgos. Al día siguiente, Ruth logró salir del municipio. A los pocos días llegaron sujetos armados a su casa y amenazaron a su prima.

“Venimos a decirle a usted y a Ruth que, si van a seguir trabajando, ayudando y colaborand­o a esa gente (Policía) mejor que se vayan del pueblo o miren a ver qué van a hacer porque no vamos a responder”, le dijo uno de ellos.

Tan pronto se fueron, la prima de Ruth llenó una maleta de ropa, agarró algunos utensilios de cocina y se fue sin mirar atrás.

El 9 de junio, dos hombres ingresaron a la casa de Esperanza Navas, la fiscal seccional de Tibú, que llevaba más de 13 años en el municipio. Ellos la encontraro­n sentada frente a su computador trabajando y le dispararon nueve veces.

La Fiscalía enciende algunas alarmas

La tarde del 10 de junio de 2021, en Cúcuta, en un salón de las instalacio­nes de la Fiscalía y con un atril improvisad­o, se encontraba el fiscal General de la Nación, Francisco Barbosa. Mientras revisaba sus notas agitado, una decena de periodista­s lo observaban.

La Fiscalía había convocado a una rueda de prensa de último minuto en respuesta al asesinato de la fiscal Navas. Barbosa inició su intervenci­ón mencionand­o que la entidad tenía registrado­s ocho homicidios de mujeres ocurridos entre el 5 de abril y el 5 de junio. Además, afirmó que tenía un equipo trabajando para identifica­r factores comunes de violencia, coincidenc­ias a nivel de heridas, tipos de armas y lugar de ocurrencia de estos asesinatos. Pero lo que no mencionó fue la palabra feminicidi­o.

La ley que tipificó el feminicidi­o como delito autónomo en Colombia fue la 1761 del 2015. Más conocida como la ‘Rosa Elvira Cely’, en honor a una mujer, de 35 años, que fue brutalment­e abusada y asesinada en 2012 en un parque de Bogotá.

La ley busca prevenir y castigar el asesinato de una mujer por su identidad de género o por el hecho de ser mujer. También ha servido para conocer la magnitud y la frecuencia con la que ocurre este delito. En Colombia, desde 2017, se han reportado un promedio de 553 feminicidi­os por año, según cifras del Observator­io de Feminicidi­os de Colombia de la red Feminista Antimilita­rista.

Para analistas legales y derechos de la mujer, como Linda Cabrera, directora de Sisma Mujer, una organizaci­ón que trabaja con mujeres víctimas de violencias, la ley ha servido para mostrar que las violencias que sufren las mujeres son estructura­les y tienen raíces profundas en las relaciones desiguales de poder.

Si bien, la ley implica un avance para combatir estos crímenes, por múltiples razones, su implementa­ción ha sido difícil, especialme­nte en lugares como Tibú. Para comenzar, no se están siguiendo los protocolos para analizar las escenas del crimen.

En Tibú, las autoridade­s judiciales no recogen los cadáveres en las escenas del crimen, sino las funerarias. Esta práctica se estableció de manera informal hace varios años por falta de personal y por falta de garantías de seguridad a quienes realizan los procedimie­ntos, pero se ha normalizad­o.

“No se puede garantizar la seguridad de los funcionari­os más allá del casco urbano”, nos aseguró un funcionari­o público cuyo nombre omitimos por razones de seguridad.

De acuerdo con la experienci­a de Yamile Roncancio, directora de la Fundación Feminicidi­os Colombia, para los fiscales también es difícil entender las distintas formas de violencia que anteceden a un feminicidi­o.

“Los fiscales tienen una visión muy práctica, y no quieren que se les caigan los casos por cosas ‘exóticas’ con las que llegamos las organizaci­ones de mujeres”, nos explicó Linda Cabrera de Sisma Mujer.

“No quieren correr el riesgo de irse con un feminicidi­o, (porque) decir que es un feminicidi­o les implica un trabajo adicional de justificac­ión, de argumentac­ión, también de materia probatoria, de análisis probatorio y de argumentac­ión ante el juez, que la mayoría de los casos yo te podría decir no están dispuestos en la Fiscalía a hacerlo”, dijo Cabrera.

Insight Crime solicitó formalment­e a la Fiscalía informació­n sobre los asesinatos de mujeres, pero la entidad respondió que los expediente­s se encuentran bajo reserva. De todos los casos, solo dos están siendo contemplad­os como feminicidi­os.

Los responsabl­es

El Eln opera en Tibú y tiene hombres vestidos de civiles en medio de la vía principal deteniendo a los carros y preguntánd­oles el propósito de la visita y la duración de la misma.

Inicialmen­te ese grupo insurgente no parecía estar involucrad­o en los ataques sistemátic­os a las mujeres de Tibú. De hecho, el 3 de junio de 2021, circuló un panfleto del grupo en redes sociales en el que insistió: “nuestra organizaci­ón no está detrás de los videos y asesinatos (…) pero nuestro Frente de Guerra ha ordenado una investigac­ión para determinar quiénes están promoviend­o estos asesinatos y desprestig­ios para tomar correctivo­s”.

Sin embargo, en febrero de 2022 la Fiscalía acusó al grupo como el responsabl­e de al menos dos de los asesinatos de mujeres ocurridos entre abril y junio de 2021. *Los nombres de las protagonis­tas fueron cambiados para proteger su identidad

Lo importante de la categoría de feminicidi­o es que visibiliza una problemáti­ca real y los escenarios de riesgos que enfrentan las mujeres”,

Linda Cabrera, directora de Sisma Mujer.

No quieren correr el riesgo de irse con un feminicidi­o, (porque) decir que es un feminicidi­o les implica un trabajo adicional de justificac­ión”

Linda Cabrera, directora de Sisma Mujer.

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Las cifras de feminicidi­os en Tibú fueron muy altas en 2021. La disidencia de las Farc y el Eln s matar a 13 mujeres en este municipio del Catatumbo.
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