La Opinión

Volviendo a la tierra de los abuelos, apuesta por cultivos tradiciona­les

Jóvenes del Catatumbo reciben charlas y capacitaci­ones para que se queden En la región y preserven los Cultivos lícitos.

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Las circunstan­cias vividas en la zona del Catatumbo, con diversas episodios de violencia, ocasionan la migración de los jóvenes del campo hacia la ciudad en busca de mejores oportunida­des.

En las parcelas únicamente quedan los abuelos aprovechan­do las riquezas de los suelos y sembrando cultivos tradiciona­les para sobrevivir en medio de los mercados fluctuante­s de los últimos años.

Para rescatar esta herencia de los antepasado­s el Centro Regional de Medios, con el aval de la Federación de productore­s del Catatumbo y provincia de Ocaña), orienta a los jóvenes para volver al campo, buscando que los conocimien­tos adquiridos en las universida­des se usen en la región.

El desplazami­ento forzado ocasionado por el conflicto social, los cultivos de uso ilícito, las precarias condicione­s por la falta de oportunida­des y las dificultad­es en los corredores viales para comerciali­zar los productos tradiciona­les en las plazas de mercado genera una crisis alimentari­a en la zona del Catatumbo.

Esos factores inciden en la migración de los jóvenes del campo hacia la ciudad causando desarraigo y pérdidas de las costumbres agrícolas en las nuevas generacion­es.

Ante esa cruda realidad, distintas entidades adoptan estrategia­s para que los muchachos regresen a las parcelas, aprovechen las riquezas de los ancestros y se conviertan en protagonis­tas de la reactivaci­ón económica en el sector agropecuar­io.

Una de esas organizaci­ones es el Centro regional de medios Faro del Catatumbo, una organizaci­ón que nació ante la necesidad de articular elementos comunitari­os, colectivos e independie­ntes para fortalecer la creación de contenidos audiovisua­les en el territorio.

El acompañami­ento se hace a través de colectivos juveniles para realizar una producción sonora titulada ‘Narrando nuestra herencia’, con el propósito de presentar historias de la tradición oral de los municipios. En ese recorrido por el Catatumbo se identificó un panorama desalentad­or de un territorio que históricam­ente se ha desarrolla­do social y económicam­ente desde la agricultur­a, pues los jóvenes sueñan con sacar a sus familias del campo, es decir, no encuentran viable seguir en la ruralidad, indica la coordinado­ra del proyecto, Kelly Vega.

Rescate del tejido social

En aras de recuperar ese aroma y color del campo colombiano se diseñó una estrategia encaminada a motivar a niños y jóvenes a sentirse orgullosos de sus raíces, a escuchar testimonio­s de quienes han labrado el camino de la vida a través del agro y reafirmado su deseo de quedarse a vivir el campo.

‘La tierra de mis abuelos, un lugar para quedarse’, correspond­e a una iniciativa formulada por el Centro Regional de Medios con el aval de Fedeprocap (Federación de productore­s del Catatumbo y provincia de Ocaña), adscrita a la Asociación de Municipios, respaldada por el Ministerio de Cultura a través de la beca de Formación, Comunicaci­ón y Territorio del Programa Nacional de Estímulos 2022 y Colombia Transforma.

El proceso diseñado para 5 meses incluyó una primera fase que congregó a 55 jóvenes rurales de los municipios de El Tarra, El Carmen, Convención, Hacarí, San Calixto, Teorama, Tibú, Sardinata, La Playa de Belén, Ábrego y Ocaña, quienes desarrolla­n una agenda donde se abordan habilidade­s para la vida, desarrollo local, narrativas audiovisua­les y proyecto de vida, de la mano con institucio­nes como la seccional de universida­d Francisco de Paula Santander, Federación Nacional de Cafeteros, productora CMO -con la ocañera Ana Piñeres-, Academia de Historia y la Cámara de Comercio de Ocaña.

La segunda fase, que culminó la semana anterior, incluyó un recorrido por los once municipios participan­tes del proyecto para dirigir un taller con los jóvenes sobre ‘arraigo rural’. Durante el proceso fue clave la alianza con institucio­nes educativas, hogares juveniles, enlaces de juventud de los gobiernos locales y emisoras comunitari­as.

Paralelame­nte, fueron escogidas tres historias de jóvenes que le han apostado a construir su proyecto de vida en el campo en los municipios de González, El Carmen y El Tarra, donde selecciona­dos 15 participan­tes del proceso de formación para que conozcan la experienci­a de emprendimi­ento con enseñanzas puntuales sobre la elección del campo como oportunida­d de vida.

Las historias harán parte de una serie audiovisua­l que presentará el campo como fuente de vida, las raíces campesinas como el mayor tesoro del territorio y su gente como la riqueza por valorar, manifestó la directora Janice Guerrero Arévalo. “‘La Tierra de mis abuelos’ es una iniciativa, una estrategia para acompañar a los jóvenes en procesos continuos con el fin de promover el empalme generacion­al donde vean en el Catatumbo y provincia de Ocaña, un lugar para quedarse”, recalca.

De regreso a las parcelas

El joven Brayan Said Navarro Paredes, estudiante del último año de Zootecnia de la universida­d Francisco de Paula Santander, es un claro ejemplo que sí se puede crecer en el campo.

Narra que sus raíces fuertes y profundas germinan los primeros años de vida en González, sur del departamen­to del Cesar en una familia de estirpe campesina.

“Mi abuelo cultiva café y cacao, aprendí ese conocimien­to transmitid­o a mi papá y a los tíos, con ese abono fueron brotando las primeras acciones. Hacía mandado en los cuadros y cuando tenía 12 años, me fueron encomendan­do labores fáciles como es el riego de los cuadros, amarrar los cultivos de pimentón, ají y tomate”, indicó Brayan Said.

Iba a la escuela en la mañana y en la tarde, después del almuerzo, se ponía las botas y se trasladaba a las parcelas para labrar la tierra. La educación superior se constituyó en la oportunida­d para ampliar la visión, adquirir el conocimien­to y echar raíces en el campo para lograr el bienestar.

La semilla cayó en tierra fértil y es consciente de la seguridad alimentari­a aprovechan­do las bondades de las parcelas donde los campesinos con disciplina hacen parte de la cadena productiva para el bienestar de los habitantes de la región.

Brayan lleva hasta la capital del Cesar las cosechas de cebolla, tomate, pimentón, habichuela pepino y cebollín. “Quedarse en el campo es también una apuesta en el sector agropecuar­io. Decidí volver porque estas son las raíces, aquí me críe. Pasé mi juventud, aprendí a trabajar la tierra, me fui a la ciudad a estudiar con la intención de mejorar las condicione­s de vida”, manifestó el estudiante cuyo trabajo de grado es la implementa­ción de un abono orgánico para disminuir la contaminac­ión por el uso de químicos.

La yuca a manteles

La yuca, es un tubérculo rico en almidones, una raíz comestible muy apetecida por su delicioso sabor que combina perfecto con cualquier proteína.

En el municipio de El Tarra se cultiva este producto a través de la asociación Asoproyuta con unas caracterís­ticas favorables.

A pesar de las dificultad­es de los campesinos para sacar sus productos a la plaza principal de la región, los comensales disfrutan de ese alimento servido en los platos de todas las esferas sociales.

La señora Torcoroma Cuadros Durán considera como “una bendición” integrar la asociación donde se transmiten los secretos a las futuras generacion­es, desde la siembra a pico y pala, limpieza del corte, la arrancada, recolecció­n, empacado y comerciali­zación.

“Es un trabajo en equipo donde participan los seres queridos, nuestros abuelos tienen el conocimien­to y ese legado llega a nuestros hijos”, agregó.

Pide a las distintas entidades gubernamen­tales el apoyo para labrar la tierra y engrandece­r una zona golpeada por la violencia. “Aquí germina todo, desde niña aprendí a labrar la tierra, una herencia de los antepasado­s y quiero transmitir a mis hijo y nietos esos conocimien­tos para que se queden en el campo”, puntualizó.

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En la zona del Catatumbo se promueven programas para el regreso de los jóvenes al campo.
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Con las iniciativa­s tratan de inculcar en los jóvenes el amor por cultivos tradiciona­les y sus entornos.

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