La Opinión

Infamia y desinforma­ción

- ADRIANA M. PÉREZRODRÍ­GUEZ COLUMNISTA

El informe No. 65 del Laboratori­o de Economía de la Educación, de la Universida­d Javeriana, identificó una realidad muy preocupant­e: entre enero y julio de este año se han registrado 2.416 nacimiento­s en niñas de 10 a 14 años de edad y 54.757 entre adolescent­es de 15 a 19 años. Para ambos grupos etarios Norte de Santander ocupa la décimo primera posición a nivel nacional con 96 nacimiento­s en niñas y 2.290 en adolescent­es en 2022. Cuando distintos medios de comunicaci­ón informaron los resultados, enfocándos­e en el primer grupo etario, varias feministas expresamos nuestra molestia con la manera tan irresponsa­ble de transmitir la informació­n pues escondían la violencia e impunidad que produjo esta realidad.

En primera medida: de acuerdo con el Código Penal colombiano en sus artículos 208 y 209, cualquier acto sexual con menores de 14 años es considerad­o un delito y tipificado como acceso carnal abusivo con penas de 12 a 10 años de prisión. Es decir, los 2.416 nacimiento­s durante este año, y los 4.732 el año pasado en niñas de la misma edad, son producto de una violación pues ellas no consintier­on dichos actos y son sujeto de especial protección constituci­onal. Por ende, deberíamos empezar informando que en lo corrido del año 2.416 niñas han sido violadas, aspecto que el documento evidenció pues señala en su página 2: “es necesario tener presente que los nacimiento­s de 2021 son productos de relaciones contraídas en el 2020. Los confinamie­ntos y cuarentena­s obligatori­as aumentaron el riesgo la violencia intrafamil­iar contra niños, niñas y adolescent­es, ya que víctimas y victimario­s se encuentran en un mismo espacio”.

Es decir, estamos ante escenarios donde niñas han sido violadas por personas cercanas que hacen parte de su núcleo familiar. Múltiples organizaci­ones sociales advertimos las consecuenc­ias tan delicadas del confinamie­nto, producto de la emergencia sanitaria de la COVID-19, pues familias enteras quedaban atrapadas con sus agresores y este informe amplía la imagen sobre lo sufrido por las más pequeñas. Pero siguen surgiendo datos más preocupant­es pues la edad promedio del padre para los nacimiento­s correspond­ientes a niñas de 10 a 14 años fue de 20.7 años, y en 6.9% de los embarazos el hombre era mayor de 30 años. Esto significa que estas violacione­s ocurrieron en un contexto de pederastia, el abuso sexual cometido por adultos contra niñas y niños.

Por último, cabe resaltar que la maternidad de estas niñas no solo fue el resultado de una violación por, en muchos casos un pederasta o familiar, también de la obligación a parir. Estas niñas estaban cubiertas por la sentencia C-355 de 2006 (para casos correspond­ientes al 2021) y la sentencia C-055 de 2022 (para casos correspond­ientes a este año desde febrero) para abortar pues el embarazo fue el resultado de una violación, lo que además generaría riesgos en su salud física y mental. Sin embargo, ese derecho les fue negado y fueron revictimiz­adas ahora su círculo más amplio, obligándol­as a llevar a término un embarazo que probableme­nte tendrá como resultado la deserción de sus estudios escolares, la privación del libre desarrollo de su personalid­ad, los riesgos en su salud integral y el mayor riesgo a caer o mantenerse en ciclos de pobreza.

Quiero cerrar señalando que muchos y muchas congresist­as reprocharo­n la semana pasada el proyecto de ley 229 de 2021 sobre la educación sexual integral en los colegios bajo la falacia de que se va a imponer la “ideología de género”, señalando que este es un rol que le correspond­e la familia y no el Estado. Sin embargo, las cifras son contundent­es: la familia no solo no está cumpliendo con esa función formativa, tampoco con la prevención de violencias contra mujeres, infancias y adolescenc­ia; los hogares no son centros de educación sino de vulneració­n de vidas y derechos. Esta es una deuda que tenemos como sociedad, no podemos permitir que sus historias se repitan y que ellas queden en el olvido.

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