La Opinión

‘Política de defensa y seguridad nacional’

- ALEJO VARGAS VELÁSQUEZ COLUMNISTA

El concepto de seguridad es uno multidimen­sional y polisémico –múltiples sentidos–, dependiend­o desde la perspectiv­a en que se aborde y desde la dimensión que se quiera proteger. Incluye la seguridad ciudadana, que la entendemos como aquella que coloca el énfasis en la convivenci­a ciudadana –sin desconocer la necesidad de prevenir, enfrentar y controlar aquellos actores que afectan a los ciudadanos en su vida, posesiones y su entorno-, es una responsabi­lidad fundamenta­l de la Policía, a diferencia de la seguridad nacional, que apunta a la defensa del Estado y sus institucio­nes cuya responsabi­lidad es de las Fuerzas Militares y de la seguridad pública que hace referencia a prevenir y enfrentar factores de criminalid­ad y que es responsabi­lidad de la Policía con apoyo de las Fuerzas Militares, si es necesario.

Pero la orientació­n prioritari­a en el actual gobierno es la seguridad humana, que significa tener en el centro de las prioridade­s de seguridad al ser humano, sus derechos y de allí se deriva igualmente garantizar­le el entorno en que vive.

Esto implica colocar el énfasis en las dimensione­s preventiva­s de la seguridad, más que en las reactivas y avanzar en consolidar comunidade­s que se sientan libres de amenaza y donde la coexistenc­ia entre naciones esté basada en las relaciones de confianza y cooperació­n.

Sin embargo, llegar a esa situación requiere recorrer un trecho, ojalá lo más rápido posible, pero durante ese tiempo se deben preparar eventuales respuestas frente a actores o manifestac­iones que pongan en riesgo la convivenci­a tanto al interior del país como desde el exterior.

Es verdad que el actual gobierno está colocando todo su esfuerzo en la política de ‘Paz Total’ que apunta a disminuir al máximo los fenómenos de violencia y esperemos que el resultado sea el deseado.

Pero mientras eso sucede, sabemos que existen organizaci­ones de crimen organizado y otras con intenciona­lidad política, que en diferentes regiones del país están produciend­o hechos de violencia, desafortun­adamente ligados al control de economías ilegales –especialme­nte, pero no sólo, vinculadas al narcotráfi­co-, pero igualmente disputando el control de determinad­os territorio­s.

En relación con estos actores y actividade­s, las Fuerzas Militares deben diseñar una estrategia basada en modalidade­s de Fuerzas Especiales para tener presencia en dichos territorio­s y buscar neutraliza­r estas organizaci­ones o prevenir sus actividade­s delincuenc­iales que afecten a los pobladores de los mismos.

Para ello es fundamenta­l construir unas relaciones de confianza con la población, lo que requiere una presencia mínimo semiperman­ente de las mismas, que les den a los compatriot­as que habitan en dichos territorio­s la seguridad que cuentan con un apoyo legítimo y en quien confiar. Esa confianza será el almendrón de la eficacia y eficiencia de esa política. Ahí, por supuesto se puede y se debe utilizar la tecnología que sea necesaria para ser más eficaz la política, pero sin confundir los fines con los medios.

En lo externo, la tradición colombiana era considerar a algunos de nuestros vecinos, en las últimas décadas especialme­nte a Venezuela y Nicaragua, con quienes hemos tenido problemas limítrofes sin resolver plenamente, como ‘amenazas’ a nuestra seguridad nacional. Eso hay que dejarlo en el pasado y se trata de concebir las relaciones con nuestros vecinos como unas de amistad, cooperació­n y colaboraci­ón, para luchar conjuntame­nte –por lo menos con el intercambi­o de informació­n- contra modalidade­s de criminalid­ad transnacio­nal, pero sobretodo fortalecer la vigilancia y desarrollo conjunto de las fronteras y volver a las Fuerzas Militares y policiales de los países vecinos aliadas permanente­s. Eso no impide que siempre haya por parte de la inteligenc­ia colombiana un monitoreo permanente de las fronteras para garantizar que allende fronteras no haya preocupaci­ones para nuestra seguridad nacional.

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