Militares asedian a las pandillas en sus bastiones en El Salvador
“La orden es no dejar terroristas en todo Soyapango”, Dijo un soldado que prefirió no identificarse
“Antes ni Dios nos salvaba con los pandilleros, hoy es distinto”, recuerda el pastor evangélico Mauricio González en el barrio La Campanera, un bastión de pandilleros tomado por militares en la ciudad salvadoreña de Soyapango, cercada como parte de la guerra contra esos grupos criminales.
Armados con fusiles de asalto, los militares buscaban casa por casa a miembros de las temidas pandillas en las colonias o barrios de la populosa ciudad, vecina de San Salvador.
El presidente Nayib Bukele anunció en su cuenta de Twitter que en dos días “más de 140 pandilleros han sido arrestados dentro del cerco”.
González, de 52 años y con una biblia en mano, explicó a la AFP que desde hace 10 años nadie de su iglesia “podía poner un pie” en La Campanera.
Rodeada por verdes cerros y otras colonias, La Campanera, donde residen en su mayoría trabajadores de fábricas, es conocida por ser un bastión de Barrio 18, una de las pandillas más violentas que opera en el país.
“Yo fui amenazado de muerte por predicar de Dios a los jóvenes de este lugar, la pandilla no lo toleró, no vine más”, aseguró González, que llegó al lugar junto a una treintena de personas a predicar.
Desde el sábado, Soyapango fue cercada por 8.500 soldados y 1.500 policías en el marco de la estrategia del gobierno de Bukele contra las pandillas.
EL domingo la policía informó en su cuenta de Twitter la captura de uno de los principales líderes a nivel nacional del Barrio 18 en la colonia San José de esta localidad.
Se trata de Guillermo Alexander Pineda, alias Lazy, que según la policía “era uno de los terroristas más buscados del país, quien ordenaba homicidios y extorsiones a nivel nacional”.
“
No nos vamos a ir hasta capturar al último pandillero”.
Ministro de Defensa, René Merino.
Un ambiente sin pandilleros
Un grupo de militares está apostado en la entrada de la única calle de acceso a La Campanera, registrando a todo el que entra y sale a pie o en carro; otros patrullan en carros blindados en las afueras de los pasajes, las callejuelas que hay entre las casas de ladrillos de concreto en esta colonia obrera.
Los vecinos caminan tranquilos y compran en pequeños negocios colocados en las aceras.
Cuando los pandilleros controlaban el lugar, cuentan, había menos negocios, pues sus dueños no podían pagarles el cobro de la extorsión.
“Solo el que no ha vivido aquí no se daría cuenta lo diferente que estamos viviendo. Hoy todo esta más seguro, la gente se ha animado a poner su negocio, ya no se ven a los muchachos (pandilleros) en los pasajes”, narró Etelvina Rosas, de 36 años, quien vendía frutas.